La derogación de la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera, incluida en el proyecto de Ley Ómnibus, pone en peligro a las 1500 librerías y 2000 editoriales registradas en Argentina, que quedarían a merced de las lógicas arrasadoras del mercado y los conglomerados monopólicos. El 80% de las empresas son PyMES que producen 6 de cada 10 novedades.
La arrolladora catarata de artículos de la Ley Ómnibus, como flechas disparadas todas juntas, pretenden cambiar de un saque la matriz sobre la que se fundan derechos fundamentales, dejándonos a merced de un mercado voraz, que, sabemos, no se regula solo, va engullendo todo a su paso.
Desde que el presidente Milei presentó el extenso texto, de casi 700 artículos, los distintos sectores afectados comenzaron a movilizarse y tratar de dar a entender de qué va la maraña de apartados que se pretenden aprobar. No es fácil, entre tanto papeleo. No se trata del deber de leer las 351 páginas, sino de entender con claridad las dimensiones de cada línea, desenredarlas, ponerlas a la luz antes de que sea demasiado tarde. De ahí el trabajo de hormiga que al fragor de estos días se lleva adelante desde distintos ámbitos para dejar en claro qué se está poniendo en juego y frenar la locura.
En este sentido, el frente de cultura en lucha es uno de los espacios que se dan la tarea explicitando las diversas situaciones que atañen al sector. Y aunque el paquete entero es una bomba, vale la pena prestar atención a cada rama que tambalea, porque evidencia derechos o la quita de ellos, que hasta ahora dimos por sentados.
Uno de los ecosistemas en peligro
¿Se imaginan un mundo sin librerías?, preguntan desde La Sede Bariloche. Sucede que el proyecto de Ley Ómnibus incluye la derogación de la Ley 25.542, una normativa que involucra a todos los actores del sector: editores, libreros, distribuidores, por la cual se establece que cada título se venda al mismo precio en todo el territorio nacional. No le pide nada al Estado, sólo que ejerza su rol como garante de derechos.
¿Y qué significa esta Ley? Evita la competencia por el precio (quienes tienen más poder económico, monopolizarían el mercado) y habilita, de algún modo, la competencia por calidad y variedad.
“Está pensada para que el precio de venta de un libro no sea un factor de competencia entre librería y entre otros tipos de superficies de ventas, como los supermercados o las grandes cadenas”, explica con preocupación Tani Covezzi de la librería La Sede. “Puede sonar a que, simplemente, protege a las pequeñas librerías, pero no es así: desregular el precio afecta a todo el ecosistema del libro y de esto hay pruebas en otros países del mundo”, continúa.
Conocida como Ley de Defensa de la Actividad Librera, la Ley 25.542 tiene antecedentes en la Ley Lang sancionada en Francia en 1981 de protección a pequeñas y medianas librerías frente a las lógicas comerciales de los grandes actores.
“La redactó un ministro de Cultura, evidentemente formado y ocupado de lo que hace a la cultura, porque se observó que a medida que crecían ciertas cadenas que ofrecían grandes descuentos en los libros porque tenían mayor poder de compra, fueron cerrando un montón de otras librerías. Entonces, no se trata de que como lector compres el libro más barato, sino que termines yendo al supermercado que vende best seller baratos y encontrés muy reducida oferta como lector: accedés al uno por ciento de todo lo que se publica, porque los supermercados no van a poner a disposición ni poesía, ni ensayo, ni ciencia ficción, ni un montón de otra producción literaria. Y no solo eso, sino que, además, el editor, al perder a las librerías como compradoras y solo tener a los supermercados, tiene que recuperar ese dinero, entonces le vuelve a vender caro al supermercado que tiene que volver a aumentar el precio y te ofrecen con descuento un par de títulos. A la larga, los libros van a estar más caros que con la ley de regulación del precio”, describe.
En definitiva, esta libre competencia que se presenta -como muchos de los puntos del programa del actual gobierno libertario- como un beneficio para el consumidor (como si el mercado se regulara sólo por la oferta y la demanda, y no se basara en exprimir al eslabón más chico) arrasa, una vez más, con lo diverso y alimenta el monopolio.
“Si se deroga esta ley se va a reducir la oferta. No es un beneficio para el lector, como puede sonar esto que a veces se escucha en la librería de comprar por Mercado Libre donde lo consigo más barato, desconociendo que en teoría el libro tiene que estar al mismo precio en todos lados. Si se libera el precio, lo que termina sucediendo es esto: muchas librerías cierran”, continúa y recuerda como antecedente lo que sucedió en Gran Bretaña con este mismo plan: se derogó y cerraron la mayor cantidad de librerías en la menor cantidad de tiempo de la historia de Europa.
El desenlace es en cadena: se publican muchos menos títulos por año, cierran editoriales, hay menos acceso como autor a publicar y, por último, sube el precio promedio del libro porque se monopoliza el mercado: es todo lo contrario de lo que se piensa cuando se habla de regulación del precio. “Van en detrimento del ecosistema del libro. Argentina es un país con un ecosistema del libro muy nutrido, muy saludable, muy dinámico, con muchos actores económicos viviendo de esto. Son pequeñas pymes las editoriales, las librerías y muchos profesionales”, dice Covezzi.
Frente a este grave escenario, la Cámara Argentina de Librerías Independientes también hizo sonar la alarma. “Las librerías somos espacios culturales de encuentro, intercambio y vinculación con los lectores y también con toda la cadena del libro, a la que aportamos valor en el trabajo diario con editoriales pequeñas, medianas y grandes”, señalaron detallando que la Ley 25.542 preserva y favorece la existencia de un variado y bibliodiverso entramado de librerías y editoriales a lo largo y a lo ancho del país.
“Con la derogación de la Ley 25.542, la industria del libro queda en manos de unos pocos que, en la medida en la que sus posibilidades económicas se lo permitan, monopolizan y destruyen una industria que, en los últimos años y en el marco de esta ley, ha crecido, se ha profesionalizado y es modelo para otros países de América Latina”, agregaron.
Inaugurada hace pocos años en el kilómetro 13 de nuestra ciudad, después de un recorrido itinerante, la luz encendida que es la librería La Sede permanece como las luciérnagas en la noche, arrimando a la comunidad a ese festín que es mucho más que comprar un libro, la danza del intercambio, recomendaciones, comentarios, los mundos que se expanden, las presentaciones, los talleres. Todo eso, que gira alrededor de un espacio cultural tan vital peligra por estas horas y Covezzi recuerda que “la competencia económica”, algo tan en boga en estos meses de escenarios descarnados, no es el único valor para una sociedad.
“Las librerías tienen derecho a existir y los lectores tenemos derecho a poder ir una librería porque es irremplazable. Hay que pensar bien, qué significa derogar esta ley. Vamos a perder pluralidad de voces, vamos a perder puestos de trabajo y vamos a perder las librerías de nuestros barrios, que la gente tanto aprecia”, dice.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de comunicación Al Margen