A partir de la muerte del refugiero Manuel Benítez, los trabajadores de la montaña se organizan para poner en valor la figura del refugiero y normalizar su profesión.
La comisión de auxilio encontró a Manuel Benítez debajo de la nieve, a pocos metros del refugio Frey, como si hubiera querido dormir hasta que pasara la tormenta. Estaba solo, sin equipo de montaña, ni VHF. Esto pasó a principios del otoño, cuando nadie esperaba que ese paquetón de nieve tapara los cerros. Sus compañeros refugieros y refugieras decidieron transmutar el dolor en acción. Se organizaron en un colectivo con el propósito de jerarquizar su trabajo.
Antes, los refugios eran un resguardo ante el mal clima o un techo para dormir si se hacía de noche. De a poco los planos de las cabañas de montaña se fueron ampliando para albergar a más gente. Ahora algunos refugios ofrecen un servicio de hotel de lujo: una noche cuesta alrededor de los 3000 pesos. Pero la tarea del refugiero sigue teñida de un romanticismo que deja expuesto a los trabajadores al perfil de cada concesionario. Si bien el Club Andino es el dueño de los refugios, es el concesionario -que gana la licitación- el que determina la vida cotidiana de la cabaña.
Este colectivo, en lugar de quedarse imaginando qué habría pasado si Manuel hubiera tenido ropa adecuada, una radio, un compañero con quien subir, se pusieron a buscar soluciones. Se reunieron con autoridades del Parque Nacional Nahuel Huapi, representantes del Club Andino Bariloche y concesionarios de los refugios para armar una mesa de trabajo que avance sobre la regularización laboral, el diseño de protocolos de seguridad y la facilitación de capacitaciones y equipamiento.
Los refugieros y refugieras quieren marcar una senda que no se borre con el tiempo. Están dando los pasos necesarios para la constitución legal de una figura que represente a más de 50 trabajadores de la montaña. “No pretendemos que nos lleven en una Hilux- dice Julián Delfine, refugiero de Laguna Negra-, pedimos que el 100 por ciento de los trabajadores esté en blanco”. En este frente de trabajadores están los porteadores, los que llevan en sus espaldas todo lo que se necesita para que un refugio pueda dar abrigo, un eslabón fundamental que también se encuentra precarizado.
Otro paso en esta travesía es impulsar que Parques Nacionales reconozca la figura del refugiero, que esta institución ofrezca un curso y certifique una habilitación para realizar esta tarea, de la misma manera que sucede con los guías. “Nosotros no entramos en ninguna categoría – dice Julián-, ni empleados de comercio, ni gastronómicos. Hacemos un poco de todo: damos información sobre las picadas, ofrecemos la comida, arreglamos la cabaña, cuidamos que no se haga fuego, que no se tire basura”.
En esta marcha el colectivo acompaña de cerca a la familia de Manuel Benítez en su pedido de justicia. Participó del ciclo de charlas organizado por la comisión de cultura y recreación del centro de estudiantes del CRUB para hablar de las cosas que pasan en la montaña. El próximo 2 de septiembre se invita a la comunidad de Bariloche a la charla: Conociendo a Manu, en el CRUB a las 19 horas.
De esto se trata, de apilar las pircas que marquen un sendero que se abra a nuevos derechos.
Por Vero Battaglia
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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