El desembarco de una nueva generación de jóvenes que impulsa en la Comarca Andina el proyecto Bioma, da cuenta que es posible cambiar el paradigma al que estamos acostumbrados y llevar adelante una agricultura pensada en comunidad.
Cuando en la temporada pasada aceptaron la posibilidad de comenzar a trabajar la chacra de una histórica familia de la Comarca Andina, que ofreció sus tierras -ubicadas en el Paraje Entre Ríos, en la zona de confluencia en Lago Puelo– para seguir produciendo, se abrió un desafío en otra escala para este grupo de jóvenes que, aunque no venían de familias relacionadas tradicionalmente al campo, habían decidido transitar un nuevo paradigma y echar a andar el proyecto Bioma.
No fue de un día para el otro, ya venían haciendo la práctica concreta en espacios más reducidos de tierra, aprendiendo, generando nuevas experiencias, atravesando desafíos. Hoy, el grupo es parte de la fundación que nuclea a la Red de Productores Agroecológicos de la Comarca Andina, integrada por cinco colectivos que producen alimentos para más de 1.500 personas desde la Comarca hacia Bariloche.
En medio de este proceso, la charla que tuvo lugar hace algunos días en la Biblioteca Aimé Paine, uno de los puntos donde distribuyen la producción cada miércoles, apuntó a nutrir ese intercambio de ida y vuelta entre productores y consumidores, que hacen posible que el alimento, sea más que eso que vemos, elegimos, y llevamos: saber de dónde proviene lo que consumimos, cómo se gestan los proyectos, cuáles son los desafíos y necesidades, generan nuevas relaciones a la hora de pensarnos en el territorio.
“Qué buena instancia para sacamos la intriga de quién está consumiendo esto a lo que le dedicamos de lunes al lunes”, dice Tomás Ares Quintana, uno de los integrantes del proyecto Bioma mientras, afuera, a pesar de la llovizna, siguen llegando personas para retirar sus bolsones de verdura.
Una de las presentes confiesa que “nunca compró nada”, pero cuenta que tiene su huerta, como varios de los que están allí, y que quiere empezar a dedicarse más de lleno a eso. Hace preguntas. Otro compañero también: ¿Lo que puede producir una familia, alcanza para alimentarla? No hay respuestas estancas, pero sí la sensación de que en red todo es posible.
“Los que conformamos el proyecto fuimos convenciéndonos del concepto desde diferentes lugares, muy multidisciplinarios. Algunos venimos de otras ramas más sociales, otros más humanistas, más económicas, otros más, sí, desde la agricultura. Juntos fuimos aportando en la organización y en el tiempo y, lo que es importante, cada uno está eligiendo sostener este proyecto semana a semana”, continúa Tomás y sintetiza un concepto que los abraza más allá de las diversas procedencias: “Queremos verdaderamente traccionar y ser sujetos activos del campo y tenemos claridad de lo que no queremos como paradigma: la pandemia expuso mucho lo que es esta crisis civilizatoria que estamos atravesando”, señala y refiere en consecuencia al momento de tomar las riendas y avanzar sabiendo por donde no va la cosa.
La agroecología aparece en este marco como un espacio mucho más amplio que la producción de verduras y hortalizas para abrazar una faceta social más amplia, que se propone, incluso, nuevas formas de llevar adelante las tareas o pensar un “plan de negocios”. De hecho, en parte la experiencia abraza la idea de construir una agricultura masiva de pequeños modelos que se puedan escalar.
“Estamos diseñando una estructura horizontal y eso implica miles de desafíos, porque venimos de otras tradiciones, estamos educados para otra cosa”, sigue Tomás y cuenta que están queriendo generar asociación con otros productores de la región con los que ya están trabajando en conjunto, ya sea en puntos de venta o hasta compartiendo herramientas.
“Hay dinámicas que intentamos empezar a pensar por fuera de la competencia. No porque estemos haciendo lo mismo somos competencia. Estamos queriendo traccionar, si se quiere, el quiebre de un paradigma, o por lo menos, empezar a formar otra cosa y dar la posibilidad a los vecinos de Bariloche, de Lago Puelo, de la región, de acceder a un alimento con otras características. Que tengan la opción. Esa es un poco la premisa”.
Podría tratarse de un utópico discurso si no fuera porque la experiencia ya comenzó, los pies están en la tierra y el proyecto camina. “Es importante encontrar sinergias en redes que uno tiene en la cabeza. Antes de agosto del año pasado la mayoría del grupo estábamos en otros caminos, similares pero distintos, con ideas aplicadas a otras producciones”, cuenta por su parte Martín Trigo, que viene desarrollando un proyecto de aceites esenciales y destilaciones.
Manos que se multiplican
Actualmente el núcleo Bioma lo sostienen unas siete personas, aunque poco a poco más aristas se suman desde distintos ámbitos, como ocurre con los pasantes de la Escuela Agropecuaria que eligen para el último año participar de esta iniciativa productiva como parte de su curricula y hacen allí la práctica. También hay un sistema de voluntariado por el cual, cualquier persona que quiera hacer la experiencia es bienvenida a realizar una jornada de cinco horas de trabajo a cambio de verduras, y, en algún punto, de un aprendizaje invaluable.
La dinámica que se va sosteniendo en el tiempo también va formando un saber más profundo del hacer, que nace del poner manos a la obra y que, de algún modo, va permitiendo avanzar en esa idea de relación con la comunidad y de cuidado del entorno. En esa red, se suman también actores que se encargan de la venta y distribución en otros puntos, como sucede los miércoles en la puerta de la Biblioteca Aimé Paine de la mano de Valentina Costa o con proyectos asociados, como el caso del Nodo de ventas Al Margen.
“Cuando desde Bioma empezaron a plantear la idea venir con los alimentos a Bariloche les dije empecemos ya”, cuenta Valentina. Conoció al grupo tras haber estudiado huerta orgánica en la Comarca. “Siempre tuve iniciativas como para armar un proyecto acá en Bariloche, de donde soy y donde vivo, pero en la Comarca se están dando más procesos productivos. Es un lugar clave y muy fundamental para la agricultura agroecológica”, señala.
Sobre el proceso de distribución describe que son muchos los pedidos y la demanda crece. “Es una ciudad grande y quedó claro en la pandemia el desabastecimiento de productos en general, pero especialmente de verduras y hortalizas de calidad. Hay un creciente interés de la población por empezar a consumir o incorporar la mayor cantidad de productos regionales, saludables, nutritivos, de cercanía, y en este marco, me parece que la distribución es un pequeño aporte a la causa, porque la tarea fundamental la hacen ellos, que tienen la valentía de ser productores de alimentos sanos, algo tan fundamental”, dice y recuerda que empezaron con 20 bolsones y hoy distribuyen por semana más de 60 y más de 100 kilos de verdura extra. “Es fundamental la difusión de la actividad, poder repensar la agricultura como una actividad productiva, sacándole cierto estigma”, dice y piensa en esta idea de que una chacra también sea una opción a la hora de buscar y pensarse en un trabajo. “La demanda de este tipo de alimentos significa que hay mucho por hacer y muchos potenciales aliados”, reflexiona.
En este momento, las estrategias también se van estudiando con miras al cambio de temporada. “En invierno siempre hay una merma en la producción. Pasamos a unos meses donde la verdura quizás no llegue en abundancia, salvo otras producciones locales que pueda haber, como nueces, hongos o algunas otras. La idea, ahora que contamos con la experiencia y con saber nuestra capacidad concreta y qué es lo que organizativamente pudimos hacer esta temporada, es intentar potenciar el proyecto, poder seguir viniendo a Bariloche, extendiendo nuestra red y también aprovechando la posibilidad de crear un vínculo con quienes están consumiendo estas verduras”, dice Nazareno Marietti otro de los integrantes y fundadores del proyecto. “Hay un concepto lindo en la agroecología que es el de prosumidores, es decir, un consumidor que esté un poco más inmerso en las implicancias de lo que está consumiendo, no solo por el beneficio mismo de conocer qué le estás metiendo a tu cuerpo, sino por la posibilidad de interrelacionarnos desde otro lugar e ir construyendo también un movimiento o un nuevo vinculo”, continúa y recuerda también la idea que se resume en el concepto de CSA (la comunidad sustenta a la agricultura).
En este sentido, esta temporada comenzaron a trabajar con el sistema de preventa que propone de algún modo, un nuevo esquema de negocio, y permite contar con recursos para proyectarse con mayor anticipación en busca de mejores resultados. El mismo, consiste en suscribirse durante el mes de julio hasta septiembre, que corresponde a la entrega de hortalizas en intercambio del dinero aportado. Se hace así un anticipo de dinero (inversión) según la posibilidad económica de cada persona que mediante un sistema de equivalencias después se intercambia por verduras de estación en cualquiera de los puntos de venta.
Pensarse en el territorio
El avance del negocio inmobiliario que se vive en Bariloche, también se extiende en la Comarca sobre recursos naturales y tierras cultivables. En algunos casos, como les sucedió a ellos, emergen nuevos problemas, como la falta de agua: la compra de chacras circundantes para un emprendimiento de urbanización cerró la entrada al río y además los nuevos propietarios rellenaron con tierra el canal de riego, por lo cual debieron realizar una inversión con dinero que iban a emplear en los cultivos, en perforar un pozo para tener agua.
Así, las chacras productivas se ven cada día más acorraladas y cada vez son menos los que se dedican a la agricultura frente al avance de los otros usos comerciales de la tierra. En este contexto, el avance y desarrollo de estos proyectos son casi un llamado a recuperar una matriz productiva que abre un sinfín de posibilidades, sobre todo si se la piensa en función del concepto de soberanía alimentaria y se apunta a fortalecer la economía social.
“Por el devenir histórico que ha tenido Bariloche, las corrientes y los fenómenos van indicando que el desarrollo de la ciudad vaya en otra dirección. Pero ahí aparece la Comarca, una oportunidad para otras regiones”, dice Nazareno y piensa en la potencialidad que se podría tener si organismos estatales, y privados, destinaran recursos a tecnologías para que en esta zona se pueda producir, porque, lo cierto es que, muchas veces, estas políticas dependen de la buena voluntad o el interés particular del funcionario de turno o del azar de estar en el lugar indicado para que se gestione una herramienta. “Podríamos producir muchas cosas y ahí tranquilamente podría existir un escenario de seguridad y soberanía alimentaria”.
Contactos: Valentina Costa: 2944 20-2324 @proyectobioma
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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