En estos días la escena pública mostró a políticos y periodistas horrorizados por fragmentos de libros de ficción de las escuelas secundarias de la provincia de Buenos Aires. Conversamos con Lucía de Leone -investigadora y profesora de teoría literaria de la UBA y UNA- sobre las posturas y concepciones de adolescencias y de literatura que esconde este exceso de pudor.
La vicepresidenta denunció en la red X que la gestión de Axel Kicillof “sexualiza” a los alumnos y el periodista Eduardo Feinmann haciéndose eco del estupor de padres y madres acusó al aire de degenerado al ministro de Educación de la provincia. ¿Por qué están tan ofendidos?
Primero, estos libros distribuidos en las secundarias públicas y los institutos de formación docente de la provincia forman parte del programa Identidades Bonaerenses. Este material -compilado por reconocidos escritores y educadores- está destinado a las bibliotecas y no es de lectura obligatoria. Además, incluye una guía detallada que sugiere la edad y en algunos casos el acompañamiento docente. El libro Cometierra de Dolores Reyes -citado por Villarruel- está recomendado para el ciclo orientado de 15 a 18 años.
Segundo, la vicepresidenta se equivocó de autora en relación a uno de los dos fragmentos que subió a la red X. Ella atribuye esas dos citas a Dolores Reyes pero la primera pertenece a “Las aventuras de la China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara. Además, este libro no se encuentra en la colección Identidades Bonaerense.
Ambos textos están escritos por mujeres y tienen como protagonistas a mujeres. Son novelas que han tenido una gran repercusión por el tratamiento novedoso de temas fundantes de la literatura argentina. Las dos escenas señaladas muestran encuentros de goce entramados en un universo ficcional que los justifica. Esto no se compara con la lógica pornográfica de personajes planos y tramas débiles donde las escenas están forzadas en función de la exhibición del sexo.
“Las autoras quedaron marcadas -dijo la investigadora– como si fueran productoras de textos pornográficos, que no sería un problema, si no hubiera en el medio menores. Se evidencia una criminalización muy fuerte de estas literaturas, como si fueran una enfermedad contagiosa que se pueden transmitir de página a página. Hay un ensañamiento con determinadas escritoras que traen una literatura revoltosa, que presentan un trabajo original con la trama, los procedimientos y con la tradición literaria”.
Cometierra
Cometierra es la primera novela de Dolores Reyes. La protagonista es una niña que traga tierra para descubrir dónde están los cuerpos de mujeres desaparecidas en un territorio atravesado por la violencia.
“Es un personaje de un espacio marginal -dijo Lucía De Leone– de mucha vulnerabilidad que encuentra en un acto también por fuera de la norma, que sería comer tierra la posibilidad de descubrir ciertos misterios. Tiene que ser la tierra del lugar, donde vivía la persona desaparecida, hay algo bíblico en esto: desde el polvo del desaparecido descubro sus vidas pasadas. De todo esto recortan y se ensañan con un párrafo. Si los estudiantes leen la novela no les va a pasar nada malo, es más les van a pasar muchas cosas buenas”.
La China Iron
Esta novela plantea una reescritura de Martín Fierro, texto fundante de la nación y de la tradición literaria argentina. Revisita la trama de este poema para poner el foco en la esposa de Fierro: la China y sus aventuras junto a su perra y la gringa Elizabeth en la vastedad de la Pampa hasta fundar en las tolderías una nueva sociedad libre y gozosa.
“No solo molesta el lesbianismo de esa novela –dijo la investigadora-, también fastidia la concepción de una nueva comunidad interespecies, transfeminista, no racializada. No está planteada como una denuncia a los estragos que nos ha llevado el capitalismo, sino que se construye a partir de una política afirmativa que puede instigar a pensar otras formas de vida en común, que no tengan que ver con el individualismo extremo, con una lógica monetaria. Lo que incomoda es lo político además de lo sexual en estos relatos”.
Malos lectores
El ministro de Cultura en la entrevista con Feinmann puso en evidencia que estas personas indignadas estaban muy preocupadas por que un chico de secundaria lea literatura donde se hable de sexo, pero al mismo tiempo consideran que están suficientemente maduros para ir a la cárcel. Este argumento se basa en el proyecto de ley que el Ministerio de Seguridad envió al Congreso para bajar la edad de imputabilidad a 13 años.
“Es totalmente incongruente que un chico a los 16 pueda ir a la cárcel de mayores pero no pueda ser entrenado en la lectura. Todo esto fue el anticipo de algo que no ocurrió porque no hubo casos de adolescentes afectados por estas novelas, simplemente la consolidación de una biblioteca. Claramente es un problema interpartidario y una pantalla para desviar la atención de la situación extrema de vulnerabilidad que relatan esos textos en la que va a caer la clase media lectora en este contexto de crisis. Además, son muy malos lectores, porque leer solo un párrafo de una novela de casi 180 páginas es de un muy mal lector, alguien que va a cazar lo que quiere”, dijo Lucía De Leone.
Esta colección cuestionada forma parte de una política pública que tiene el propósito de indagar en la identidad de la provincia de Buenos Aires, acercando narrativas que problematicen, celebren o propongan otras formas de vida de ese territorio. Sería un lujo contar con una colección así sobre la provincia de Río Negro, un canon de textos distribuido a las bibliotecas de las escuelas que nos permita reconocernos y pensarnos con una gramática propia.
Todo este revuelo lo único que consigue es despertar la curiosidad por leer estas historias marcadas, justamente lo que los defensores de cierta inocencia objetable querían evitar. Si estuvieran más familiarizados con la práctica literaria y leyeran los libros en su totalidad tal vez no estarían tan ofendidos.
Por Verónica Battaglia
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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