Federico Zapata es politólogo, co director de la Consultora Escenarios, editor de Panamá Revista y director general de la revista Supernova. En esta entrevista, describe la geopolítica argentina que tiene al AMBA como epicentro, la fermentación de un país confederal y su apuesta por un nuevo orden nacional.

—Hay dos definiciones tuyas en Panamá Revista bien espesas. Una es que las últimas elecciones profundizaron la tendencia a la desaparición conceptual de los partidos nacionales como organizadores del poder electoral y estructuras uniformes de representación, una tendencia a la ruptura en la cadena de mando de los partidos políticos mayoritarios. ¿Por qué sucede esto?
—El acelerador de todo esto es el proceso nacional que lidera Milei, una especie de ladrillo que la sociedad eligió para destruir un orden político que la sociedad entendía que le servía a la política, pero no a ella. Lo segundo es que efectivamente Milei está operando con pocas resistencias en esa desarticulación del orden pos convertibilidad, básicamente porque los liderazgos de ese orden estaban en una profunda crisis, sobre todo de cara a la sociedad. Me refiero al liderazgo de Mauricio Macri y de Cristina Kirchner. Sobre todo en el peronismo, porque La Libertad Avanza absorbió la sociología y a una parte de los dirigentes políticos del Pro y del radicalismo a nivel nacional. Y en el caso del peronismo, la crisis está afincada en que en los últimos 20 años dio misas de espalda al pueblo. La forma de ascenso en esa organización era caerle bien a Cristina o que Cristina te diga que sí o que no. Cuando se corre a Cristina de la escena electoral, queda un partido muy débil desde el punto de vista de sus referencias electorales. Es un partido tan AMBA-centrado, con el resto de los peronismos nacionales prácticamente confederados. Cada uno está haciendo la suya, intentando ver cómo sobrevive en su territorio, despreocupado de la cuestión nacional. Es un fenómeno que arrancó en 2001, que tuvo una pausa con la emergencia de dos liderazgos y de dos coaliciones y que a través del gran fracaso económico de los últimos 13 años acelera a partir de Milei la descomposición de Juntos por el Cambio y el corrimiento del liderazgo de Cristina Kirchner de la oferta electoral.
—Otra de tus frases interpelantes es cuando decís que desde el punto de vista partidario el concepto de nación directamente no existe más. Si uno pensara la construcción de nacionalidad de arriba hacia abajo, implicaría que asistimos a una hecatombe.
—Lo que inaugura el proceso de 2023 es la ruptura del poder nacional, del ideario nacional, de los liderazgos nacionales y del patrón de acumulación que sostiene el tinglado nacional. Yo soy muy escéptico de que eso pueda reconstruirse desde arriba: la idea de que va a haber un acuerdo de gobernadores que van a generar una alternativa nacional. En un Estado nacional en descomposición, los gobernadores se transforman en algo así como en intendentes jerarquizados: están hoy pensados y construidos para gestionar su propio territorio y no para resolver el problema nacional. Por más que muchos de ellos puedan ser parte de una solución, no son la condición suficiente. Entonces, a mí me parece que si uno no hace política en este contexto, probablemente Argentina va camino a un escenario más del tipo confederal o a un escenario de hipótesis de descomposición geopolítica. Y si uno hace política, lo que debiera empujarse desde abajo es una especie de movimiento patriótico que devuelva a la sociedad argentina un sentido de importancia del Estado nacional, del rol de la nacionalidad, que es lo que se ha puesto en crisis en estos últimos 20 años. Tiene que ser una gesta con la emergencia de nuevos liderazgos de la sociedad civil, empresarios, de fuerzas políticas, gremiales, etcétera, que implique con mucha generosidad armar una plataforma nacional de convergencia hacia el 2027 con epicentro en la reconstrucción de un Estado y una nación, que implique jerarquizar y beneficiar a la sociedad.

—Así como hay un Estado nacional en descomposición, según decís, es paradójico que los liderazgos provinciales sean muy débiles. Antes existía una liga de gobernadores, ya no. En la Patagonia intentó constituirse una liga a partir de la asunción de Milei, fracasó.
—Yo creo que es un proceso complementario. Ellos tenían la ilusión de que la descomposición del orden nacional los volvería súper gobernadores y en realidad, como son parte de un territorio nacional federal, la descomposición del orden nacional los vuelve, como te decía, intendentes jerarquizados. En lugar de empoderarlos, los desapodera. Estaban mucho más empoderados cuando existía un proyecto nacional, un Estado nacional con el que poder sentarse a negociar. Los que creen que la descomposición nacional empodera a los gobernadores, creo tienen una mirada equivocada. Yo creo que los gobernadores en la Argentina tienen poder en tanto y en cuanto exista un poder nacional funcionando. Porque Argentina es un Estado federal, no es un Estado confederal. No es fácil salir, eh. Cuando uno habla con ellos, cuando uno recorre las provincias y habla con los gobernadores, ve también que este es un proceso largo, no es que Milei apretó un botón, es algo que se venía cocinando a fuego lento. Uno ve también liderazgos muy potentes local, territorial y provincialmente, algunos incluso jóvenes, nuevos también, así tan nuevos como Milei, pero con una mirada ausente de la discusión nacional. En todo caso lo nacional es como una relación paritaria, pero no tienen una preocupación sobre la discusión de un orden nacional. Eso me parece extremadamente preocupante, porque si asistimos a la descomposición de los liderazgos nacionales y los liderazgos provinciales no están formateados para poder plantear una discusión nacional, queda un vacío entre quienes queremos un proyecto nacional que, entendemos, alguien tiene que llenar.
—¿Cómo se cuela en este debate la distribución federal de los recursos nacionales?
—Es parte de la discusión sobre la Argentina: quién recauda, cómo se recauda, para qué se recauda. En el viejo orden estaba saldada: implicaba un super empoderamiento del Estado nacional bajo la idea del “Estado te salva”, que ha entrado en crisis. Si el Estado que hacía todo o tenía pretensiones de hacer todo generaba crisis, producía inflación, producía desorden macroeconómico, producía estancamiento económico, producía empobrecimiento, informalidad, etcétera, obviamente se pone en cuestionamiento los fundamentos de la legitimidad de ese sistema que existía. ¿Qué tenemos para reemplazar eso? Todavía nada; tenemos algunas ideas sueltas, pero ninguna certeza. En el RIGI no queda claro cuál es el beneficio impositivo para los estados municipales ni provinciales. Tenemos un sistema lleno de impuestos, de contraposiciones, de ingresos brutos que es el peor impuesto de la galaxia, retenciones. Parte del ordenamiento en caso de que vuelva a haber una idea de Argentina, una idea de nación, es generar un sistema de recaudación impositiva mucho más transparente.
—El gobierno nacional está por concesionar el mantenimiento de las hidroeléctricas en territorio de Río Negro y Neuquén. A pesar de que la Constitución garantiza para las provincias el dominio original de los recursos naturales, éstas son tratadas como actores de reparto. La Constitución es letra muerta.
—No soy un especialista tributario, pero no soy defensor del concepto de regalías de las provincias. Entiendo que Menem las diseñó para llevarse la reforma constitucional y su posible reelección, pero es como si la región centro quisiera cobrar regalías por la optimización de la tierra. Siempre me pareció un concepto complicado desde el punto de vista nacional. Ahora bien, también es cierto que el esquema tributario que existe es absolutamente desfavorable a las provincias. No sé si tiene una salida la discusión, no sé si tiene una salida con un nuevo pacto fiscal, no sé si tiene una salida a través de una reforma constitucional. Lo que sí me parece es que Argentina necesita un reordenamiento muy radical de eso, muy honesto, en que prevalezca la mirada de lo nacional, del desarrollo de los territorios por sobre las miradas más mezquinas de un lado y del otro.

