Tomar conciencia del importante movimiento que generan los eventos culturales es un dato a tener en cuenta para seguir empujando y apoyando la gestión y realización de los mismos.
Retomar la presencialidad es un gran desafío en todos los ámbitos y la puesta en escena de cualquier espectáculo no escapa a esta realidad: el empuje para salir de la virtualidad y retomar eso que era tan obvio –publico, artistas, escenario- demanda de una creatividad extrema.
Surfear las incomodidades que depara la llamada nueva normalidad también fue el desafío de la 5ta edición de Jolgorio Bariloche, la tradicional Semana Internacional de Teatro de Humor que volvió al encuentro de la gente con la calidez y la alegría que este tiempo, más que nunca, requiere.
“Fue difícil tomar la decisión. Al principio lo íbamos a hacer de manera virtual, pero después nos pareció que teníamos que recuperar la presencialidad. El jolgorio tiene intrínseca esta idea del disfrute, de pasarla bien, del reírse, de que sea jolgorioso, y la virtualidad nos daba la tranquilidad de saber de que se cumplía con un montón de normas, pero la intranquilidad de que ni para nosotros como equipo de producción, ni para los elencos, íbamos a poder ofrecer una buena experiencia”, dice Silvia Pérez Sisay, al frente de Pirconi Producciones (PP), organizadora del acontecimiento.
“Uno cuelga una obra y no sabe bien el feedback que tiene, además de que cada vez queremos ver menos cosas virtuales. Con lo cual, si bien veníamos trabajando meses antes, a cuatro semanas del festival, en una reunión con el equipo de producción, la decisión fue tirarnos a la pileta y ver qué pasaba, sabiendo que estamos en un contexto adverso desde muchos puntos de vista: el poco tiempo, los permisos, los grupos”.
Finalmente la decisión fue hacerlo presencial en espacios abiertos, lo cual también significó una demanda nueva: la mayoría de las veces los espectáculos se llevaron adelante en salas. “No sabíamos bien cómo íbamos a salir nadando”, agrega Sisay.
Grandes Brazadas
Finalmente, todos los vericuetos fueron sorteados y se llevó adelante la programación de las 20 funciones previstas con la presentación de grupos de El Bolsón, Lago Puelo, Buenos Aires, Cipolletti y Bariloche, entre otros. “Logramos superar el Tetris de incomodidades, como decíamos, entre los permisos, los lugares, la técnica, la gente que se bajaba. Pero dijimos: vamos a entregarnos a la experiencia y que la experiencia nos diga qué: esa fue la consigna como equipo de producción”.
El movimiento y la labor para un importante número de gente es un dato nada menor a la hora de considerar este tipo de eventos y las oportunidades que ofrece. En un año donde los eventos culturales se vieron gravemente afectados por la pandemia el objetivo de poner en movimiento la escena era importante.
“Lo que queríamos sostener a rajatabla era la posibilidad de que los elencos tuvieran su pago como corresponde, mantener lo que en origen les habíamos propuesto, dos funciones completas con un aporte que les significara algo sustantivo. Ese fue el eje que nos preocupó desde el inicio”. Se sumó además la posibilidad de abrir nuevos lugares y a nuevos públicos. “Finalmente se hicieron 19 de 20 funciones, que en este contexto es éxito casi completo. Fue el festival que mas cantidad de gente tuvo, todas las funciones tuvieron un mínimo de 10 personas, y algunas 120, manteniendo el protocolo”.
El clima de alegría y jolgorio logró así instalarse una vez más en la ciudad. Pero además, lleva a la reflexión la importancia de que se sigan generando este tipo de eventos, por el movimiento que significa en una cadena que se multiplica en técnicos, productores, fotógrafos, sonidistas y más que se ven involucradas directa o indirectamente. En este caso, más de 40 personas trabajaron directamente en torno a la semana del festival. “Hay una cadena de gestión compartida que está buenísima y es lo que queremos que se promueva. Todo lo que hay atrás de un festival. Pirconi Producciones es una productora independiente, autogestiva. La cara visible soy yo, pero es mucho más que mi persona, es un equipo muy amplio de gente, entre fotógrafos, técnicos, el equipo de producción, que son más o menos unas 12 o 15 personas. Hay todo un trabajo autogestivo que se va consolidando y en ese sentido, en este festival, por las características, logramos integrar esa mirada. Tuvimos experiencias compartidas muy lindas”.
– ¿Qué viene hacia adelante?
-Estamos viendo de propiciar una formación de técnicos para espacios públicos, porque es un punto flojo y nos pareció que podía ser un buen aporte a la comunidad. Queremos diseñar un proyecto, ya que el espacio público requiere una mirada distinta que la del técnico de sala. La verdad es que nos gustó la experiencia y queremos ir por más, por eso nos parece importante resolver las cuestiones técnicas.
Finalmente, el festival también dejó abierto de algún modo nuevos espacios, ya que todos los sábados se siguen haciendo encuentros artísticos en Plaza Nilpi, con la idea también de hacer algo en el barrio El Frutillar. “Es una forma de acercar la propuesta a las personas y mantener un espacio, para el artista y los barrios”, concluye Silvia.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen