Esta vez la justicia falló en favor de los pueblos originarios. La jueza Dominguez ordenó al country club Arelauquen devolver parte del territorio que reclamaba la comunidad Quijada hace quince años. Son ocho hectáreas de tierra plana con una cancha de fútbol, construida para consolidar el despojo.
El 22 de diciembre del 2022 la jueza Dominguez ordenó a la urbanización -a manos del grupo belga BURCO- correr el alambrado con el que mantenían cercada a la comunidad y devolver ocho hectáreas en la base del cerro Otto. En un fallo anterior, exigió que Arelauquen preste sus instalaciones para que el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas realice las conexiones a las redes de agua y luz.
Antes el alambrado pasaba por el borde de las casas de la comunidad impidiendo el acceso directo hacia la ruta 40. Los Quijadas tenían que trepar cinco kilómetros por la cuesta empinada del cerro Otto para salir de su territorio. Los guardias deambulaban por sus narices con perros amaestrados las 24 horas. El barrio privado no quiso habilitar una servidumbre de paso porque la comunidad no poseía título de propiedad. “No querían que le hagamos rancho. No querían ver a los indios, pero lamentablemente los indios van a seguir acá” -dijo Luisa Quijada, la hermana mayor y lonko de la comunidad en conversación con Al Margen.
Ahora Arelauquen no solo tuvo que permitir el acceso a los Quijada a través de las puertas del lujoso barrio privado sino que restituyó ocho hectáreas de tierra plana que no le pertenecía. El usurpador VIP había desmontado el bosque nativo para construir una cancha de fútbol y así consolidar el despojo. Antes de ceder este espacio sacó sus aspersores de riego, dejando el pasto seco. La comunidad recuperó este sector para pastoreo de sus animales.
“Invadieron nuestro territorio -dijo Luisa-, nos cortaron el paso y nos dejaron la ladera a pique, nuestros animales se quedaron sin lugar para pastar, el lonko Celestino Quijada murió esperando que le devolvieran lo que era suyo…Pero acá estamos”. Esta lucha de quince años eligió las vías de la justicia. Gracias al gran trabajo de su apoderado legal y del grupo de antropólogas GEMAS, se consiguió la evidencia necesaria para que el estado reconozca la ocupación tradicional en esta zona. El año pasado la comunidad obtuvo la carpeta técnica, que es la instancia previa a la posesión del título de propiedad. “Nosotros jamás cortamos el alambrado, quemamos nada, ni insultamos a nadie. Nosotros esperamos que la justicia determine la verdad”.
Ahora se trata de habitar lo recuperado. En este momento están con mucho trabajo: atando tramos de mangueras para desviar el cauce del arroyo y así poder regar la tierra para alimentar a sus ovejas. Blanca, una de los siete hermanos Quijada, está empezando a construir su nueva casa, en la parte sin desnivel. A su anterior “ruka” la derrumbó la nieve el invierno pasado.
La lucha sigue. La comunidad todavía reclama la pampa de los álamos, un sector que Arelauquen anexó a sus 700 hectáreas, antes de cerrarles el paso que comunicaba con el antiguo camino que usaban los hermanos Quijada para ir a la escuela en el barrio Unión. “Vamos a luchar a brazo partido -dijo Luisa-, pacíficamente, hasta conseguir lo que es nuestro”.
Por Verónica Battaglia
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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