—Sostenés que la región centro del país no pudo transformar su poder económico en la construcción de un poder político efectivo, en oposición a lo que sí ocurrió con el AMBA. ¿Por qué?
—Creo que el proceso de consolidación del AMBA como epicentro geopolítico de la Argentina tiene algunas secuencias muy importantes. La primera, te diría, es la reforma del ’94 que al disolver el colegio electoral, que era la forma de elección que garantizaba el federalismo en la Argentina, le dio una sobredimensión al poder político de la provincia de Buenos Aires. Hasta ese momento la provincia de Buenos Aires era muy importante. A partir de la reforma pasa a ser determinante, o sea, casi no hay proyecto nacional si uno no tiene una pata fuerte en la provincia de Buenos Aires. La segunda es la crisis de 2001, que es una crisis de modelo de acumulación y de coalición empresarial. La tercera es que esa crisis implica empoderar a una especie de revival de lo que había sido el estado fordista en el siglo XX de la Argentina en alianza con industrialistas mercado internistas localizados en el AMBA. Entonces se monta un Estado por la vía de la extracción de la renta extraordinaria que produce el boom de los commodities, sobre todo de la región centro. Como ese sector fordista ya no solucionaba el problema del empleo, en lugar de incorporar a los sectores trabajadores consolida una alianza con sectores informales –movimientos sociales- que deberían gestionar en teoría la informalidad. El cuarto, que a veces pasa desapercibido, es la consolidación en el AMBA de los grupos mediáticos a nivel nacional, que entre 2000 y 2008 (hoy hablar de esto parece una antigüedad, porque después de 2008 se produjo una revolución tecnológica y esos medios perdieron poder abrumadoramente), van a tener un poder tremendo y por lo tanto la información, la comunicación, las agendas van a ser profundamente AMBA-centradas. Yo siempre cuento una anécdota con mi abuela en Villa Dolores, Córdoba, diciéndome que estaba preocupada por los piquetes cuando en Villa Dolores nunca existieron. Si repasás esas cuatro dinámicas, tenés una crisis de modelo de acumulación y del Estado fordista que explotan en 2023, o sea esa pata ya no la tenés. Tenés una crisis de los medios de comunicación tradicionales, con la emergencia de la revolución digital, o sea que esta pata la tenés también relativizada. Tenés una crisis de los dos sistemas coalicionales que tenían su liderazgo en el AMBA, o sea el PRO descabezado y el kirchnerismo refugiado en la tercera sección, hoy con Cristina fuera de la carrera electoral. Entonces ese sistema AMBA-centrado es el motor de la crisis, el epicentro de la crisis. Yo no creo que pueda ser por lo tanto la resolución de la crisis.
—¿Qué indica el nivel de ausentismo electoral en los primeros comicios del año? ¿Lo ves como un fenómeno que va a replicarse en todas las provincias?
—Nuestra lectura de lo que hemos ido viendo en diversos focos a lo largo del año, es que es parte del mismo proceso que trajo Milei al poder. Nosotros decimos que el clivaje más relevante que tiene Argentina es el clivaje casta – no casta, que Milei le puso nombre pero es un clivaje previo y causal de Milei, independiente a Milei, él no tiene el copyright de eso y por lo tanto también se le puede volver en contra. Lo primero que estamos viendo a lo largo de las elecciones del 2025 es una masa de votantes, sobre todo ex votantes de Juntos por el Cambio y algunos votantes jóvenes que no están encontrando respuestas en Milei, pero tampoco la quieren buscar en los actores del orden viejo. Entonces ahí queda un espinel de representación social y política, que una política inteligente podría capitalizar para que esos segmentos de la sociedad vuelvan a reconectarse. Obviamente eso implica mucha originalidad. En parte es una oportunidad para una nueva posición, pero probablemente como en el 2025 no haya tiempo para construir una nueva oposición, probablemente sea un fenómeno que vamos a ver presente a lo largo de todo el año.
Por Pablo Bassi
Colectivo de Comunicación Popular Al Margen
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