En el día de los maestros y las maestras, dialogamos con la profesora de Historia y Licenciada en Comunicación Social Verónica Alaniz, directora de la secundaria pública de gestión social Amuyen, de Fundación Gente Nueva, sobre los permanentes desafíos del sistema educativo.

“Empecé a trabajar de preceptora mientras estudiaba, de muy chica. Siempre bromeo sobre que hubo un solo año de mi vida en el cual no fui a la escuela”, dice Alaniz al comienzo del diálogo que se propone pensar los desafíos de la educación en un contexto de cambios cada vez más vertiginosos. 

“Los cambios son permanentes, uno no puede pensar una escuela y sostenerla para siempre. La educación es muy dinámica, tiene que proponer constantemente algo para los nuevos tiempos”, señala. “Me gusta mirarlo desde ese lado: no estar siempre pensando en dar respuesta a un contexto sino proponiendo algo para ese contexto que uno va viviendo, particularmente al trabajar con adolescencias, una etapa de la vida donde el dinamismo es permanente. De hecho, de primero a quinto año pareciera que el estudiante es otro. Nuestra tarea como educadores es algo muy artesanal”.

-Pienso en este movimiento simultáneo: a los cambios dentro del aula se suma el contexto, que también está en movimiento. ¿Cómo estar a la altura de los cambios, en el marco de la vorágine de lo que va trascurriendo?

-En las adolescencias hay muchas situaciones de vulneración de derechos, mucha soledad, que en algunos casos va nublando la potencia que la adolescencia tiene. Entonces, hay que ayudar a despejar eso para que después pueda ocurrir todo lo otro en la escuela. Muchas veces nuestra función como educadores también es acompañar esas situaciones que son difíciles. Siempre digo que, si algún día alguna vulneración de derechos me deja de conmover, es mi momento para renunciar. Porque son situaciones donde muchas veces la escuela es la referencia para que eso se pueda abordar. La escuela no puede hacer sola ese abordaje, pero sí, muchas veces, es el inicio.

-A lo largo del trayecto, cuando una mira para atrás, generalmente lo que te marca es la experiencia en torno a las relaciones humanas que se tejen en este entorno. Hoy aparece el desafío de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial.  ¿Cómo lo atraviesan?

-En la escuela estamos hace varios años haciendo mucho foco en las habilidades de cada estudiante, en trabajarlas, entendiendo que la información se puede obtener fácilmente, pero la habilidad para interpretar esa información, para analizarla, para cruzarla con diferentes variables, para elegir con qué variables la voy a cruzar, para poder hacer un análisis crítico, nos parece que es algo a aprender en la escuela. Uno le puede hacer cualquier pregunta a la inteligencia artificial y te la va a contestar, pero después va a estar en tus habilidades ver si esa respuesta es la que estás buscando, o necesitas indagar de otra manera.

-¿Cómo fortalecer el rol de los docentes, en este proceso de nuevos aprendizajes?

-Tenemos muchos puntos a favor porque somos una escuela de gestión social, bastante chica, donde podemos conocer a cada uno y cada una de los estudiantes y hay un equipo de profes que tiene mucha potencia, mucho compromiso, son un montón de aspectos positivos que mejoran nuestra tarea diaria. Todas estas cualidades nos permiten tener la parte más humana de lo educativo, porque más allá del contenido que se trabaja en la materia, del examen, de cómo se evalúa y demás, poder construir el vínculo pedagógico con cada estudiante es lo que marca la diferencia en esa historia escolar: que cada uno encuentre un docente con quien tenga confianza para contarle lo que le está pasando, que le haga preguntas curiosas sobre un tema que le interesa; docentes que inviten a estudiantes a participar de algún proyecto porque ven que su interés está por ahí. Hay mucho de lo artesanal, como decía antes, que tiene que ver con el vínculo, que me parece irremplazable. Junto con ser de gestión social nos da mucha potencia formar parte de la organización Gente Nueva. 

