Para conocer cómo se está viviendo la pandemia en Bolivia, viajamos hasta la Comunidad Campesina de Camatindi para conversar con Hilder Sejas Encinas, licenciado en Ciencias de la Comunicación, periodista y escritor.
– ¿Cuál es tu situación en estos momentos?
-Actualmente resido en el sur de Bolivia, en la Comunidad Campesina de Camatindi perteneciente al municipio de Macharetí, provincia de Luis Calvo, parte del gran chaco boliviano. La comunidad tiene una población de 200 familias y la actividad principal es la agropecuaria, el ganado, los cítricos y la siembra de maíz.
En esta comunidad estoy a partir de diciembre, podríamos decir en calidad de residenciado ante el golpe cruento que se produjo en Bolivia por parte del Imperio Norteamericano a través de sus activistas, los militares y los policías. Como es de conocimiento general, ahora los bolivianos vivimos bajo un régimen dictatorial. Esa es la causa por la cual me encuentro actualmente en esta comunidad.
Yo tuve que dejar la ciudad de La Paz una vez producido el golpe, puesto que dirigía el Semanario Alerta que denunció cómo fue de apoco implementándose todo este proceso dictatorial, que sin duda fue producto de que hubo fraude en las elecciones. Esto fue el remate, la conclusión de todo un plan que venía implementándose de hace años atrás del gobierno norteamericano.
– ¿Cuáles son las medidas que está tomando el actual gobierno en torno a la pandemia?
-En cuanto a la cuarentena preventiva, las medidas que se tomaron desde el inicio hasta el momento realmente han sido pura improvisación y paliativos que no fueron los más efectivos para poder controlar esta pandemia. Podríamos estas “medidas preventivas” en la militarización y la vigilancia policial. Más que medidas de salud, han primado las medidas de coerción. Actualmente estamos sobreviviendo en medio de la pandemia.
El gobierno no puso en marcha medidas paliativas de tipo social. En más de dos meses de encierro que tenemos con esta cuarentena, apenas la mayoría de la población, un 60% de la población boliviana ha recibido menos de 100 dólares, 500 o 400 bolivianos. Para una familia de cuatro o cinco sin actividad alguna, ese dinero es nada. La gente está empezando a movilizarse, a presionar pidiendo el derecho al trabajo. Hay muchas expresiones de distintas regiones del país que dicen “o morimos de hambre o morimos contagiados con el covid-19”. Las medidas paliativas de tipo social no alcanzan al estatus de políticas sociales. La implementación ha sido muy discrecional.
– ¿Y qué pasa con las infancias?
-Ese es uno de los temas más sensibles y delicados. Por ejemplo, tengo la experiencia de ver niños que prácticamente hace dos meses que no asisten a sus escuelas, a sus centros educativos. Los niños prácticamente no hacen deporte, no estudian, los han abandonado. No están haciendo ninguna gimnasia intelectual y menos física.
En síntesis, podríamos decir que la situación es desesperante. No solamente en la región del altiplano sino también en la parte de la amazonia y el oriente boliviano. La gente prácticamente ha desobedecido, se ven obligados a ganar las calles, bloquear las carreteras pidiendo tres cosas fundamentales: el derecho natural y sagrado al trabajo, a la libertad de locomoción y a las elecciones. Ante este desastre de la pandemia, necesitamos un gobierno democrático y legítimo que pueda asumir la responsabilidad y, de este modo, resolver políticas económicas, sociales y de salud.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen