Las emociones se manifiestan sin tapujo en la presentación del último libro de la poeta Graciela Cros: El trébol africano. Esa planta de interior, con sus hojas etéreas que parecen flotar, tan insistentes en brindarse como una cabellera alborotada, y tan frágiles. Hay que resguardarla. Cuidarla, protegerla. De la voracidad de una gata o quién sabe qué otras sombras.
Y hay una necesidad de arrimarse al fogón, esa lucecita en el bosque que es la biblioteca Carilafquen de Los Coihues, donde las voces invitadas leen como tejiendo una gran manta que nos cobije en el invierno que a veces parecen estos días, a pesar del sofoco.
“Escribo esto a diario desde el 12 de mayo, dieciséis días ya. Y por momentos pienso que no existe lector, fuera de mí, a quien pudiera interesarle. Sin embargo, yo soy mi primera lectora y a mí me interesa. Creo que lo que me apasiona es bucear en el fondo del pozo y ver qué saco cada día de esa oscuridad. Margo Glantz, en El texto encuentra un cuerpo, dice algo así como ir a cuidar nuestra oscuridad cuando se escribe. Y eso es lo que siento que estoy haciendo cuando cada mañana pongo la fecha del día y no sé qué voy a escribir. Comienzo a escribir para saberlo. Y ese es todo el secreto”, traza Cros en su libro, lee esta noche Camila Vallendor entre otros fragmentos a los que prestan su voz Lola Halfon, Liliana Campazzo, Melissa Bendersky, en una presentación compartida también con Carina Rita Medina, Gabriela Clara Pignataro, Marisa Negri. El silencio posterior parece sintetizarse el dialogo propio con la obra.
El trébol africano es una invitación distinta de lo que hasta ahora venía presentando la poeta: Vamos a entrar en los camarines de la escritura. ¿Qué encontraremos allí donde se mezclan las citas bibliográficas con los recuerdos de familia? ¿Qué collage arman las voces ajenas en su encuentro con la propia? ¿Cómo se ensaya un tono? ¿Cómo se vuelve a decir un poema escrito o leído, no importa, hace décadas?
“Que esta convocatoria salga de una poeta que toda la vida escribió poesía y ahora se le ocurre escribir un diario, y que ustedes vengan, me hacen sentir, y creo que todos sentimos, que no todo está perdido”, dice Cros al final de las lecturas.
Más tarde, en el trajín de los saludos y el tintinear de los vasos, vuelve en diálogo con Al Margen sobre el origen del libro y el espacio que ocupa en su larga trayectoria: “Significa muchísimas cosas. Primero es una novedad, porque publiqué una novela en el año 2000, pero desde entonces escribí poesía y mis libros fueron de poesía. Este empezó en el invierno, luego viajé a Carmen de Patagones y frente al río siguió desarrollándose. Lo terminé al regresar a Bariloche en una decisión arbitraria: hay un momento en el que hay que cerrar el libro, mandárselo a la editora y publicarlo. También me parece muy trascendente que, en estos momentos tan difíciles para la industria del libro, una editorial como la Ballesta Magnífica se juegue a publicarlo. Tenemos pocos ejemplares, la tirada es muy pequeña, pero salió. El libro está y tiene, además, una gráfica cuidadísima, muy delicada. Realmente es maravilloso haber publicado”.
No hay lujos aquí sino curiosidad, dice la presentación de la obra y sigue: A cada paso, mientras atraviesa los días, el tiempo, la diarista se vuelve a enfrentar a las mismas preguntas con obstinada perseverancia. Hay que echarle ganas, nos dice varias veces y no sabemos si a la lectura, la escritura del diario, esta etapa de la vida o la terapia. El ensayo pone todos los elementos, todos los coloretes y espejos, al mismo nivel, en horizontal, sobre la mesa. Así se vuelven visibles para nosotros sus experiencias, sus recorridos por el territorio, los años y los libros. Una visión agazapada y deseante del mundo que la rodea.
– ¿Cómo sentiste el proceso interior a lo largo de la escritura?
-Es algo que se ve en el libro, donde me hago como propósitos: de madurar, de sanar, de salir de relaciones tóxicas. Todo eso me lo propongo y a lo largo de la obra eso se va dando.
-Se refleja en esta noche el gran crecimiento que tiene la poesía en la región…
-Que tanta gente se reúna aquí respondiendo a la convocatoria de una poeta es francamente entusiasmante y hace que uno piense que no todo está perdido. Bariloche efectivamente, ya desde los años 80 decía Raúl Artola, poeta e investigador de Viedma, era un polo de poesía de mujeres, y acá las poetas jóvenes que han estado leyendo forman parte de ese enorme grupo de poetas locales. Que las personas vengan aquí a dar su tiempo, su energía, su escucha, tan atenta y amorosa en estos tiempos de tanta desesperanza y preocupación, es realmente hermoso.
“Son algo más de 90 días donde voy tomando nota de la vida cotidiana, las lecturas, las dudas, la búsqueda de la poesía. Es el diario de una crisis, porque la poesía en cada uno de quienes intentamos escribirla, lo es. Todos, quienes escriben, lo saben”, señala también Cros sobre estos textos que abren esa hendija para conectar con ese espacio interior, tan propio, pero también, tan universal.
Dirá La Ballesta Magnifica sobre la obra que publica: Estamos dentro. Nieva desde temprano en este libro que nos permite entrar a los aposentos privados de la escritura en la vida, obra, bibliotecas, familia, amistades y fantasías de Graciela Cros. Algunos poemas propios y ajenos, una caja de postales de lectura y escritura, conferencias y una entrevista acerca de lo que hacemos al hacer lo que hacemos. Por momentos parece que nada pasará, pero enseguida las letras se levantan otra vez, repuestas de todos los halagos, para continuar su faena: “¿vale la pena continuar? Hago esto con los poemas, vienen una y otra vez, golpean la puerta, no les abro, recién cuando siento que su intención es genuina, los dejo entrar y los escribo”.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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