– ¿Qué significa ser una escuela de gestión social?

– Dentro de la provincia de Río Negro, la mayor cantidad de escuelas de gestión social está en Bariloche. Fundación Gente Nueva, aparte de Amuyen, tiene 10 escuelas más de todos los niveles, desde jardín hasta escuelas para adultos. Además, hay otras escuelas de gestión social de otras organizaciones. Todas las escuelas de gestión social son públicas y gratuitas, dependemos del Ministerio de Educación, seguimos los planes de estudios, pero todas ofrecemos algo diferente. Por ejemplo, en Amuyen tenemos talleres de aprendizaje laboral, y así cada escuela. Trabajamos con el Estado para garantizar escuelas en sectores de la ciudad, son escuelas siempre abiertas, inclusivas, tenemos la posibilidad de contratar al equipo docente, y las personas que vienen es porque eligen trabajar acá, y la escuela elige a esa persona para que trabaje en este establecimiento. Lo interesante de la gestión social es que plantea una articulación mucho más permanente, o profunda con el territorio, con la comunidad educativa, con otras organizaciones. En el barrio Virgen Misionera, Gente Nueva tiene un jardín, una primaria, una secundaria, una secundaria para personas adultas y un taller primario de oficios. Además, articulamos con la biblioteca, con el centro de salud, con el CAT, la junta vecinal, estamos muy en el territorio.

– Hoy se celebra el día del maestro y de la maestra ¿qué reflexión aparece particularmente en este momento?

-En julio tuvimos una charla con el pensador y educador Carlos Skliar, y él nos hablaba de la escuela como un recomienzo. Esa creo que era la palabra que él usaba y me parece que el desafío, si lo tuviera que sintetizar, sería eso: que la escuela sea un recomienzo para cada estudiante, una posibilidad de recomenzar una trayectoria sabiendo que no hay un único destino, que se va construyendo desde su protagonismo, con ayuda, con acompañamiento. Me parece que el desafío sería seguir sosteniendo ese gesto de ofrecer la posibilidad de que cada estudiante recomience y sepa que tiene múltiples destinos a los cuales puede ir acercándose.

-Hay un contexto muy particular, atravesado por discursos de odio extremo, ¿cómo repercuten en el aula? 

-Me parece que el contexto para educadores es complejo, porque, como tantos otros trabajos, no hay un salario acorde, porque es una tarea que, así como es tan artesanal, hay que poner el cuerpo, hay que estar en el aula y muchas veces hay que escuchar situaciones muy complejas, acompañarlas, ser muy creativos; También vivimos un contexto político social donde se habilita mucho el odio, la discriminación, como si cada quien pudiera decir cualquier cosa. Eso en la escuela también está y hay que poder hacer algo:  acá no nos vamos a hablar de cualquier manera, las frases de odio hacia otras personas no están habilitadas. En ese contexto mas general de tener cada vez menos derechos garantizados y los discursos de odio que habilitan conductas, en la escuela intentamos decir: acá no, si viste en la tele que se puede decir cualquier cosa, acá no, acá nos vamos a tratar bien. A la vez, sigue habiendo muchas ganas, fuerzas para seguir, pensándonos, haciéndonos preguntas, generando propuestas. Trabajar con adolescencias te mantiene todo el tiempo con otra energía. Y eso me parece que está bueno.

Con respecto al 11 de septiembre y el día del maestro y la maestra, Verónica también recuerda el asesinato de Carlos Fuentealba en la represión de abril del 2007 durante el gobierno de Jorge Sobisch. En ese sentido, también es un día para recordar la lucha inclaudicable de los docentes por garantizar una educación pública de calidad, con salarios dignos y mejores condiciones laborales, una lucha que sigue en pie en estos días.  

Por Violeta Moraga

Colectivo de Comunicación Popular Al Margen

¿Te gusto la nota? Compartiendola nos ayudas a disputar sentido y difundir otras voces.