Fans de la cultura animé y cosplay y de animados de todos los tiempos se reunieron el fin de semana en Bariloche por segunda vez en pocos meses. Maquillajes majestuosos, atuendos fantásticos, edades varias. Mucho más que una tribu.
Es sábado a la tarde en el estadio techado de Bomberos Voluntarios. Circulan muchas personas, al menos una de cada tres disfrazada. Es verano, hace calor, podrían estar en la playa, prefieren no perderse la segunda edición en Bariloche del Otaku Con, la convención de fans de personajes animados, que desbordaron hace tiempo los márgenes de una tribu. Algunos están maquillados con majestuosidad actoral. Hay atuendos fantásticos. Chicos, jóvenes, adultos se acercan entre sí para una selfie. Se saludan como superhéroes guionados. Caminan sin mirar de reojo con cierta altivez, compenetrados en su efigie.
“Antes éramos una minoría marginada, hoy copamos, quieren ser como nosotros”, dice Cecilia Rodríguez, dueña de la tienda Otaku del shopping Patagonia, una de las organizadoras de esta convención.
Al juego de disfraces lo llaman cosplay, por su derivado en inglés. El cosplay kids es el desfile de los más chicos sobre el escenario, donde florean su traje y el público apluade. Lo hacen serios y desvergonzados, en una atmósfera lúdica y apacible que, asimismo, transporta a los adultos disfrazados a la infancia como una cápsula de tiempo. Hace meses, una amiga cosplay contó que colecciona lentes de contacto que agrandan los ojos, pupilas en formas de corazón. Vestirse de varón le parece maravilloso.
Claudio Aboy es ilustrador, trabaja para las compañías Marvel y Lucasfilm de Disney. Varias de sus reproducciones de acrílico sobre tela están expuestas acá. Nos dice que el primer encuentro de este tipo ocurrió en 1996. Se llamó Fantabaires. Mariana Enríquez, la prestigiosa escritora y periodista, la llamó entonces en Página 12 una “convención de bizarros”, pero sin ánimo de ofender. Luego vino Comic Con y otros que colonizaron provincias y llegaron oportunamente a Neuquén, Comodoro, Trelew. La primera edición en Bariloche, el año pasado, reunió a seis mil personas.
Todo arrancó con el desembarco en la Argentina de los ’70 del manga (historieta japonesa), y luego del animé (animación en pantallas) con Meteoro, Astroboy, Mazinger Z, Robotech, Los Caballeros del Zodíaco, Sailor Moon, Pokémon, Dragon Ball.
El término japonés otaku nombra al fan de la cultura japonesa, sobre todo del arte pop, el anime, el cosplay, pero socialmente ya lo excede. Acabo de ver héroes occidentales como Ahsoka Tano y Chewbacca de Star Wars (Chewbacca y su pelaje extraordinario es, por lejos, el más fotografiado), Batman, Capitán América, Mario Bros, RoboCop, Hombre Araña.
“Son historias atrapantes con música alucinante, por eso gustan”, dice Cecilia Rodríguez.
Anakin Skywalker, el hombre de espada azul de Star Wars que arropa a un vecino de Villa Los Coihues, sube a una plataforma con un soporte para colocar el teléfono que gira en 360 grados. Se llama video booth. Unas chicas cobran por eso 200 pesos. En el centro del estadio hay decenas de stands con venta de pines, gorras, libretas, remeras, polleras, comida japonesa, películas, historietas, pelucas, maquillaje, bijou, imanes, lámparas, muñequitos, auriculares y varias cosas más que puedan ocurrírseles. Todos con motivos animados. El encuentro es también una gran oportunidad de trabajo.
En otro costado, un joven de Buenos Aires igual a Joker me cuenta que es realizador audiovisual y hace maquillajes como changa. Hay personas de Lago Puelo que venden mangas, ilustradores de nuestra ciudad, y está Mónica Filet, hacedora de muñecos terroríficos creados a partir de bebés plásticos comprados a cartoneros y que reviste con retazos de tela.
En las próximas horas cantará la chilena de animé Simone Anisinger y el youtuber PassThor ofrecerá una charla. Ahora es el turno del bloque k-pop: una mezcla pop y electrónica de grupos de jóvenes, posibles versiones coreanas de Bandana y Mambrú. Suena un tema detrás de otro y unas diez chicas ensayan las coreos con una sincronía cercana a la perfección.
Redacción Pablo Bassi
Fotos Pablo Candamil
Cooperativa de Comunicación Al Margen