En las horas previas todavía suenan martillos. Se ve el trabajo en los revoques. Hay pintura fresca. En las mesas, como una medusa que se mueve armoniosa en aguas calmas, los integrantes del proyecto Casa Macacha ultiman detalles, intercambian opiniones. Hay risas, alegría. Hay emoción y manos que no paran en su hacer.
En el mostrador los rostros pasan, enchufan, desenchufan, ponen el agua para otra ronda de mates, el cuaderno y el lápiz en la mano. Los motores están encendidos hace rato, pero es ahora cuando se ve el cartel de llegada, que también es el de largada. Todo junto, la gestación de un tiempo llega a su fin para dar nacimiento a otro.
Reunidos en círculo, algunos de los integrantes de Casa Macacha dialogan con Al Margen sobre el proceso transitado que pronto dará a luz a este espacio ubicado en Pasaje Gutiérrez al 890. La postal de la charla, un intercambio donde las piezas se van completando, da cuenta de la grupalidad que los caracteriza. Una grupalidad que nació en tiempos muy distintos a estos, y que, lejos de disolverse, se fortalece frente a lo adverso.
“El año pasado pusimos la piedra fundacional cuando tomamos la decisión de constituir una cooperativa y alquilar un local a partir de la experiencia política que veníamos teniendo”, arranca Joaquín Collazo. “Éramos un grupo de compañeros y compañeras a los que primero nos juntó la afinidad política, que en algunos casos coincidía con el quehacer cotidiano referido a actividades culturales o experiencias de haber participado de otros centros culturales, y veíamos que a Bariloche le faltaba un espacio cultural y de participación política: un espacio que entusiasme”, describe y en este sentido hace mención a la organización política La Tercera que integra.
Para completar ese mapa Sebastián Fuentes señala la visión de entender a la política como una herramienta fundamental para transformar: “Ese es nuestro pilar y la base donde estamos parados. Hay compañeros y compañeras que hoy no están militando políticamente pero que sí entienden que hay un montón de necesidades y dificultades y el Centro Cultural es un bastión fundamental para llegar estas personas que quieren escuchar, pero no saben bien por dónde ir”, continúa y Maia Cubric completa con esta idea de “generar un espacio de encuentro para la comunidad”.
Cálido refugio en estos tiempos
Las conversaciones que ya se venían dando en torno a estas necesidades se duplicaron después de las elecciones de octubre. Aunque una posibilidad, el panorama político que se abría en diciembre era de algún modo inimaginable y el significado que adquiría un espacio como Macacha se tradujo en la multiplicación de las participaciones. “Pasamos de ser 28 a ser 52, en gran parte porque cuando la gente se encontró en esta situación política, tan desesperante, hubo como una ebullición de ganas de participar”, recuerda Joaquín.
“Nos propusimos salir de las formas más tradicionales de involucrarse en la política, algo que evidentemente generó una atracción mayor que la que veníamos experimentando antes”, completa Luciana Apaza y explica que parte de haber decidido hacer este espacio fue justamente este querer salir de una forma tradicional de hacer política: “La cultura permite juntarse y charlar desde otras dimensiones sobre lo que nos pasa cotidianamente, siempre anclado en nuestra realidad Barilochense. La cultura es una trinchera y entra en discusión mucho con la identidad que tenemos como pueblo. No es casualidad que en momentos tan críticos salga a la luz esta necesidad de vincularnos desde quiénes somos y desde lo que nos hace lo que somos”.
Con su pequeña en brazos, parte de esa generación de infantes que se hace presente como parte de la gran familia que también es Macacha, Fabián Viegas reflexiona acerca de la diferencia con otros espacios y el lugar que se le da al deseo, a las ganas, a lo más “humano”: “Venimos, nos reímos, compartimos y, de alguna manera, la política termina teniendo un lugar que nos cobija desde una esfera diferente, a nosotros mismos, que quizás veníamos más dormidos en términos políticos, concentrándonos en otras cosas y de repente un espacio de construcción colectiva nos hace bien y eso me parece que habla mucho del porqué del proyecto”.
