El concepto nació hace varios años atrás en México y al tiempo llegó a nuestro país para instalarse sobre todo entre las y los adolescentes. Hoy se usa despectivamente para hacer referencia a aquellas mujeres jóvenes, madres solteras, que viven en barrios de sectores vulnerables y que se embarazan por un plan. Surge así una nueva forma de estigmatizar y reproducir violencia de género que se abre cada vez más camino dentro de este sistema patriarcal opresor. La importancia del debate para un verdadero cambio cultural.
Cuando decimos la palabra “mamá” a muchos y muchas se nos dibujan sonrisas de oreja a oreja y nos dejamos llenar de los mejores recuerdos y sentimientos. Nos acordamos de miles de historias repletas de olores y de sabores que recorren los años. Y para quienes no la tenemos cerca en una fecha tan importante como ésta, se nos hace un poco amargo y nostálgico porque extrañamos esos abrazos y porque “sí, mi vieja es la mejor de todas”. Seguro más de uno o una habrá dicho esta frase alguna vez.
Y a propósito de frases y de la fecha, hace un tiempo, escuché por primera vez el término “mamá luchona”. En ese momento, en lo primero que pensé fue en una mujer empoderada, fuerte, capaz de darle batalla a cuanto problema surgiese en el camino. Toda una leona. Hablar de una “mamá luchona” sonaba bien, auto suficiente, una súper mamá sostén de hogar, acorde a los tiempos feministas que corren, por eso, confieso que el término me resultó agradable. Pero para mi sorpresa, hoy nada tiene que ver mi impresión con la connotación que ha tomado en estos últimos tiempos.
Los inicios
Hay que tener en cuenta que el concepto empezó a girar en México en 2016 a modo de sarcasmo entre las mismas madres jóvenes y solteras que no desarrollaban la maternidad de la manera en que tradicionalmente se espera, es decir abocadas 100 por 100 a la crianza, sino que por el contrario elegían salir, estudiar, divertirse. Una piba piola. Y paralelamente, se empezó a hablar de aquellas “madres del bien” que dejan todo por sus “bendiciones” (cual regalo del cielo y del Señor) y que sí se las considera “guerreras”, porque responden “como se debe” a lo que la sociedad patriarcal espera de ellas. Es decir, dos términos diferentes que de una u otra manera, califican y tipifican qué tipo de madre se es. Otra victoria del patriarcado.
El “mamá luchona” llegó a nuestro país tiempo después y se empezó a emplear de una manera totalmente distinta, despectiva, sobre todo entre gran parte de los y las adolescentes. Con el término, se refieren a aquellas mujeres de barrios populares, negras, putas que se embarazan para cobrar un plan, que no tienen el último celular a la moda, que utilizan el dinero para irse de fiesta mientras sus hijos e hijas quedan al cuidado de algún familiar y que no cumplen con los estándares de belleza que la sociedad espera que las mujeres cumplamos.
Lo peligroso
Esta manera de nombrar es muy peligrosa y por varias razones. En primer lugar, porque se instala un discurso de odio y violencia fogoneado por una de las industrias que más creció en cuarentena, la de los memes. Día a día se comparten viralmente miles de estas imágenes o videos con palabras que en la mayoría de los casos tienen un tinte gracioso e irónico pero que en relación a este tema, colaboran para intensificar esa ofensa, discriminación o bullying. Y aquí lo peligroso va de la mano con lo viral porque todos y todas sabemos la relevancia que han cobrado las redes sociales y lo rápido que pueden instalarse ciertos posicionamientos, como éste. Son los pibes y pibas atacándose entre sí. Son las mujeres atacadas por su condición de género, de clase y de etnia. Esto que muchas teóricas feministas han denominado la “triple opresión”, reproduciéndose a gran escala.
Otra razón válida para destacar y poner en debate está relacionada al ataque pura y exclusivamente a la mujer y no al hombre, que no ejerce una paternidad responsable. Por el contrario, una vez más, el varón papá es tratado como “ganador” dejando al descubierto nuevamente lo que es capaz de hacer el sistema patriarcal en el cual estamos inmersos e inmersas. De hecho existen muchas mujeres que reproducen este discurso machista, así como pasa con otros similares también, y es lógico que suceda porque aún falta mucho por recorrer en el camino de la deconstrucción (sin desmerecer todos los logros alcanzados).
Nada ayuda en este sentido, el que haya músicos que se sumen a profundizar esta grieta de odio, como “El Retutu”, popular cantante de cumbia y ex integrante del programa “Cuestión de Peso” que con un supuesto “humor” lanzó un tema hace un tiempo llamado justamente “Mamá Luchona”. La letra es tremenda: “Mamá luchona, Se va para el baile y vuelve borrachona. Y a las bendiciones se las cuida la nona. Se compra zapatillas, se compra pantalón. Se gasta en el baile toda la asignación. Le da para abajo, le da para atrás. La mamá luchona que zarpada que está”. Todos estereotipos estigmatizantes.
Desde Al Margen dialogamos con David Paredes Barría, docente de la Escuela de Adultos y de la Escuela Técnica Nehuen Peuman, quien comentó que en ambas instituciones hay varias madres que son solteras. Por esto, se mostró preocupado por esta “nueva forma de discriminación y de burla que cada vez se hace más popular entre las y los jóvenes y más aún entre varones. Aparece la figura del -padre luchón- que es el que de vez en cuando aparece y sobre eso no se dice nada, está bien visto y es el que mantiene. Me preocupa que se naturalice esta forma de bullying, más entre las propias mujeres”, agregó y sostuvo que “desde hace un tiempo está pensando en abordar el tema” para generar debate y además, enmarcarlo en la ESI, Educación Sexual Integral.
Las cifras
A modo de contexto vale citar las últimas proyecciones de UNICEF para Argentina en las cuales el coronavirus ha puesto de manifiesto sus efectos secundarios, como la pobreza. Esta golpea más a los hogares con niños y niñas donde el principal ingreso económico lo genera una mujer y en los hogares monoparentales, que en su mayoría también tienen una jefatura femenina.
“Las mujeres con hijos e hijas, jefas de hogar, son más pobres que los varones en igual situación”, afirmó Carolina Aulicino, Oficial de Inclusión Social de UNICEF. “Las trayectorias laborales de las mujeres muestran inserciones más precarias en el mercado laboral lo que se refleja también en la brecha salarial. La mayor carga que afrontan con relación a las tareas de cuidado y del hogar inciden fuertemente en sus posibilidades de formación e inserción en empleos formales a tiempo completo”, agregó. De hecho, según este estudio, el 48% de las mujeres ha sentido una mayor sobrecarga en el cuidado de los hijos e hijas (29%), en la limpieza de la casa (28%), en la ayuda con las tareas escolares (23%) y en la preparación de la comida (14%), entre otras. Antes de la cuarentena, el 74% del conjunto de estas actividades era realizado por mujeres. Durante la cuarentena, se incrementó al 78%. Todo esto demuestra una vez, las desigualdades de oportunidades.
A propósito del embarazo en jóvenes y de la campaña #PuedoDecidir lanzada por dicho organismo, “en Argentina, se producen 10 partos por hora de adolescentes; y si bien los últimos años hubo un descenso en los embarazos de chicas de 15 a 19 años, la cifra entre la población de 10 a 14 continúa estable“. Más datos. Según el Plan Nacional de Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia 2017-2019, en Argentina 1 de cada 4 de las mujeres que tuvo su primer hijo-hija en esa etapa tendrá el segundo antes de los 19 años. Actualmente, “el 70 por ciento de los embarazos en adolescentes no son intencionales: ocurrieron durante una relación sexual sin protección anticonceptiva o por imposición”. A la vez, el Ministerio de Salud de la Nación alerta que en el 80 por ciento de las maternidades públicas del país, el 29 por ciento de las adolescentes fue madre por segunda o tercera vez antes de los 20.
En base a lo citado y a modo de conclusión, queda clara la imperiosa necesidad de la ESI en todos lados. Para prevenir embarazos no deseados, para que se sepa sobre la elección y responsabilidad de las propias decisiones, para el autocuidado y cuidado del otro u otra. Para saber que hay chistes que no son tal, que hay formas de rotular que dañan. Para debatir y conocer más acerca de temas como estos que generan y reproducen violencia de género. Para que algún día, logremos la verdadera transformación cultural que tanto anhelamos quienes confiamos en que las cosas pueden ser de una manera diferente.
Por Luciana Avilés
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen