¿Sabían que en Bariloche se producen miles de kilos de hortalizas y frutos al año y al mismo tiempo hay mucha gente a la que le resulta difícil acceder a ellos? ¿Se podría producir más? ¿Podría ser más barata la verdura y fruta en la ciudad? ¿Es solo cuestión de cuánto se produce? Las huertas, ¿además de producir alimentos frescos, baratos y de calidad, pueden reconstruir lazos sociales? ¿Podemos pensar en una relación distinta con nuestro entorno, en una ciudad que vive en gran parte de la belleza natural que la rodea?
Nuestra ciudad es un polo turístico internacional, que ofrece servicios recreativos, comerciales, gastronómicos y deportivos de los más variados a un flujo constante de visitantes de todo el mundo. Actualmente, la mayor parte de los alimentos que se consumen en la ciudad provienen de otras regiones, en especial las verduras, frutas y productos de granja. Al mismo tiempo, una parte importante de la población no accede a una alimentación saludable y otros tantos, pagan precios muy elevados por ellos. Paralelamente, en nuestra ciudad coexisten cientos de huertas que producen más de 30 mil Kg. de hortalizas y frutas por temporada ¿Conocen algunas de estas experiencias? Recientemente, elaboramos un primer mapeo de las huertas que se desarrollan en la ciudad y registramos la existencia de más de 120 huertas y estimamos que existen dos o tres veces más. Eso sin contar a los productores de cercanías de Bariloche (Dina huapi, Línea Sur, Arroyo del Medio, Ñirihuau o El Manso). Entre el Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo rural (IRNAD), dependiente de la Universidad Nacional de Rio Negro y el CONICET, y el INTA Bche, trabajamos en el armado de una base de datos sobre la actividad hortícola local, que incluye características generales de los productores y sus huertas, las variedades que cultivan, sus motivaciones para producir, la percepción del entorno natural, prácticas e insumos que se utilizan. Esta base de datos constituye una herramienta para la gestión y el desarrollo de políticas públicas, y para investigar la relación de las personas, las huertas y su entorno.
¿Qué significa una herramienta de gestión? Significa que hoy tenemos una fuente de información organizada y sistematizada que permite mejorar la efectividad de las acciones que se llevan a cabo para potenciar la producción local de alimentos y el trabajo con sus actores. Encontramos que existen varias políticas públicas que se enfocan en la actividad, pero se precisa de un abordaje multidisciplinar para que la misma crezca. En especial, se requiere de políticas públicas vinculadas a la resolución de las principales limitantes con las cuales se encuentran quienes producen alimentos: el acceso a tierra y a financiamiento, y la adaptación a las condiciones climáticas. Varias políticas de distintos niveles del Estado impulsan iniciativas muy positivas para la actividad: invernaderos escuela, compras colectivas de insumos, ferias de intercambio y entrega de semillas, cursos, talleres, redes de comercialización, entre otras.
Observamos en particular que las huertas barriales o comunitarias impulsadas por estas políticas que se sostienen en el tiempo lo logran por el empuje de un grupo consolidado (organización política o social) y/o una institución que garantiza por lo menos una parte de los ingresos de quienes cultivan. Podemos mencionar varios ejemplos que llevan varios años de trabajo. La Cooperativa Zapata cultiva colectivamente en el Barrio Mutisias, Jóvenes por Bariloche en el barrio Frutillar y el MTE- en el Grupo Encuentro dictan talleres a escuelas, centros de salud y productores familiares, realizan talleres e intercambios y producen verduras para autoconsumo y venta de excedentes. En la huerta intercultural Puwen, en Villa Los Coihues, familias del barrio y la comunidad mapuche Millalonco – Ranquehue cultivan verduras para autoconsumo y realizan capacitaciones y actividades interculturales. Por su lado, la comunidad mapuche Trypay Antú, produce y comercializa hortalizas sobre ruta 82 en conjunto con productores de la comarca del paralelo 42, conformando la Fundación Cultivo Ecológico.
Otras iniciativas comunitarias que producen para autoconsumo y algunos excedentes y realizan talleres son la Central Lautaro del barrio 29 de septiembre, Huerta comunitaria Las Victorias, Huerta comunitaria Nueva Jamaica o la Casa Universo del barrio Alun Ruca. Otra experiencia importante es la Feria Franca de Horticultores de Bariloche, que funciona desde hace 15 años en la temporada primavera-verano en plaza Belgrano y aglutina productores de Bariloche y la región, del Río Manso y de la comarca del paralelo 42. Vale mencionar también huertas educativas y comunitarias en San José Obrero de Barrio Malvinas, en Taller Mugica de Virgen Misionera, en el Ruca Che en Nahuel Hue, en el centro comunitario del 29 de septiembre, en varios de los CATTs, Centros de Salud y juntas vecinales. Hay productores familiares de larga experiencia en casi todos los barrios de la ciudad. Varios productores complementan ingresos con salarios sociales complementarios provenientes del programa Potenciar Trabajo, y/o tienen el acompañamiento de redes de comercialización (Red de alimentos cooperativos patagónicos) y nodos de consumo y programas estatales (ProHuerta de INTA y su red de promotores barriales, Agricultura urbana de la municipalidad, el programa Rio Negro Nutre y el Instituto Nacional de Agricultura Familiar Campesina e Indígena. En tiempos en que se busca recortar capacidades del Estado, nosotros desde la ciencia y la Universidad, en conjunto con otros estamentos estatales, los productores, instituciones educativas y de salud, las organizaciones sociales y políticas y comunidades originarias, buscamos brindar un aporte, para que el esfuerzo de toda la sociedad tenga mejores resultados en inclusión y calidad de vida. En esto trabajamos laburantes con nuestras limitaciones y quilombos de la vida cotidiana y que en muchos casos poniendo el cuerpo más allá de lo que nos exigen nuestros puestos de laburo y/o organizaciones. No todo lo que hacemos tiene aplicación inmediata, ya que mucho de lo que investigamos es ciencia que aporta conocimiento que luego de un tiempo puede resultar en soluciones para nuestra sociedad. Mientras tanto nos formamos nosotros, los productores y a nuevos profesionales comprometidos con el desarrollo de nuestra sociedad.
¿Qué significa que el mapa de las huertas sea una herramienta de investigación? Con la información recopilada estudiamos si la zona donde se encuentran las huertas influye o no en sus características, en la cantidad que se produce, en su efecto sobre el entorno, y también si las características socioeconómicas, urbanísticas y ambientales influyen sobre las prácticas que se realizan, en qué y cuántas verduras se producen. Actualmente, seguimos trabajando en conjunto con colegas y estudiantes del IRNAD, la UNRN y el INIBIOMA (UNComahue-CONICET) sobre distintos aspectos del entorno que pueden afectar y/o se ven afectados positiva o negativamente por las huertas (suelo, diversidad de plantas y animales) y la calidad de los alimentos que se producen. También estamos investigando sobre las disputas y tensiones en torno a los distintos espacios de la ciudad. Es decir, la tierra como bien de valor comercial-inmobiliario frente a espacios de construcción colectiva que disputan ese sentido, con iniciativas que valoran la tierra como un bien identitario, cultural, social y ambiental, como herramienta para la inclusión, la reconexión con el entorno y la soberanía alimentaria (que es el derecho de los pueblos de definir su propio sistema alimentario, sus políticas y estrategias sostenibles ecológica y socialmente de producción, distribución y consumo de alimentos nutritivos, culturalmente adecuados y accesibles). Estamos procesando mucha de esta información y hemos realizado talleres con los productores para compartir los resultados encontrados, y nutrirnos de la opinión, experiencia y nuevas preguntas para construir colectivamente el conocimiento.
Pero ¿Cuál es el beneficio de que haya más huertas en la ciudad, en especial comunitarias? Existen por un lado experiencias con niveles de producción muy buenos, que les aportan algunos ingresos y que facilitan el acceso a frutas y verduras a una parte de la población. Además, la clave es que se suman otros beneficios. Desde los ingresos indirectos que significa que la verdura que uno cultiva para autoconsumo o trueque, y/o la inclusión laboral de mucha gente, hasta aspectos que tienen que ver con la salud individual y de la comunidad toda. Estos espacios, especialmente los comunitarios, no sólo permiten el acceso a alimentos, se entremezclan objetivos educativos, terapéuticos, productivos, ambientales, identitarios, comunitarios y hasta comerciales. Muchos de estos espacios se potenciaron durante la pandemia de COVID-19, cuando toda actividad social se retrajo y mucha gente además perdió sus fuentes de trabajo. Se transformaron en refugios de interacción e inclusión social y laboral, en espacios de reivindicación identitaria y de la tierra como un bien social y ambiental. Encontramos que estos espacios se constituyen en lugares de contención quienes fueron expulsados del sistema laboral, personas solas, de quién encuentran lugar para transmitir los saberes sobre el trabajo con la tierra y de la vida misma, quien busca entretenerse, desestresarse y/o conectarse con la naturaleza y con los demás, la mamá que puede cultivar la verdura que no puede comprar y que encuentra un lugar a donde ir con sus hijos, quien tiene problemas de salud mental o alguna adicción, quien se motiva buscando nuevas amistades, cultivando para sus vecinos o haciendo una ciudad más vivible.
Imaginemos por un momento el aporte que sería un sector o varios sectores de la ciudad organizados con infraestructura y logística para la producción y comercialización de frutas y verduras. Trabajo, salud, calidad de vida, inclusión y acceso a alimentos frescos potenciados en un parque de producción frutihortícola a semejanza de los parques industriales. Se podría centralizar tanto los esfuerzos de distintos estamentos del Estado, como inversiones privadas, comunitarias y de los nodos de consumo. Se podrían coordinar mejor las vías de financiación para los productores, como los mecanismos de compra anticipada que abaratan precios para el consumidor y dan estabilidad al productor. En tiempos donde se propagan discursos individualistas y de odio, donde mucha de nuestra gente no accede a una buena alimentación o quienes sí lo hacen, pagan precios irracionales, donde las opciones electorales más votadas impulsan el desguace de las capacidades del Estado y de reemplazar el acceso a derechos por vouchers al estilo Lecops o Patacones que no van a servir de nada, el impulso de la agricultura urbana y periurbana es una apuesta a la solidaridad, a lo comunitario, a construir colectivamente una ciudad más vivible, a construir y cultivar pueblo.
Contactos:
https://www.irnad.com/
https://www.irnad.com/integrantes/manuel-de-paz
www.instagram.com/biodiversidad_y_produccion/
Por Manuel De Paz1, Paula Ocariz2 y Denise Mattioli1
(1Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo rural (IRNAD), dependiente de la Universidad Nacional de Rio Negro y el CONICET,2Agencia de Extensión de INTA Bariloche)
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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