En el tsunami de una crisis de representación comparable con la de 2001, Walter Cortés ganó la intendencia de Bariloche con menos del 20% de los votos. De origen humilde y ADN peronista, carga con una condena anulada y cultiva la conducción política con gestión y mano de hierro. ¿Qué vio la gente en el líder del sindicato de Comercio?
En los últimos siete días, en las búsquedas argentinas en Google asociadas a la palabra “elección”, nadie creció más que Walter Cortés, el intendente electo el domingo en Bariloche, enclave del turismo nacional y extranjero, quien obtuvo menos del 20% de los votos, suficientes para demoler el sueño de gestionar la ciudad de la gobernadora Arabela Carreras e imponerse sobre la abstención de cuatro de cada diez personas y el voto en blanco, la tercera fuerza entre catorce opciones: el voto blanco, el nulo y doce candidatos. La irrupción de Cortés en semejante escenario fragmentado, y desvinculado él de nítidas coaliciones nacionales, disparó la avidez por conocerlo. ¿Quién es Cortés?
Hace casi 30 años es secretario general de la Asociación de Empleados de Comercio, un gremio con más de 8000 afiliados en Bariloche, el más poderoso junto a Gastronómicos, con gestión a la vista: una pileta climatizada y un complejo en Las Grutas, una escuela de ski para chicos y un restorán, colonia de invierno y de verano, 150 loteos y próximamente cien más. Excepto estos terrenos, el resto de los servicios está abierto a la comunidad a precios más bajos que el mercado.
La campaña de su creación partidaria, el PUL, Partido Unión y Libertad, fue llana: no tuvo afiche ni pintada ni palero ni lema de marketing ni estética de vanguardia. Hubo miles de volantes impresos que la militancia distribuyó sobre todo en los barrios obreros de Bariloche, donde Cortés llegó hasta duplicar los votos de Carreras. Barrios que nutren de trabajadores la maquinaria turística del cerro, las chocolaterías, los hoteles, los restoranes.
Cortés golpea y negocia. Tuvo tiempos de confrontación con los concesionarios del Cerro Catedral y un año en que movilizó al sindicato para acompañar la polémica extensión por 30 años de la licitación a la familia empresaria Trappa. Cortó rutas, se concentró en supermercados con demandas y negoció evitar una sangría de despidos cuando cayeron las cenizas del volcán Puyehue y cuando tres mil trabajadores temporarios de comercio quedaron fuera del IFE durante la pandemia.
Cortés conduce Con voz y voto por una señal de cable local al que invita a adversarios y aliados.
Cortés estuvo preso casi dos años en Esquel, condenado por defraudación agravada y estafa al Estado nacional, que le transfirió dólares para la construcción de un policlínico en 1999. Durante la presidencia de Mauricio Macri, la Corte Suprema de Justicia anuló esa condena.
Cortés fue legislador provincial.
Cortés surfeó en el peronismo provincial desde siempre. Allí confrontó con la familia Soria de General Roca y ganó la amistad de Miguel Pichetto, hoy en Juntos por el Cambio, y Silvina García Larraburu, senadora de Unión por la Patria. Ambos lo llamaron el domingo para felicitarlo.
Entre sus propuestas de campaña, figuran mil loteos urbanos para descomprimir un déficit habitacional expulsivo, una planta de pavimento municipal, un tranvía que una los 20 kilómetros que separan el centro de la ciudad del hotel Llao Llao, cien plazas y descentralización de oficinas municipales, entre otras. Todo un desafío teniendo en cuenta que la mitad del presupuesto comunal se va en salarios, que la captura que hace el Estado de la renta empresaria es baja, que la capacidad de endeudamiento en estos tiempos ¿existe? y que la desigualdad en esta ciudad es evidente en su topografía y combustible como el pino de bosque.
Por Pablo Bassi (Canal Abierto)
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
Seguí leyendo Al Margen: