Nunca antes un cura americano había llegado a ser jefe de la Iglesia Católica. En el último tiempo abanderó casi en la soledad del liderazgo mundial la lucha contra la violencia de la derecha.

Durante la visita de Francisco a Chile, la mamá de Rafita Nahuel viajó de Bariloche al encuentro.

Francisco fue también un líder político que predicó con la palabra, como todos, pero a diferencia de otros líderes predicó también con ejemplos poderosos. En 2014 el Vaticano organizó el primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Desfilaron por la Basílica de San Pedro cartoneros, artesanos, feriantes, y el Papa puso en agenda la demanda de los pobres organizados (Tierra Techo Trabajo) e introdujo el concepto de la cultura del descarte: considerar al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y después tirar.

Cuando la Prefectura Naval mató a Rafael Nahuel en Villa Mascardi en 2017 como corolario de una persecución gansteril de fuerzas federales, Francisco ordenó al obispo Juan José Chaparro la construcción de una mesa de diálogo multisectorial para frenar la violencia estatal. Patricia Bullrich –por entonces también ministra de Seguridad- estaba envalentonada. Antes de la desaparición de Santiago Maldonado había comenzado a acusar al movimiento indígena de terrorista. La intervención del Papa llegó a tiempo, la tensión comenzó a descomprimir.

A los pocos meses, en enero de 2018, Francisco visitó Chile y recibió en un gesto de humanidad a Graciela Salvo, madre de Rafael Nahuel; a Ezequiel Palavecino, integrante de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bariloche; y a Cristina Martin, integrante de la Pastoral Social Católica. Frente a los actos de vandalismo en la iglesia de Bariloche y El Bolsón y la propiedad del Obispado de San Isidro sobre Ruta 40 no respondió con contraofensivas judiciales. Puso la otra mejilla.

La imagen de Francisco a lo largo del papado comenzó a contrastar muy fuerte con la de los ricos que piden desregulaciones, con la violencia de líderes de derecha, con la discriminación a las minorías. El Papa además de recibir a descartados y pobres también recibió a integrantes de la comunidad LGTB para decirles que nadie podía rechazar su pertenencia a la iglesia que condujo por doce años.

Queda en su legado cuatro cartas dirigidas a los cristianos y denominadas encíclicas -la segunda de ellas, Laudato Si’, de 2015, considerado por los fieles un documento conmovedor, a quienes encomienda la lucha moral y activa contra la crisis ecológica y la injusticia social-, las imágenes suyas en una Plaza de San Pedro vacía, de noche, bajo la lluvia, orando por los muertos durante los primeros días de la pandemia, el hagan ruido, el luchen por sus derechos.

Equipo de Comunicación Popular Al Margen:

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