Este lunes la comunidad Carriqueo celebró la conexión del servicio de agua potable. El intendente, familiares y vecinos asistieron a la apertura de un derecho básico que la comunidad viene pidiendo hace 90 años.
En la curva del kilómetro 10 de Bustillo, detrás de la placita de Los Primeros Pobladores, se levanta el cartel comunidad mapuche Carriqueo. Susana Rozas nos contó la historia de la comunidad. Su voz fue hilando recuerdos, desplegando -frente a un público atento- el mapa de la memoria del territorio. Su abuelo -en 1934- ayudó a construir la represa que se extiende desde la usina del Ejército hasta Los Coihues. Su madre, Angela Carriqueo, cruzaba el canal y mantenía limpia la escuela rural de Puerto Moreno. La huerta se regaba con tachos de diferente tamaño según la edad de los hijos que ayudaban a buscar agua del arroyo. En el arroyo se pescaba para comer y vender. Debajo del manzano, las hermanas descansaban en las tardes de sol.
Este territorio linda, por un lado, con el barrio de los militares y por otro, por el canal que pasa por detrás de la plaza con las estatuas -en tamaño natural- de Perito Moreno y una familia mapuche. La junta vecinal Pájaro Azul provee a todo el barrio de agua potable pero, por alguna razón, este servicio no alcanzaba a la comunidad.
Así, sin agua ni gas, con una sentencia de desalojo por un litigio con el ejército, permanecen en el territorio. Amparados por la ley 26.160, que suspende la ejecución de sentencias en tierras que ocupan tradicionalmente las comunidades originarias y que todavía no fueron relevadas, siguen viviendo ahí. Esta ley, prorrogada por decreto por el presidente Alberto Fernández vence en tres años y puede ser fácilmente revocada por un nuevo gobierno.
Susana abrió la canilla por primera vez y convidó vasos de agua cristalina junto a una mesa llena de conservas, pan casero, quesos y budines. Le explicó al intendente que la comunidad había cedido una porción de sus tierras a la junta vecinal, para hacer la plaza, a cambio de agua potable. Promesa que no se cumplió. La ceremonia terminó con un pedido de renombrar la plaza Primeros Pobladores como Plaza Ángela Carriqueo.
Cuando ya quedaban pocos invitados, las hermanas Rozas se animaron a sumar sus voces. Este relato coral por momentos se suspendía en otra lógica, recordaron cuando su madre echaba yerba y sal al fuego para apaciguar el viento; se detuvo también en las tramas dolorosas de sus abuelos; y al final remontó con fuerza porque se saben parte de un pueblo que, a pesar de todo, sigue resistiendo. Claramente el discurso de la comunidad irrumpe la linealidad de la historia oficial.
Por Verónica Battaglia
Cooperativa de comunicación Popular Al Margen