Mientras nos perdemos en el debate “Día de las Infancias” -que regía desde 2020- o “Día del Niño” -restablecido por el gobierno nacional el 6 de agosto último- en la Argentina, en el segundo semestre de 2024 (última información disponible), según Unicef, el 52,7% de las niñas y los niños de 0 a 17 años estaba en situación de pobreza. Es decir, vivían en hogares cuyos ingresos no alcanzaban para cubrir la canasta básica total.

Las infancias son diversas y la mitad condenadas a la pobreza. Foto: Alejandra Bartoliche

Las infancias son diversas, porque existen múltiples formas de ser niño o niña. Pero en Argentina estamos condenando a más de la mitad a vivir la infancia de una sola forma: en la pobreza. Esto se traduce en un niño o niña con dolor de panza por el hambre -con comidas salteadas-, con frío, con enfermedad, con pocas posibilidades de aprender y con lazos familiares y sociales rotos o dañados.

Según Rafael Ramírez Mesec, representante de Unicef en Argentina, “las transferencias monetarias -como la Asignación Universal por Hijo y programas similares- juegan un papel clave en la contención de la pobreza extrema. Sin ellas, la tasa de indigencia en la niñez sería 10 puntos porcentuales más elevada, lo que implica que más de 1 millón de niñas y niños evitaron caer en la indigencia gracias a los ingresos que estos programas les proporcionaron a las familias en el segundo semestre de 2024”.

En los primeros cinco meses de 2025, según la misma fuente, el presupuesto de niñez que ejecutó el gobierno nacional aumentó un 15% en términos reales respecto del ejecutado en el mismo período de 2024. Pero disminuyeron el presupuesto destinado a políticas de salud y de fortalecimiento de los servicios de educación y cuidado para la primera infancia: “Entre otras, la asignación de becas escolares cayó un 35%; el presupuesto asignado a salud se contrajo en un 21%; el Plan Nacional de Primera Infancia, en un 50%”, se detalla en el informe de Unicef.

Pero las carencias no siempre tienen que ver con el nivel socio-económico de las familias en las que crecen los niños, niñas y adolescentes. La cantidad de horas madre/padre en muchos casos se redujo por distintos motivos y fue reemplazada por tecnología y otro tipo de relaciones y lazos con códigos que los adultos a veces desconocemos.

De acuerdo con los datos que se desprenden del informe “Kids Online Argentina 2025”, elaborado por Unicef, la mitad de los niños, niñas y adolescentes de la Argentina percibe tener algún tipo de uso problemático relacionado con internet, celulares o videojuegos. Concretamente, el estudio reveló que el 47% tuvo contacto con desconocidos online y el 24% de los adolescentes apostó dinero en internet.

Al salir del país y posar la vista en otras latitudes nos encontramos con las infancias que son víctima de las guerras irracionales que proponen adultos poderosos e irracionales. Desde hace semanas, las imágenes de niños suplicando por un plato de comida en Gaza no logran conmover del todo al mundo que observa la crueldad y la destrucción de miles de vidas con total enajenamiento. Niños, niñas y adolescentes rusos, ucranianos, israelíes, gazatíes y de muchos otros sitios que no van a llegar a ser adultos.

En una película que vi alguna vez y que no recuerdo el argumento, uno de los personajes decía “cuando muere un adulto, muere el pasado. Cuando muere un niño, muere el futuro”. Cuidémoslos, es lo que esperan y lo que merecen.

Por Ximena Linares Calvo

Colectivo de Comunicación Popular Al Margen

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