En Lascano 2257, en el barrio de La Paternal, está la casa en que vivieron los Maradona, entre 1977 y 1980. Hacia 2008, la compró un ex dirigente de Argentinos Juniors quien, junto a su hijo, la transformó en una especie de museo, un homenaje al mejor futbolista de todos los tiempos.
Dicen que las paredes no hablan, pero la llegada a una de las viviendas que perteneció a la familia Maradona -desde 1977 hasta 1980- remonta a una época “lejana” aunque la memoria y su contenido lo evitan. El ingreso a Lascano 2257, en el barrio de La Paternal, es un túnel en el tiempo. Y luego de la muerte del astro del fútbol mundial, todo lo que hay en ella, recrean una atmósfera tal que a veces da la impresión de que en cualquier momento sale un joven de rulos con pava en mano para matear, o te abre la puerta, como en alguna fiesta.
En la entrada recibe César, hijo de Alberto Pérez, ex Secretario General de Argentinos Juniors en 1977 cuando “Pelusa” firmó su primer contrato profesional con la institución de La Paternal, aquella que hoy sigue viviendo como barrio con la insignia y el orgullo de haber acunado al futbolista cuando era solo un joven con sueños. Como aquel gurrumín que en un video pensaba en la Copa del Mundo.
Un hall de ingreso, una estatua de Diego que lleva un crucifijo de piedra (según Pérez, estuvo en la primera pretemporada del futbolista) y la imagen de Don Diego, Doña Tota y “Pelusa” recibiendo las llaves de la casa.
A partir de ahí, ingresamos en una época rica en historias, voces, fotografías y lugares que reviven ese hogar que a fines de los 70 y principios de los 80 habitó la familia Maradona-Franco, con una radio a válvulas que suena con tangos, como le gustaban al “Diez”.
Cerca de dos mil objetos engalanan una casa que vive una transformación entre la vivienda-museo-santuario que comenzó a gestarse tras la muerte de Diego Armando, a los 60 años, el pasado 25 de noviembre.
El mobiliario de época, los ambientes rebosantes de fotos de Diego, debidamente decorados y armados por Pérez, junto con obras de la artista Liliana Rosa Dursi, la madre del joven periodista e historiador del “Diez” que recibió a Télam. Ella no pudo ver cómo su esposo compró la casa donde vivió el ídolo y que, de a poco, dejó de ser una fábrica de carteras y recuperó el alma de los Maradona, la misma que la multinacional Amazon utilizó de locación genuina para grabar la serie “Sueño bendito”, próxima a su estreno.
Entrar a la casa para muchos es un “bautismo”, una recarga energética, al punto que no pueden contener el llanto y la emoción. Uno de los lugares que mayores sensaciones acaparen para cualquier visitante es la cocina. Lugar de reunión familiar, de cobijo para “Pelusa” en los brazos de sus padres cuando César Menotti lo dejó afuera de la lista para la Copa del Mundo de 1978, pero también de alegría porque allí los Maradona escucharon la final de la Copa del Mundo en 1979, en Japón, con Diego como estrella indiscutida.
En la cocina hay más fotos, una caracterización de Diego con la camiseta de Argentinos, en fin, testimonios de la grandeza del ídolo, esa que lo llevó a sentarse de igual a igual con Pelé o Alfredo Di Stéfano.
Una larga escalera hacia la planta alta y un camino como el que recorría a diario Diego para llegar a su cuarto, perfectamente ambientado por los Pérez. Una cama con acolchado azul, los discos, el tocadiscos Winco y sus botines eternos engalanan este dormitorio que hace que quien ingrese enmudezca, pensando en los instantes que el astro pasó allí, soñando y compartiendo tiempo junto a sus hermanos. Y también con Claudia, a quien había conocido tiempo antes en Villa del Parque.
Un baño pegado al dormitorio de Diego, hay un baño que los Pérez se encargan de cuidar celosamente para mantenerlo original, aunque el fanatismo de algunos hinchas -como los napolitanos- piden por favor “que los dejen tomar asiento”.
Al costado, una bandera de Argentinos Juniors es la entrada a uno de los lugares más icónicos: el santuario. un lugar sagrado donde los visitantes ofrendan prendas, camisetas, flores, fotos y en el que por ejemplo un empleado de recolección de residuos dejó su camisa en honor a Maradona.
Diego nunca regresó a esa casa, que está a cuatro cuadras del estadio de Argentinos Juniors, que hoy lleva su nombre. Jamás pudo reencontrarse con los recuerdos del hogar que compartió con sus hermanos y con Don Diego y Doña “Tota”.
Los Pérez están orgullosos de haber recreado esa parte de la vida de un Diego pleno y lleno de vida, tal como lo disfrutó la barriada de La Paternal y al que hoy no solo lo erige como “Vecino ilustre”, sino como mito y leyenda eterna.
Por Franco Córdoba (Agencia Télam)
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