Germán Palacios, el actor de larga trayectoria protagonista de Tumberos y de Art, conversó con Al Margen sobre el presente de la industria audiovisual y del teatro y del desembarco en Bariloche de la gira nacional de El hombre inesperado, una obra que interpreta y dirige junto a Inés Estévez.

El viernes 15 de agosto en La Baita, Inés Estévez y Germán Palacios presentarán “El hombre inesperado”, una obra llena de poesía, humor, inteligencia y misterio, con exitosa afluencia de público en el Teatro Maipo de Buenos Aires durante los últimos meses. Ese fin de semana, también, actuarán en Villa La Angostura y en San Martín de los Andes. Ambos actores de larga trayectoria en televisión, cine y teatro, dirigen esta dramaturgia escrita por Yasmina Reza, la misma autora de Art, la multi-premiada obra protagonizada por Ricardo Darín, Oscar Martínez y Germán Palacios, presentada en Bariloche 22 años atrás.
—De nuevo en la región.
—Así es. Hace mes y medio que iniciamos una gira nacional, con un productor que trabaja muy bien; el fin de semana pasado, por ejemplo, estuvimos en Entre Ríos. El espectáculo habla de un viaje en tren y, de alguna manera, está pensado para viajar. Defendimos mucho la idea de que la presentación sea la misma en cualquier escenario: nos mandamos con una puesta en escena minimalista, aunque con una estética determinada.
—Llega poco teatro de Buenos Aires a la ciudad.
—Tiene un valor muy grande para todos nosotros acercarnos a otros lugares, descentralizar Buenos Aires. A mí particularmente me gustan muchísimo las giras. Conocí en el interior de Argentina unos teatros increíbles. Antes se fundaban ciudades y los italianos y españoles hacían rápidamente una señora sala. Por otro lado me gusta el intercambio con la gente, mostrarme a nuevos públicos para quienes el teatro tiene un sentido diferente.
—Tu última vez en Bariloche fue con Art.
—Así es, con Ricardo Darín y Oscar Martínez, en el salón de un hotel.
—En el Hotel Panamericano, año 2003.
—Hace bastante.
—No sabía que la autora de El hombre inesperado es la misma de Art, Yasmina Reza.
—Efectivamente. Hicimos 12 años Art: una obra muy importante para nosotros, que nos permitió adquirir un conocimiento muy grande de esa autora francesa, que es la contemporánea más importante viva en el mundo. Esta obra fue escrita más o menos por la época de Art, tal vez un poquito antes, y no es de las más conocidas de la autora. Yo sabía de su existencia, pero nunca la había leído ni la había visto. Se hizo una versión en Buenos Aires en 2008, con Luis Brandoni y Betiana Blum, pero en ese momento yo vivía en España, no pude verla. Me topé luego con el libro y la verdad es que me enamoré. Yasmina es una autora que tiene una característica muy particular: un humor muy propio. Es una autora moderna que trabaja con conflictos aparentemente simples, profundizando en ellos hasta meterse en grandes temas. Al día siguiente me puse a estudiarla y cuando hubo que sumar a la actriz, una elección realmente difícil, porque no es para cualquiera el papel, pensé en Inés (Estévez), que admiro y quiero mucho. Apenas la llamé, dijo que sí.
—La dirigen ustedes.
—Al cabo de un par de meses de estar trabajándola decidimos dirigirla, porque coincidimos tanto en la lectura del material y hacia dónde queríamos llevarlo, que fluyó.

—¿De qué se trata?
—Es un viaje en tren de París a Frankfurt, donde un autor consagrado que está en crisis con la vida, puteando en todos los idiomas, contra la escritura, contra el paso del tiempo, contra sus relaciones sentimentales, contra el sexo, contra todo, se cruza con una admiradora que, prácticamente, se forjó leyendo su obra. Cuando ella nota que va a viajar en un compartimento a metro y medio de distancia de él, entra en crisis, no sabe qué hacer, hasta que finalmente decide sentarse enfrente. Él está en su mundo y ella no para de pensar en cómo abordarlo. La maestría de la autora es poner al espectador a compartir el viaje como una especie de voyeur, mientras ellos se van vinculando a través de los pensamientos, con mucho humor, poesía y profundidad, hasta que sucede algo. Es una obra de teatro escrita cuando la telefonía celular no existía.
—Ni tampoco las redes sociales, con lo cual el encuentro físico debe adquirir otra dimensión.
—Exacto. Se celebra mucho eso. Parece un dato menor. Te pone como espectador y como escucha, en un momento en que el teléfono ya es un personaje más en la dramaturgia.
—¿Cómo está la industria del teatro?
—Muy bien, porque el teatro es el refugio de todos los actores. Como en todos los momentos de crisis, está híper poblado, hay mucha oferta del teatro comercial, independiente y oficial. Lo maravilloso es que también hay público: eso es lo sorprendente de Argentina, en particular de Buenos Aires como plaza. El actor argentino ante la adversidad propone. Para mí eso está buenísimo, porque siempre surgen cosas nuevas.
—¿Y en televisión y cine?
—El trabajo audiovisual está totalmente acotado: son unas pocas series de plataformas las que ofrecen trabajo para unos pocos actores.

—El teatro tiene más espalda que el cine, ¿no?
—El cine es patrimonio cultural de los países, en todos lados está avalado por el Estado. En el caso del teatro, el comercial está sujeto a intereses particulares; el oficial (que es un recorte de lo que es el gran teatro) siempre puede apelar a un subsidio; y el resto está sujeto a la producción independiente, porque el creador independiente no pide permiso y se arregla con lo que tiene. Si nadie hubiese querido producir esta obra que estamos presentando, la iba a producir yo. Rompo el chanchito, compro los derechos, a lo mejor armo una cooperativa, contrato gente, siempre hay un resquicio por dónde ir. Pero financiarse una película o una serie es muy difícil. Son presupuestos muy grandes. Otra cosa que siempre destaco, porque me parece buenísimo como fenómeno de época, es la figura del actor dispuesto a escribir su dramaturgia. Cuando me formaron como actor creativo, aprendí a tener opinión, pero no era común escribir dramaturgia. De unos años a esta parte, los jóvenes actores escriben sus propias cosas y eso me parece realmente un avance tremendo.
Antes de cortar la llamada, Germán Palacios aprovecha a invitar al público a realizar un intercambio al final de la función. “Tiene mucho sentido para nosotros”, dice.
Por Redacción
Colectivo de Comunicación Popular al Margen
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