Hablar de infancias en plural nos resuena a la vieja usanza, al gustito de la nostalgia, al sabor materno de la garrapiñada y al postre de manzanas acarameladas. Pero hablar de infancias también nos remonta a tiempos imprecisos donde habita el no olvido del desconcierto de las huellas de lo traumático de las niñeces excluidas, abusadas, abandonadas, segregadas y estigmatizadas.

Las infancias enfrentan hoy en Argentina un modelo regresivo en materia de derechos adquiridos. Foto: Duke.

Es por eso que hablar de las infancias nos transporta a una historia en singular, que se escribe en la trama de las Infancias situadas en plural en un contexto histórico político y social particular.

Los avatares de la infancia anidan en cajitas musicales y en las sutilezas del lustre de los primeros botines, en el intercambio de las figuritas del mundial y en la sortija que te espera por alcanzar. O quizás se esconden entre las muñecas que juegan por última vez como por vez primera, o te recuerdan al calorcito del osito azul que se pierde entre los relojes de arena o entre el sabor amargo de la despedida del patio de la escuela.

Soy porque somos

La psicoanalista Anne Duffourmantelle en su libro En caso de amor: Psicopatología de la vida amorosa, refiere que en el comienzo el bebé es llevado, envuelto por el cuerpo, la voz, el calor, la alimentación y el sueño de un otro. Se podría advertir, que cada sujeto es en tanto existió un otro de los primeros cuidados, que nos dió el don de un nombre, y nos abrió la puerta al mundo simbólico para salir a jugar. Nos abrazó con el manto del lenguaje, y en el mejor de los casos nos transmitió provisiones tales como un salvavidas que nos permita nadar a contracorriente y salir a flote, y evadirnos del naufragio en época de tempestades.

Las infancias mapuche que en muchos caso no pueden habitar su propio territorio y cosmovisión. Foto: Euge Neme.

Las Infancias en plural

A días de celebrar el Día de las Infancias en la Argentina, un nuevo decreto presidencial que lleva el número 562/2025 publicado en el Boletín Oficial declara Día del Niño al tercer domingo del mes de agosto de cada año. Esta declaración de principios deja por fuera a otras niñeces e invisibiliza a aquellas que no se autoperciben en tanto niño.

Las infancias se transitan en modo singular porque ninguna es igual a la otra. Lo inimaginable de lo que queda de las infancias que duelen en Gaza no se transita en las mismas coordenadas que las infancias de los pueblos originarios despojadas de su lengua materna. La desolación de habitar la infancia en situación de calle y las crianzas hambreadas en alza son más que un número expresado en el índice de inseguridad alimentaria, que en sus formas extremas se expresa en la desnutrición infantil. Las infancias que cuidan las infancias de sus hermanxs, las infancias atemorizadas por los monstruos y las que conviven con el monstruo. Las infancias sin tickets para las excursiones al mundo de zamba que coexisten con las infancias con capacidades diferentes injustamente ajustadas, y las infancias trans segregadas por los discursos de odio de la ultraderecha neoliberal persisten como las infancias desesperadas en la Sala de espera en el Hospital Nacional de Pediatría Garrahan.

En Gaza los niños mueren por el hambre o las bombas israelíes. Foto: MAHMUD HAMS

El juego como resistencia en un tiempo no apurado

La infancia es el escenario donde todo sucede por primera vez. Es el territorio donde se descubre la amistad en la contraseña de una mirada que te salva de las pantallas. Es el cielo azul celeste donde revuela el barrilete y la tierra que aloja tus rodillas de la bici sin rueditas. Es la bufanda que abriga a tu muñeco de nieve y el cartón que te transporta a la pendiente. Es el ojo inquieto que selecciona las 5 piedritas para jugar a la payana y la libertad de un diente de león en su vuelo. Es la caracola que sabe a mar y la gota que rebalsa el baldecito de sal. Sin embargo, el juego es un espacio transicional entre el mundo interno y la realidad externa. Es un espacio en el cual se descargan fantasías y se elaboran situaciones de la realidad.

El Jugar no tiene valor de mercado

Jugar no es del orden de los costos sólo requiere de una inversión libidinal. Tampoco es del orden de lo normativo, requiere del desorden y del caos creativo.

Es por eso que es invaluable en términos monetarios. Se asemeja al sabor a tutti frutti del gustito de compartir, a la adrenalina del ring raje, a la conmoción del Cigarrillo 43, a lo azaroso de lo que toca toca, a la colección improductiva de bichos bolita encontrados en el jardín, y cuando todo se derrumba se apela a la construcción con ramitas y hojas secas (por fuera del circuito inmobiliario) de un refugio que te protege de los miedos.

El “te juego” abre la puerta a una conversación con códigos y reglas a inventar, a romper y a respetar. Implica que algo se pone en juego. Lo lúdico instala un tiempo de contemplación, de oda a la lentitud que habilita a tolerar la frustración sostenida en una ficción. Nos invita a esperar un turno, a lo que se cocina a fuego lento, y a las segundas oportunidades de la revancha y de la ambiciosa picardía sin escala del quiero re truco en una jugada. Al no las que arranca con la mancha y al pica que termina con la escondida. Al cante pri y al intercambio de las figuritas con el late no late. Al derribar el yenga y volverlo a empezar, a encontrar la última pieza del rompecabezas, y al puchero del punto de basta de un contundente no juego más.

Siguiendo con Anne Duffourmantelle, se necesita de una infancia tranquila que envuelva nuestros pasos, un poco de dulzura acumulada, de tiempo para nada, aburrimiento, amor libre e imágenes vivaces en los ojos. Entonces, conjugar el verbo jugar tiene efectos y consecuencias. Es la secuencia en la que se basa la socialización. Como diría el Indio Solari: Vivir solo cuesta vida, y jugar no cotiza en la bolsa. Me pregunto, ¿cuál es el costo en la constitución subjetiva de un niño si se lo priva de jugar?

En los barrios de Bariloche la pobreza alcanza a mas de la mitad de niños y niñas. Foto: Duke.

Que no se queden dormidos los sueños

La infancia es el espacio construido por el deseo de quienes ocupan la función de madres/ padres. Quizás sea la infancia la brújula que nos permita navegar en barquitos de papel y volver a bucear en las aguas profundas de lo inédito por advenir, ¿qué gestos espontáneos y de asombrosa ingenuidad sostienen hoy tu infancia al infinito y más allá?

Si las infancias son tantas cosas que es todo un desafío, que el desafío no sea todo sino que sea un acertijo a descifrar, ¿cómo generar ficciones que se entrelacen como fotogramas de un porvenir con tinta de esperanza?

Si las familias tienen sueños, ¿cómo generar microclimas que despierten los sueños?

Por Romina Moschella (Psicoanalista @rominamoschella_)

Foto portada: Eugenia Neme

Colectivo de Comunicación Popular Al Margen

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