En el corazón del barrio Virgen Misionera, el Centro Cultural El Negro multiplica propuestas para abrigar este invierno con talleres, funciones y encuentros, cumpliendo con el deseo profundo de mantener las puertas abiertas durante las vacaciones para llenar el barrio de alegría, comunidad y arte.

“La mayoría somos docentes y el corte es necesario, pero a la vez, queríamos encontrar el equilibrio para que el espacio siga abierto, que fue el espíritu por el cual se abre el centro cultural: que la escuela no permaneciera cerrada durante épocas de vacaciones. En esa lógica, el ciclo infantil va de esa mano, con propuestas en horarios que pueda concurrir toda la familia, permitiendo que el espacio en el barrio continúe con esa vida que tiene diariamente durante el año”, dice Rosario Hintze, parte del Centro Cultural El Negro Currulef (Angelelli 7350).
Desde de su creación en enero de 2024, impulsado por docentes, vecinos y trabajadores de la cultura, El Negro se propuso ser un espacio de contención y pertenencia abierto a la comunidad. “Nace entre un sueño y una cosa media loca que no sabíamos si íbamos a lograr, pero sucedió: hubo comunidad semilla para que hagamos un centro cultural que después se unió con una necesidad que teníamos varios de los que trabajamos en escuelas: llega enero y las escuelas se cierran, y sabemos que somos un espacio de referencia, de contención. Ese fue un poco el impulso, sumado a que se consiguió un equipamiento que nos dio la excusa para decir: abramos el centro cultural“.

La cultura es trinchera
El Negro funciona como anexo de la escuela Virgen Misionera, principalmente en el gimnasio y otros espacios que cobran nueva vida después de las 16.00, cuando los estudiantes se retiran, de lunes a jueves, con talleres para adolescencia, infancias y adultos como boxeo, yoga, salsa, improvisación teatral, rap, cerámica, y más.
Algunos siguen durante las vacaciones; otros hacen una pausa. Pero el espíritu del centro es no cerrarse del todo, especialmente en invierno, cuando más se necesitan redes que abracen. “Nos organizamos para que siempre haya algo, aunque sea un ciclo, una propuesta para infancias, algo que diga: seguimos estando acá”. En el camino se fue sumando gente del ámbito de la cultura y del arte, del teatro, de la música, que ayudan a impulsar el proyecto.
Así, este invierno El Negro ofrece una agenda pensada especialmente para las infancias y sus familias. Ciclos teatrales, funciones especiales los domingos, talleres abiertos y propuestas a la gorra, donde quien puede colabora y quien no, también es bienvenido. “El fin es solidario, y eso tiene que ser claro. Este espacio existe para abrir, no para restringir, si bien la gorra ayuda a que lo podamos sostener”.
En este marco, especialmente los domingos se intenta que sean domingos infantiles y las propuestas son mucho más temprano. “Ahí es donde vemos que también hay mucha más presencia de los chicos y las chicas del barrio”.
Así, este proyecto de un establecimiento educativo escuela, que comenzó en los 80 a la par del crecimiento del barrio, crece con nuevas alas que se abren a la comunidad construyendo y tejiendo los lazos que están en el inicio, en ese abrir puertas y un movimiento que va armando red, permitiendo habitar el barrio desde otros lugares, no solo para la misma gente que lo habita, sino para gente que por lo general no llegaría.

“Es un barrio hermoso, que es histórico, que tiene un montón para para mostrar, para dar y que muchas veces sale en las noticias por alguna cosa que no es buena, y hay mucho prejuicio porque, incluso, muchas veces quedan noticias pegadas al barrio que no tienen que ver con el barrio”, agrega Rosario. “Nos parece que el centro cultural viene como a mostrar todo eso otro que es el barrio. Es muy lindo que esto esté pasando y son también los vecinos más antiguos quienes recuerdan que un centro cultural era también lo que el negro Currulef quería. Virgen Misionera tiene un espíritu comunitario muy fuerte, que es hermoso”.
Así, en un contexto complejo, con frentes abiertos por todos lados, El Negro es faro, abrazo y trinchera, insistiendo en la alegría, en lo compartido, en lo humano. “La batalla que damos es de la alegría. Si algo se genera cuando uno viene es una sensación de un espacio alegre, donde se siente bien, donde la pasamos bien. Yo creo que eso ya es un montón, llegar a un espacio donde te reciben”, continúa Rosario.
“Después, respecto a la cultura y al Negro en particular, lo principal es la intención de alojar: poder encontrarnos y sentirnos sostenidos y sostenidas por algo que hacemos entre todos, pero la vez que si no estuviéramos quienes estamos no podría suceder. Tiene que ver con la posibilidad de protagonismo que nos da la cultura de sentirnos parte de una comunidad, pero no desdibujados en lo propio. Además, trabajamos en conjunto con espacios de adolescencias y también con infancias, talleres que lo que buscan principalmente es poder estar en un espacio que cuida. En estos contextos donde la infancia y la adolescencia están tan vulnerables, y a la vez están desprotegidos y lanzados a un mundo que parece cada vez más feroz y cruel, poder generar espacios donde puedan ser niños y adolescentes es un montón. Creo que la cultura tiene esa potencia”.
Así, El Negro convoca a vecinos, artistas, niños, niñas y a quienes quiera sumarse a participar: este invierno hay programación, pero, sobre todo, hay comunidad.
Por Violeta Moraga
Colectivo de Comunicación Popular Al Margen
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