La ronda de mate sigue. Fernando Tarzia toma el hilo de la conversación y suma su experiencia. “En este cambio de gobierno y de matriz cultural, justamente donde empieza a primar el individualismo, el sálvese quien pueda, me sentí muy interpelado a participar de esta experiencia colectiva, esta fuerza de construcción”, dice.
Otro aspecto nada menor, que el grupo entero destaca, es la gran cantidad de ayuda que el espacio recibió y recibe de personas que no se han sumado directamente a participar de La Tercera ni de Casa Macacha en particular, pero que perciben algo de lo que allí se genera que los hace sumarse al proyecto con acciones muy concretas y necesarias como es la instalación de gas (obra inmensa si las hay), la puesta del piso o la entrega de tarimas, solo por mencionar algunas cosas. “Un montón de gente desinteresadamente nos dijo: en qué los podemos ayudar. Desde diciembre que hicimos el primer festival, cuando esto todavía era una pila de escombros, hasta ahora, hubieron más de 50 artistas participando gratis a beneficio de que esto sea posible. Hay muchas personas regalándonos su tiempo, su trabajo, su arte y su conocimiento”, retoma Joaquín.
Asimismo, desde Macacha destacan el carácter autogestivo del funcionamiento y del sostén del lugar, con decisiones que se toman de manera colectiva, aunque no siempre sea el camino más corto. Se suma, además, un contexto donde buscar financiamiento a través de políticas públicas es imposible. “A veces pienso que de septiembre hasta ahora pasaron siete meses y me pregunto en qué momento hicimos todo esto. Y fue laburando con un montón de gente, con ganas, energía, confianza y un compromiso en lo que estamos haciendo”, suma Victoria Freire y Joaquín aprovecha a aclarar algo que muchos tratan de desentrañar de reojo: “Hay personas que nos preguntan quién está poniendo la plata, pero acá no hay nadie que esté poniendo plata. Esto se mantiene solamente por un laburo de construcción colectiva”.
Con espíritu revolucionario
No eran imaginables las dimensiones políticas que tendría el nombre de Macacha en un tiempo donde lo simbólico es parte de la batalla cultural que se libra en este tiempo, con gobierno que elige el Día Internacional de la Mujer Trabajadora para cerrar el salón de las mujeres en la casa Rosada. Sin embargo, en este rincón del mundo se tomó la decisión de que la casa se llamara Macacha, en honor a Macacha Güemes, quien, junto a su hermano, Martín Miguel Güemes, gobernador salteño que luchó arduamente, hasta dejar su vida, para detener el avance realista del Norte, constituye una figura clave en el proceso revolucionario de la América del Sur. Otros salones adquirieron también nombres de mujeres -como el de Lucinda Quintupuray y Diana Sacayan-en una búsqueda relevante que hace a la identidad del espacio.
“Creo que nos interpela mucho la figura de Macacha, hoy más que nunca”, dice Luciana y retoma la idea de reivindicar la mística, el compañerismo y la militancia, algo que también destaca Natalia Pinasco: “Desde que esto arrancó, la diversidad es algo que se ve, como esto de la mística, la alegría, la tristeza, se dan y hacen a Macacha y a La Tercera. La acción de lo que va pasando generan un sentido de partencia al espacio”.
“A partir del lunes está todo abierto a nacer, a desarrollarse en muchas patas: nodo de compras, emprendimientos productivos locales, la parte cultural, los talleres, la política. Está todo por nacer y somos muy abiertos a que la comunidad de Bariloche venga, siempre son escuchadas las ideas, las sugerencias”, dice Verónica Moyano entusiasmada a tan poco de abrir las puertas tras meses de arduo trabajo.
Lo cierto es que la diversidad de edades, ocupaciones, oficios, profesiones, procedencias. Los trayectos, de los que militan hace años o los que se asoman por primera vez a un proyecto, van construyendo la identidad de este espacio que nace en este abril con la fuerza de lo colectivo, abriendo sus puertas a la participación con la premura en la construcción de lo nuevo. Recuperando el espíritu revolucionario que requieren estos tiempos.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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