El ministerio de Trabajo entregó la Personería Social a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular. El hecho representa un precedente de importancia histórica para las organizaciones sindicales de nuevo tipo. Pasado, presente y futuro de una conquista de valor incalculable hacia el futuro cercano.
Quiero saludar con toda la alegría esencial el otorgamiento de la Personería a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) como organización sindical, a pesar de la mezquindad del ministerio de Trabajo de la Nación que trata de soslayar su representación con la calificación de “Social”. No lo entiendo. Si ella existe es porque miles y miles de trabajadoras y trabajadores de la economía popular han resuelto organizarse en esta organización sindical de nuevo tipo para defender sus derechos y transformar la sociedad.
Valor que no otorga la autoridad de ningún despacho oficial sino que, esa esperanza de transformación y redención social, se gana con organización y, si es preciso, con lucha.
No es nueva esa actitud del ministerio de Trabajo, a nosotros también nos negaron durante mucho tiempo.
Fue allá en los 90 cuando la traición del PJ y la CGT a los postulados de la doctrina de nuestra cultura peronista, y sobre todo tergiversando el mandato popular, entregaron los resortes fundamentales de nuestra soberanía: Las empresas del Estado, y la desestructuración de la educación y la salud pública.
Sin embargo, emergía de esa resistencia el Congreso de Trabajadores Argentinos devenido después en Central (CTA), asumiendo que había una sola clase que organizar. Los trabajadores que viven, vivieron o quieren vivir de su trabajo.
No éramos los únicos. Al mismo tiempo nacía la Corriente Clasista y Combativa (CCC), fundándose luego, para dar cuenta de estas nuevas experiencias territoriales y productivas populares, la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (FTV).
Todavía recuerdo el final de esa segunda década infame en el 2001 provocado por la lucha incansable de nuestro pueblo que derrotó a la misma política económica del Menemismo, expresada por el Ministro Cavallo (ahora con un gobierno radical), y que se manifestó en un hecho del que se cumplen en breve 20 años.
Se firmó el primer Convenio Social en plena Ruta 3 de La Matanza, donde la Ministra de Trabajo de aquel Gobierno de la Alianza, Patricia Bullrich, satisfacía las reivindicaciones de los trabajadores del territorio representados por la FTV y la CCC, y de los trabajadores docentes y de salud de La Matanza representados por SUTEBA y ATE, respectivamente, después de 18 días del corte de Ruta.
Tuve el honor de firmar como testigo esa acta en representación de la CTA, conjuntamente con el compañero Carlos Santillán por la CCC, y vale el homenaje al fallecido Intendente de La Matanza, Alberto Ballestrini.
Comenzó otra época y al conjuro de las experiencias de los gobiernos populares vivimos una década de avances y oportunidades.
Lamentablemente nuestros errores o desaciertos en el campo popular posibilitaron, no sólo en nuestra Patria sino en toda Latinoamérica, la vuelta de esas políticas ahora sin disfraz o ropaje de pseudos movimientos populares, sino a cara descubierta y con el voto mayoritario de nuestro pueblo.
Tuvimos que emprender la resistencia, y siento orgullo (porque no decirlo) de haber acompañado a mis dirigentes de ATE y la CTA Autónoma en febrero de 2016 a gritar nuestra decisión de enfrentar esas políticas en la histórica Plaza de Mayo.
En ese año fui parte de la Marcha que los compañeros de “los Cayetanos” nos convocaron para el 7 de agosto dando origen a una confluencia de fuerzas que alumbró y fortaleció la resistencia en las calles al nefasto gobierno de Macri.
No quedó duda de que podíamos vencerlos cuando todos juntos en el 2017 dimos batalla contra el Acuerdo Fiscal que perjudicaba a nuestros jubilados, y fuimos brutalmente reprimidos, pero fue la señal del rumbo hacia su derrota en 2019.
En ese marco nació ese Congreso de la Cancha de Ferro que se planteó el desafío de organizar esta experiencia de UTEP, y que saludé en aquel tiempo, que hoy ratifico ya con la alegría de que se ha convertido en una experiencia histórica de nuestra clase.
No hace más que abonar el camino hacia una centralidad de clase que está en disputa y construcción.
Esa nueva centralidad es la que está marcando el tiempo por venir en esta década, por eso la alegría de que la vida se impone a la muerte y esa pulsión genera experiencias que, como la de la UTEP, nos hace más esperanzados en nuestros proyectos y perspectivas.
Sin dudas hay debates por venir, y formas nuevas por descubrir que superen el unicato de un modelo sindical determinado en una Ley de Asociaciones Sindicales inconstitucional a partir de 1994, y que todavía es un corsé para las ansias revolucionarias de nuestra clase.
Ellos, los patrones (Daniel Funes de Rioja), siguen defendiendo en la OIT este modelo de una CGT que está hegemonizada por sindicalistas que no sólo viven y piensan como empresarios, sino que se han convertido en empresarios.
Su poder ya no es sólo la fuerza de los trabajadores organizados, sino el valor de sus negocios. Un ejemplo son las obras sociales sindicales, donde la mayoría actúa solamente como agentes de retención para alimentar a la industria del complejo médico asistencial privado en detrimento de un Sistema Único de Salud Pública. El sindicalismo empresarial también engorda creciendo en poder con recaudaciones de cuotas sindicales especiales por firmar a la baja muchos de sus convenios colectivos de trabajo o, directamente, implementado con las patronales la afiliación compulsiva de los trabajadores.
Ojalá abramos los brazos para hermanarnos entre todas las experiencias sindicales y de trabajadores populares, construyendo esa nueva centralidad, imprescindible para fortalecer esta nueva oportunidad que nos regaló nuestro pueblo barriendo a Macri con el aluvión de sus votos.
El camino está alumbrado, y no sólo acá, lo vemos en el protagonismo de las naciones originarias que dieron marcha atrás a un golpe militar, recuperando el Estado Plurinacional de Bolivia.
La expulsión de Trump por el voto popular y el gran triunfo del pueblo chileno al derogar la Constitución de Pinochet. Todo coronado con la “frutilla del postre” de la recuperación del protagonismo de nuestro compañero Lula, primer Presidente trabajador de nuestra América.
Claro que hemos aprendido que no es sólo con los trabajadores, es con todes.
Los pueblos originarios, como decíamos. Nuestras compañeras mujeres que supieron ponerse al frente para lograr sus derechos con la marea verde y también nos mostraron que la lucha contra el patriarcado ancestral es también esencial para nuestra emancipación como comunidad.
O les jóvenes en su lucha contra el cambio climático y el futuro de la humanidad. Necesitamos a todes, pero la clase trabajadora, en una sociedad e historia como la nuestra, es esencial en la construcción de la unidad popular necesaria para la construcción de ese poder diferente y democrático que nos permita hacer realidad algo tan sencillo que supimos conseguir alguna vez: La felicidad del pueblo y la soberanía de nuestra patria.
¡Que viva la UTEP, que viva la clase trabajadora!
Por Víctor De Gennaro (Presidente del Congreso nacional de UP)
Redacción
Foto portada: Télam
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen