Lionel Rivas Fabbri llegó a Bariloche en una exploración introspectiva y existencial. Fue narrador, docente, catequista, conductor de radio, bancario, padre y hacedor de poesía. Su rostro ilustra hoy la esquina de una pared del barrio Vuriloche.
El semáforo de la esquina de Pasaje Gutiérrez y Rivas Fabbri, en el barrio Vuriloche, retiene la atención de la gente sobre un mural nuevo, inaugurado el 24 de marzo pasado. Muchos se paran frente al verso que rodea al hombre calvo allí pincelado junto a una taza de café, una Olivetti verde y una biblioteca rígida que se desmorona y que podría haberle pertenecido con ejemplares de Gabriela Mistral, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, Octavio Paz, Ernesto Cardenal, Cortázar. ¿Quién fue ese hombre?
La autora de la obra junto a Walter Peteán, Andreina Poli, nos cuenta que tenía vista la pared hace tiempo y meses atrás recibió un pedido de la poeta Ángeles Rivas para ilustrarla con el rostro de su padre: Lionel Rivas Fabbri, narrador, profesor de lengua y literatura en el Colegio Don Bosco y muchas otras cosas, sobre todo poeta. Un poeta que trabajó grismente en un banco como el de la canción de la Oreja de Van Gogh, atrapado su corazón en una llave de judo.
Rivas Fabbri nació en 1929 en Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Su madre fue poeta, descendiente de una familia de clase alta y consumos culturales. Su padre, hijo de comerciantes de clase alta, era músico. De chico Rivas Fabbri cantaba lírico en el Teatro Colón. Hablaba italiano, inglés y algo de francés.
Llegó a Puerto Deseado, Santa Cruz, a realizar el servicio militar y asentarse años después ejerciendo de maestro en una escuela de curas. Entre ambas incursiones se internó en un monasterio de Azul, provincia de Buenos Aires, perteneciente a una orden católica dedicada a la oración y la contemplación de la que fue expulsado y entonces, empleado en un banco, pidió el traslado a la ciudad de Bariloche, a donde arribó en 1966 porque sentía a la Patagonia un regazo adecuado para desplegar una búsqueda introspectiva y existencial. Su destino fue el Banco Nación, en cuyo primer piso habitó uno de los departamentos ofrecidos a trabajadores solteros.
Rivas Fabbri escribió diez poemarios que se titulan Ciclos, pero editó sólo dos y un tercero fue publicado post mortem.
“Ciclos I” salió a la venta en 1987 a través de Ediciones de la Flor. Integra poemas jóvenes que hablan del tiempo y el destino, la divinidad y el alma, con otros adultos donde habla de naturaleza y urbanidad. Ese año y el anterior, 1986, Rivas Fabbri ganó el premio municipal de literatura. Primero por sus poemas y luego por “Cuentos de segunda mano”: una experimentación armada con títulos y arranques de otras obras, un pasatiempo similar al que jugaba de niño.
Fue jefe de discoteca y conductor de un programa dominical en LU8 Radio Bariloche, intervenida durante la última dictadura por el ex capitán Hugo Copertari. Rivas Fabbri salía al aire con “Música de hoy de siempre” cuando fue arrestado porque desde la oficina del primer piso del Centro Cívico donde hoy funciona la Secretaría de Turismo, la dictadura oyó “El cóndor vuelve”, el tema en que Mercedes Sosa grita libertad, tierra y pan, Sandino y Artigas. Su relación con la política partidaria no fluyó más allá de una adhesión a la democracia cristiana; su rol divulgador estuvo concentrado en clases de teatro y catequesis, alfabetización y oratoria, en su programa de música clásica en Gente de Radio y en Radio Nacional Bariloche y en la escritura, por supuesto.
“Ciclos II, el viaje” fue el segundo poemario que salió a la venta, editado por el Fondo Editorial Rionegrino. “Está dedicado a todos los hombres que intentan huir de sí mismos para rescatar sus almas”, dice en el prólogo.
No sé si esto es ahora,
o fue antes,
o todavía viene.
Esta orilla postrada
de un triste continente.
Este pequeño mar
que tan cerca se limita.
Esta noche que retorna,
cerrada,
quieta,
sobre el agua acerada
que reposa.
Todo parece
estar vinculado
de la nada.
Rivas Fabbri conoció en un grupo de jóvenes salesianos a Sabina Sosa, una trabajadora de Cerámicas Bariloche. Contrajeron matrimonio en 1968, año en que nació su primera hija, Ángeles. En ese tiempo alquilaron una casa, lo estafaron en la compra de un terreno y terminaron adquiriendo un baldío en la esquina de Sáenz Peña y Albarracín, a donde se mudaron en 1974, año en que nació Gabriela, la segunda hija. Rivas Fabbri escribía en la mesa de la cocina, después de cenar.
En el último piso de la torre / -allá arriba, junto al cielo-, / frente a mi cuarto, / hay una enorme / habitación secreta. / He tratado / de mirar a través de los visillos. / Empujado / vanamente la puerta. / Sólo respondieron / los silencios / entre vahos de soledad / y un misterioso aliento / de maderas, / papel viejo, / arcaicas polvaredas, / y revoques recientes, / y muros encalados, / y soles incompletos / llorando entre marchitos / cortinajes. / Recién ahora, / después de tantos días, / hace un rato, / el Padre José / me dio una llave. / Y dijo: / – “Para tu uso. / Frente a tu cuarto / está la biblioteca”-
Este poema integra “Ciclos III, tiempos de mar y la estepa”, editado por el FER luego del 27 de diciembre de 1993, día en que murió Rivas Fabbri de cáncer y luego de que fuera enterrado tras un cortejo de siete cuadras de autos y un colectivo repleto de personas que se acercaron a despedirlo, como se acercan ahora a indagar en el mural con su rostro en la esquina que lleva su nombre.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
Seguí leyendo Al Margen: