Hoy es el Dia Internacional de la No violencia contra las Mujeres. En Bariloche, 4 mamás mapuches junto a sus hijxs están con prisión domiciliaria por el delito de usurpación sin poder volver a su territorio y con un historial de violencias sistemáticas del que muy poco se habla. Al Margen dialogó con algunas de ellas que narraron y reflexionaron sobre lo vivido.
Día caluroso de noviembre en Bariloche, ni una nube en el cielo y las retamas amarillas florecidas por doquier. Niñxs pequeñxs juegan en la entrada del predio, mientras se challan con mangueras. Sus mamás corretean para que les hagan caso y ríen. Otras, amamantan.
Hasta aquí, una escena común, salvo que el lugar al que estamos ingresando es la ruka donde cuatro mujeres mapuches junto a sus infancias cumplen la prisión domiciliaria que estableció la jueza Silvina Domínguez y que fue ratificada hace unos días por los jueces de la Cámara Federal de Apelaciones de General Roca. Argumentaron que si fueran liberadas podrían entorpecer el avance de la causa, entre otras cosas.
Ellas demuestran que hay que ponerle onda, dicen que el newen o la fuerza que tienen es sobre todo por lxs más pequeños que son lxs que más sufren el estar en la ciudad y extrañan la Lof Lafken Winkul Mapu. Desde el 8 de octubre que están ahí, lejos de su lugar, de su rewe o lugar sagrado, porque judicialmente se las acusa de usurpar doblemente el territorio que reivindican desde hace cinco años, en la zona de Relmu Lafken o mayormente conocida como Villa Mascardi.
Detenciones violentas, arbitrarias y desmedidas
Ese 4 de octubre todo fue violencia con tintes de ilegalidad pero que no lo viven solo de ahora. En la charla, manifestaron que los hostigamientos policiales y de algunos particulares que viven en la zona, estuvieron desde el momento en que decidieron recuperar las tierras. Cuentan que siempre escuchan lo que sucede en la ruta 40 que conecta Bariloche – El Bolsón, ya sea los operativos que se montan, los tiros al aire o drones que sobrevuelan.
Lo cierto es que ese día los casi 300 efectivos varones “inmensos” que intervinieron ingresaron por todos lados con armas, bombas de estruendo, se movieron en tanquetas mientras que, del otro lado, solo hubo una defensa a base de piedras. Apuntaron y dispararon balas de goma, algunas de plomo dice la comunidad. Lxs niñxs más grandes lograron escapar gracias a su buen conocimiento del territorio. De lo contrario otra seria su suerte, como la que ya tuvieron que atravesar en 2017 cuando murió Nahuel.
“¡Al piso o las matamos! Nos empiezan a empujar. Nos agarraron a todas en una parte distinta. Era muy temprano. Yo estaba con mi nene de 4 años y como escuchaba los tiros, lo abrazaba con una mano y con la otra le tapaba la carita. Porque tenía miedo que le llegue una bala”, relata Luciana al tiempo que dice que no respetaron ni siquiera a una de ellas que estaba embarazada, a escasos días de parir. “La arrastraron no sé cuántos metros por el piso, la patearon, al igual que a los niños”.
Una vez presas, los agravios sufridos fueron creciendo. No les dieron abrigo. Las quisieron separar constantemente de manera violenta. Nunca les dijeron hacia donde las trasladaban. Ni aquí en Bariloche cuando estuvieron en la PSA ni cuando llevaron a algunas de ellas primero a la dependencia de la Policía Montada en Palermo o luego al Penal de Ezeiza.
El traslado a Buenos Aires sucedió en avión. Un viaje que duró 8 horas con una parada en un descampado donde pensaron que ahí las llevaban a morir. Estuvieron incomunicadas la mayor parte del tiempo. Soportaron miles de requisas de todo tipo: médicos varones que las tocaban, las hicieron desnudarse en frente de personas que se reían, repitieron procedimientos innecesarios una y otra vez. Las filmaron incluso hasta cuando iban al baño y no podían cerrar la puerta. Estuvieron cuatro días sin poder bañarse. “Todo el tiempo nos psicopateaban diciendo que habían detenido a más de nosotros, nos preocupaban con el destino de los niños que habían quedado en nuestras tierras”. Romina fue víctima de violencia obstétrica: no dejaron que estuviera la partera con la que había trabajado todos esos meses para esperar ese momento, la maltrataron, se burlaron de su cultura y la amenazaban con filmarla incluso cuando estuviera pariendo.
La pregunta es cómo hacen para estar tan enteras, luego de todo lo vivido y sobre todo porque ni siquiera cesan los acosos estando en la ruka mapuche en la que cumplen domiciliaria. Vale aclarar que este tipo de prisión llega por la presión social ejercida por esos días tanto por parte de la sociedad que acompaña la lucha como por organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que pidió que se respete el derecho de las madres con hijxs bebes y pequeñxs. Fue grande el revuelo porque incluso renunció la ministra Elizabeth Gómez Alcorta al Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, según indicó, por las atrocidades que se estaban viviendo.
En cuanto a la ruka donde están, es un espacio que funciona a modo de lugar común y que pertenece a las comunidades mapuches de la región. Tiene un salón, un baño, una cocina y una pieza que utilizan para cuando las Lof que viven en territorios más alejados descansen cuando tienen que viajar a Bariloche por alguna razón.
Decidieron en conjunto que allí residirían ya que el Poder Judicial les impide volver a sus tierras, en las que vale decir no les queda nada ya que ese 4 de octubre los efectivos de las fuerzas especiales destruyeron todo lo que encontraron a su paso.
Denuncian que hace unos días, una camioneta de la Policía de Rio Negro ingresó prácticamente hasta la puerta de entrada de manera intempestiva. Se asustaron y vivieron momentos de tensión porque además, en el terreno lindero funciona la Escuela Policial.
Piden apoyo de la sociedad porque ya no creen en el Poder Judicial. Se sienten perseguidas, discriminadas, racializadas. Saben que no les será fácil pero también saben todo lo que tuvieron que soportar sus ancestros. Entonces hacen gillipun para tener más newen y así sobre llevar los días.
En este día nos preguntamos: ¿el Estado reparará a estas mujeres por todos los daños ocasionados?
Por Luciana Avilés
Foto portada : Gioia Claro (Revista Cítrica)
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen