A contramarcha de lo efímero del espacio digital por el que navegamos en esta era, la flamante Arenga Editora se dio la noble tarea de sujetar al papel las múltiples voces poéticas sembradas en la Patagonia.
Después de dos ediciones artesanales, en noviembre pasado la editorial integrada por Florencia Sagui, Agustina Genisio y Flávia Alexandre Rosa, publicó su primera antología en formato libro: “¿Cuándo fue que dejaste un mar sobre mí? o El arte de desmadejar horizontes sin bordes”, un material que lleva en sus páginas el eco de los paisajes patagónicos con la participación de 44 voces reunidas a partir de un proyecto autogestivo que logró acercar autores emergentes al sueño de la obra publicada.
La semilla que dio origen fue regada en los talleres de poesía que llevan adelante en Bariloche las poetas Camila Vallendor y Lola Halfon, espacios en los que participan no solo habitantes de la ciudad y la región, sino de otras partes del mundo a través de los espacios virtuales. Sin embargo, la tarea de recopilación reconoce los nutrientes locales en ese macerar que se cuece en la Patagonia y alumbra así este libro que “nace de la creación colectiva, del intento incesante de la palabra en arrimarse a la orilla, tocar con sus bordes lo huecos y, si es posible, crear allí una forma de resistencia”.
“Las tres participamos de los talleres de poesía y fue en ese espacio que pensamos en lo lindo que sería que hubiese un registro de todo esto que pasa: imaginamos una sobrina nieta encontrando en un cajón de la tía abuela los poemas que escribió hace 30 años. Creo que esa fue la semilla para empezar a pensar cómo hacer esta compilación de los poemas que surgen en estos talleres”, recuerda Florencia.
Pero incluso, en el más acá, muchos de los integrantes deseaban llevarse algo de eso que escuchaban de sus compañeros y compañeras. Poder materializar aquello tan bello que dejaba el silencio tras la lectura. “Por ahí te resuena algo y te queda ganas de leerlo de vuelta en otro momento”, dice Flávia. “Cuando las planteamos las chicas nos dijeron: está buenísimo, no podemos ponernos la frente de eso, pero si ustedes quieren”.
Comenzaron así a entrelazarse los saberes en función de concretar la tarea. Emergió el diseño, el aporte de imágenes, las gestiones para contactarse con los y las poetas, la compilación, la maquetación: todo jun engranaje de pequeñas piezas construyendo lo grande.
“La gran mayoría de las personas que participamos en los talleres no somos escritoras ‘profesionales’, o no nos dedicamos a eso. Muchos se acercan como un juego, escriben más en la intimidad y quieren darle forma. Entonces, ahí también está la magia que tienen esos espacios, donde, de pronto somos un montón de personas que nos gusta la escritura y nos da curiosidad acercamos a la poesía por tal o cual cosa. Y no es tan fácil para alguien que no se considera a sí misma escritora decir: voy a publicar un libro con mis poemas. Pero quizás sí participar de una compilación. Eso fue algo que también como editorial nos lo planteamos como principio: acercar la obra publicada a personas que quizás ni siquiera se plantean la posibilidad”, sigue Flor.
Evidentemente la idea estaba lista para florecer, ya que, en otro de los talleres, otra compañera se planteaba la misma inquietud: “Soy diseñadora gráfica, hago las propias publicaciones de mis poemas y pensé: qué bueno estaría hacer un fanzine de los poemas de los talleres, sin saber nada de lo que estaban haciendo las chicas. Es como que en paralelo se estaba generando la misma necesidad, que estaba tomando forma en dos lugares diferentes. Ahí empezamos a amalgamar”, agrega por su parte Agustina, recordando esos inicios en 2022.
La migración a otro país de una de las integrantes no detuvo el impulso, por el contrario, el puente se sostuvo entre los continentes hasta la actualidad, fortaleciendo un proyecto que comenzó con la impresión de unas hojas en un quiosco, para después cocerlas a máquina en una de las casas; juntándose para abrochar fanzines y llegar al festival de poesía Como un Rayo con la obra naciendo hasta lograr, a findes del 2024, materializar un libro. La llama se iba avivando en la suma de voluntades, en los destellos del registro escrito, en la semilla que brota.
¿Estamos de acuerdo en que acabamos de fundar una editorial? Fue una de las preguntas, casi una afirmación, después del torbellino que fueron las primeras páginas.
“No sabíamos bien a dónde iba todo esto, pero teníamos la certeza de querer probar cómo desarrollarlo, entonces acordamos en empezar a juntarnos todas las semanas y tener una reunión a ver en qué consiste esto de tener una editorial, qué cosas hay que tener en cuenta, el tema de los registros”, sigue Flor que actualmente continúa diseñando desde el otro lado del mar. En el camino también apareció el nombre, y cómo no, la arenga que todo lo empuja. “Nos dimos cuenta que es algo que nos caracteriza un montón”.
En la actualidad, cuentan las tres, están abiertas como editorial a otros proyectos, aunque hay un camino bastante ceñido a la poesía, ya un campo amplio de por sí.
“Hay algo que nos une que es la poesía, no estamos cerradas a que solo sea poesía, pero sí es un camino, una línea que nos interesa mantener. Esto de la multiplicidad de voces nos parece importante y cómo se construyen los proyectos colectivamente. También el concepto de antología nos parece hermoso de explorar. Como editorial también queremos curar proyectos que nos interesen, que vayan de la mano de nuestros principios, hacer algunas convocatorias temáticas para invitar a la participación y poder seguir editando estas antologías que son una piza clave”, continúan.
Arenga Editora se abre paso así con el encanto de una misión por demás noble: sembrar las páginas para cosechar un mundo más bello.
@arengaeditora
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular al Margen
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