El desamparo une los hilos de un territorio donde acecha e insiste la codicia colonial y la interseccionalidad se ramifica en las historias que se entrelazan en los relatos de mujeres y disidencias.

Andrea se presenta a parir en un hospital público. Inmediatamente luego del nacimiento de su bebé se pide la interconsulta con salud mental. Algo sonaba raro de su historia de la que no podía dar cuenta. Su pasado era caótico, inhóspito, no tenía referencias geográficas, tampoco tenía familia cercana. Era migrante y había vivido en varios hogares convivenciales. No podía dar cuenta de un trabajo. El último fue informal, como albañil con un familiar que la alojaba en su casa. Sin red y sin formación no tenía mucha oferta para elegir. El encuentro con la maternidad la sorprendió. No era algo que ella se había propuesto porque “andaba con lo puesto”. No tenía marcas de cuidado en su historia. Parecía desamarrada de la vida. No estaba loca. Estaba desamparada como mujer migrante y desempleada, como recién parida madre con un futuro trabajo no pago como cuidadora.
Laura se despierta a las 5 de la mañana para ver si la mala noticia había tocado su WhatsApp. Intentó abrir los ojos con el efecto del Alplax encima. De sus compañerxs de trabajo, 200 habían sido despedidxs la última semana a pesar de haber rendido en forma exitosa el llamado examen de idoneidad. Si no la despedían, tres meses más contaban de pertenencia a la clase trabajadora despreciada por un gobierno libertario neoliberal de ultraderecha. Esta vez, el desempleo aún quedaba en las sombras. Sin embargo, los efectos subjetivos del desempleo ya se habían alojado en su cuerpo. El inicio de un tratamiento oncológico la convocaba en este verano incierto. Ya no sabía si preocuparse por su salario o por la incertidumbre que le generaba no tener la certeza de si este mes tendría acceso a la medicación a causa del recorte en la salud pública y universal.
Luz escuchaba por la radio un discurso presidencial con amedrentamiento hacia la comunidad LGTBIQNB+ y la noticia de un vecino random que se sintió habilitado a atacar una vivienda donde vivía una familia no heteronormativa y disidente. Esta vez la tragedia lesbicida no tocó la puerta. El locutor de la radio había referido que la familia ya se había desplazado para no morir. La casa estaba vacía. Luz respiró el dolor de una casa en llamas que podía ser la suya. Mientras aguardaba la llegada de su compañera, fue a la habitación y vio sonreír a su hija dormida desde la cuna. La escena se asemeja a la paradoja del humo que se vende de un país en llamas.

Maca con el hollín en su espalda y su mirada clavada hacia el horizonte sobre la única postal posible: el fuego que arrasa sobre las tierras ancestrales. Perdió todo: su casa, sus animales y su herramienta de trabajo. Su telar está en llamas y su madre jubilada con la pensión mínima desterrada, ¿qué lagrimas hilarán la lana que llegará el jueves de la línea sur?
El desamparo une los hilos de un territorio donde acecha e insiste la codicia colonial y la interseccionalidad se ramifica en las historias que se entrecruzan y se entrelazan en los relatos de mujeres y disidencias que fueron expulsadas de sus territorios, entre migraciones, represión de los pueblos originarios y la expulsión de un sistema patriarcal y mercantilista.
La esperanza en cambio según Byung- Chul Han es una fuerza, un ímpetu que desarrolla una narrativa, que guía las acciones y estimula la imaginación narrativa: sueña activamente. ¿Qué formas de resistencia se podrían reinventar desde una sororidad esperanzada desde las cuales disputar los sentidos en este presente incierto?

El avance de los discursos de odio y el porvenir de la resistencia antifascista
La censura avanza sobre la palabra de las mujeres y disidencias. La grandeza de las otredades se difunde como peligrosa. Se rechaza algo en tanto aborrecimiento exagerado hacia determinados grupos sociales. ¿Qué dimensiones de las mujeres y diversidades son las que no se soportan e intentan aniquilar?
Si hay un aporte que realiza el Psicoanálisis es que aquello que se odia habla de unx. ¿De qué habla ese aborrecimiento exagerado hacia la otredad por ser distinta a la norma interpuesta, desde el cual se intenta aniquilar vía la expansión de los discursos de odio? ¿Qué vocifera ese aumento del volumen de los niveles de violencia desde los cuales los medios de comunicación que están al servicio del poder brindan los moldes de “lo normal”?No hay mediación de la palabra. Sólo desprecio expresado en la moción de odio que incita a la violencia hasta la decisión del acto de reprimir, amedrentar y hasta la forma extrema de matar expresada en femicidios, lesbicidios, travesticidios y transfemicidios.
La prohibición avanza sobre la educación sexual integral (ESI) y los derechos constitucionales conquistados en las calles. Sin embargo, no se puede contabilizar el efecto subjetivante del aluvión de un vendaval de resistencia.

¿Cómo se organizan las escenas colectivas si no es con la esperanza de un Mañana es mejor?
Lo colectivo rompe, presiona, conmueve y transgrede los moldes en los que se intenta encorsetar a las masas. El lugar del encuentro con lo comunitario como espacio de transformación social, el compartir en comunidad genera una narrativa corpóreo afectiva diferente que permite generar ficciones en las que bucear y transmitir modos de lo común descolonial. Movilizar y desprivatizar la lógica de la ideología patriarcal para hacerle frente a la interseccionalidad de opresiones será la apuesta de este 8M.

Este 8M marchamos porque el gobierno nacional niega la violencia de género mientras que según el último informe del Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven hay un femicidio cada 26 horas. Nos movilizamos por el cierre del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Argentina, por el cierre de los centros culturales que cuidan la memoria, por el vaciamiento de los hospitales nacionales que son el refugio de la vida de las personas que padecen sufrimiento mental y consumo problemático de sustancias, por el ataque a las voces femeninas de la cultura, por la censura a la palabra de las escritoras, por profundizar el hambre y la situación de calle, por quemar nuestras tierras ancestrales y por la represión vergonzosa a nuestrxs jubiladxs, y por la defensa genuina de la dignidad del trabajo.
Por un final incierto pero pleno de palabras como las de Conceição Evaristo: “la noche no dormirá nunca en los ojos de las hembras pues de nuestra sangre- mujer, de nuestro líquido recordatorio. En cada gota que brota. Un hilo invisible y tónico. Pacientemente cose la red de nuestra milenaria resistencia”.
Por Romina Moschella (@rominamoschella_)
Fotos Pablo Candamil
Equipo de Comunicación Popular Al Margen
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