Pedro Saborido -escritor y humorista- y Néstor Borri -comunicador y asesor político- pasaron por Bariloche y ensayaron propuestas para estos tiempos inciertos al calor del público militante. Se probaron nuevos acordes sobre una misma pregunta de fondo: ¿qué hacemos ahora?
Los disertantes, uno bien rockero y otro más pop, llevaron a su audiencia desde una zona oscura y catártica, pasando por un silencio inquietante hasta arribar a un momento creativo donde la invitaron a recomponer viejos temas nacionales para tararear bajito durante los próximos cuatro años.
De chiquito fui aviador, pero ahora soy un enfermero (Charly)
Pedro anota en la pizarra una lista de sentimientos negativos donde quedaron nadando los militantes después del naufragio: el miedo, la bronca, la soberbia de tener razón frente a la catástrofe, la paranoia de ver al otro como culpable de la desgracia. “No la vimos venir –dice el humorista-. Atrapados en nuestra propia lógica, salimos a militar por miedo y la alegría histérica del ballotage nos llevó a creer que podíamos ganar”.
Según Néstor, el problema del Peronismo es un exceso de ser. El ser del Peronismo abunda en emblemas: la jefa, las banderas, las marchas. “La Patria es el otro, ¿no fue un exceso de Patria y del Otro? -se pregunta el comunicador-. Esta abundancia choca, la gente se cansa. Solo el cinco por ciento del pueblo se pone el país al hombro, el resto quiere una vida más cómoda. Nos dedicamos a ser insoportables de manera sistemática”.
Fui lo que creí, soy lo que está pasando (Charly)
“A los peronistas les encanta exhibir su identidad. La identidad, ese espacio de resguardo, puede funcionar también como un lugar de encierro que no nos permite leer la realidad” -advierte el escritor. Esto tiene que ver con que la identidad es una declaración de existencia. El Peronismo siempre está amenazado, puede dejar de ser, y esto es lo que da mucho miedo. Ahora es necesario administrar la Identidad. Confiar que el Peronismo va a volver y mientras tanto suspender ciertos juicios de valor para poder comunicarnos con los que no piensan como nosotros. “La gente –explica Pedro– es poliédrica. No es esencialmente pelotuda si no, no podría cruzar la calle. Es pelotuda en ciertos aspectos, justo el lado que vemos nosotros”.
Néstor insiste en la importancia de suspender la identidad y de achicar los emblemas. En vez de la bandera, propone la escarapela, dos instrumentos de batalla distintos, el segundo es para saber con quién me identifico y con quién no. Y retoma la idea de que el Peronismo está compuesto de regresos: “una continuidad casi ininterrumpida, un estiramiento del retorno”, para preguntarse si tal vez nos faltó cierta capacidad de ruptura, de diferencia, una capacidad que Milei supo aprovechar. “Nosotros propusimos bienes que no pudimos dar –dice Néstor-. Ellos ofrecieron una ética, perversa, pero ética al fin”.
Acariciando lo áspero (Divididos)
Para el comunicador el contexto actual contiene el germen de un posible recomienzo. Describe un paralelismo entre las circunstancias históricas que hicieron surgir al Peronismo y este momento: cambia el mundo -una especie de guerra mundial-, hay catástrofe -pandemia y hambruna-, nuevas masas trabajadoras interpeladas por otros tipos de cosas que antes nadie reconocía, una idea de felicidad distinta que circula en el ambiente, pero señala que lo que falta es la conducción. Pedro recuerda cuando le preguntaron al General cómo había hecho para que todo el mundo lo acompañase y Perón respondió: “Yo vi para donde iban y me mandé para adelante y en un momento doblé y ahí me siguieron”.
Durante la campaña electoral se pensaron estrategias de comunicación, se propuso la escucha al sermón, esperando escuchar eso que queríamos oír. “Los mirábamos desde la seguridad de nuestras creencias –dice Néstor-, los desprestigiamos moralmente y nos transformamos en un otro odiable”. Tal vez ahora sea un momento de silencio, y que de ese silencio surjan modos nuevos de comunicarnos. Mirar los lados ásperos y luminosos del pueblo, del país, de la militancia y dejarnos sorprender para crear eso que falta.
Y que venga lo que venga, para bien o mal (Miguel Mateos)
Néstor nos convoca a componer en la interacción con los otros y no desde el Modelo como algo preconcebido e impuesto. “Encontrar los modos de mezclarse con el otro y al mismo tiempo ofrecerle un reflejo en palabra y en acción que establezca cierta distancia que le permita ver la tragedia” -dice Néstor. No ser tan mismos, ni tan otros, sino marcar una proximidad operativa que se resuelva en el hacer.
Pedro nos alienta a que no nos gane el pesimismo, ese lugar cómodo que tiene un cien por ciento de certeza. “El que no cree, no genera nada y entonces acierta –dice Pedro-. Mucha gente se siente inteligente porque es pesimista y mucha gente se siente pelotuda porque cree”. En cambio nos invita a volver a arriesgarnos, a creer, aun cuando pueda salir bien o mal. “Volver a cierta inocencia –dice el humorista– suponer que no supimos nada, que no la vimos venir. Tampoco la vimos venir con Néstor: Néstor vino de la mano de Duhalde y no de Camilo Cienfuegos. Si pudimos hacer un movimiento donde está Ofelia Fernández y Hugo Moyano juntos, entonces somos capaces de todo”.
La cita fue en Casa Macacha y se convirtió en una pequeña trinchera donde un discurso coloquial y otro más filosófico se entrelazaron para volver a seducir a la militancia de Bariloche, una ciudad que según Pedro se parece a una gran feria hippie con baño. Una noche inspiradora que nos invitó a crear nuevas rimas para revitalizar esa canción que sabemos todos.
Por Verónica Battaglia
Fotos: Pablo Candamil y Verónica Moyano
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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