La ratificación del acuerdo para la habilitación de la base espacial China en Neuquén mediante la resolución 30917/2 publicada en el Boletín Oficial este 7 de agosto volvió a encender algunas alarmas respecto a los avances que puede implicar sobre la soberanía la instalación de la denominada Estación del Espacio Lejano.
Cierto hermetismo también generó dudas sobre el fin último que tiene el proyecto aprobado en febrero del 2015 por el Congreso de la Nación, momento en el cual se concedieron al gigante asiático 200 hectáreas de la localidad neuquina de Bajada del Agrio por 50 años para la construcción de este centro de exploraciones que concluyó en octubre de 2017 y que ahora se pondría en funcionamiento.
“Uno de los problemas fundamentales que ya había generado el acuerdo en el 2015 es que se establecía una sesión a China de ese predio en la provincia de Neuquén por 50 años y con condiciones tributarias especiales. Una de las dudas que planteamos en ese momento, y que nunca fue saldada, era si esta sesión implicaba que China pasaba a tener un derecho de extraterritorialidad sobre nuestro territorio. Eso nunca llego a dilucidarse”, explica Gustavo Lahoud, especialista en política internacional.
Otro aspecto que tampoco fue resuelto, junto con esta posible cesión de soberanía, es la duda sobre el tipo de actividades que allí va a realizar el personal técnico del observatorio. Si bien siempre fueron planteadas como de índole civil y pacífica, no son exageradas las dudas sobre si no se utilizaría, además, para otro tipo de tareas que puedan incluir componente militar y de espionaje.
Finalmente, aunque quedan otras aristas sueltas, también primó el silencio sobre el pedido de información precisa respecto a si la agencia espacial china dependía o no directamente de los altos mandos del Ejército Popular de China.
Atando cabos
Luego de cinco años sin muchas más novedades, este último viernes en el Boletín Oficial se publicó finalmente el acuerdo marco firmado en 2015 de cooperación en el campo de las actividades espaciales entre el gobierno de la República Argentina y el gobierno de la República Popular China: un documento de 15 páginas con 12 artículos que no se explayan muy en detalle sobre el asunto, sino más bien en la cuestión general de cómo se llevarían adelante las actividades de cooperación de ambos países en materia de observación del espacio para fines mutuamente provechosos en términos de investigación científica del espacio. Pero no figura ninguna referencia a la estación espacial en Neuquén. Sí queda asentado que “las Partes designarán como sus órganos de ejecución a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) perteneciente al Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, por el Gobierno de Argentina, y a la Administración Espacial Nacional de China J J (CNSA), por el Gobierno de China”.
“Lo que entra en vigencia a partir de ahora es un convenio que está encuadrado en lo que ya fue firmado en 2015, por eso no pasa por el Congreso. Evidentemente, tras cinco años se han concluido las cuestiones legales”, detalla Lahoud.
Pero hay otro dato que llama la atención en el mapa general, y es que este acuerdo llegue en la misma semana en la cual el Banco Central renovó el swap de monedas con China por 18.500 millones de dólares, tras lo cual parecería que la moneda de cambio es la concreción por un pedido del gobierno de Xi Jinping para que se avanzara sobre el desarrollo de la agencia.
“No sabemos mucho más, ni se dice específicamente nada que sea preocupante, pero tampoco responden las inquietudes que ya planteamos hace 5 años. Aquellas preguntas e intranquilidades de las que hablábamos al principio nunca fueron contestadas”, resume Lahoud. “Sí se especifica que cualquier actividad concreta que hagan los dos países deberá ser bajada a un convenio sectorial y también que este convenio que se publicó en estos días tiene una duración de 10 años, que se puede prorrogar por otros diez. Es decir que se revisaría en el 2030”.
Hacer pie en América Latina
La disputa en el territorio no es una idea alocada de estos días, como así tampoco el enfrentamiento global entre China y Estados Unidos, del cual Argentina no se ve exenta. De alguna forma, la presencia del país asiático en el territorio y en la región latinoamericana en general, se ve relacionada con el avance de ese enfrentamiento. No en vano Estados Unidos y Rusia han manifestado sus sospechas de un uso militar y no solamente de exploración lunar respecto a la base en Neuquén manifestando malestar.
Los intentos de hacer pie en el territorio son de larga data. Ya en el 2012 el libro Territorios Vigilados Telma Luzzani daba cuenta sobre la problemática de las bases militares norteamericanas en el continente: en aquel entonces llegaban a 72 en América Latina y el Caribe. Más recientemente, en el 2018, el gobernador de Neuquén, Omar Gutiérrez, confirmaba para preocupación de muchos la construcción de una base norteamericana de “ayuda humanitaria” para la atención de catástrofe en esta provincia. La misma fue ratificada por Estados Unidos en el 2019, levantando la alerta de más de 50 organizaciones que se manifestaron en contra a sabiendas de los muchos intereses y usos que tienen este tipo de bases y que no responden, justamente, a ayudas humanitarias.
“Finalmente en ese cuadro tenemos en nuestro territorio, con intereses particulares, a las dos grandes potencias que se disputan en el mundo distintos ejes de conflictos. Sin que nuestra comunidad esté al tanto de lo que está pasando y sin que los gobiernos de turno respondan adecuadamente a las dudas que tenemos. A cinco años las preguntas siguen sin resolverse”, concluye Lahoud.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen