En la ciudad hay varias experiencias de alfabetización de adultos, y de clases de apoyo para chicos y chicas que se las vieron complicada con la falta de conectividad durante la pandemia. Encuentro de saberes, solidaridad y trabajo voluntario. ¿De qué se trata? ¿Cómo podés participar?
Hace algunos años, unos 15 más o menos, conocí en la facultad de la UBA donde estudiaba a un grupo de alfabetizadores voluntarios a los que me sumé. Todos los sábados a la tarde íbamos a la casa de una vecina de Villa 21 de Barracas y en su patio nos reuníamos con otros vecinos: Ramona, Sotero, María. Al principio charlábamos sobre las noticias de la semana, algo que pudiera haberle ocurrido a alguno de ellos, y después nos metíamos de lleno a leer y escribir guiados por un libro del Ministerio de Educación. Esa era la técnica para hacerlo. Aprender a leer y escribir a partir de una conversación sobre la cotidianeidad.
De esa experiencia tan humana, y por eso tan maravillosa, recuerdo esta anécdota: una tarde, Sotelo nos dijo que por primera vez había podido enviar un mensaje de texto. Así de sencillo.
Por esa época hacía los primeros pasos en periodismo y entonces entrevisté para una nota a una alfabetizadora del grupo. Se llama Mariana, y me contaba lo siguiente:
“Muchos empiezan a reflexionar sobre cosas que les pasa. Muchos lo aceptan y otros se dan cuenta de que lo que les ocurre no es por obra y gracia del destino. Una señora que trabajaba todo el día en un taller, sumamente explotada, no le cambió demasiado la vida laboral haber aprendido a leer y escribir, pero sí a sentirse otra persona más empoderada”.
Los programas de alfabetización de adultos están diseñados generalmente de acuerdo a la teoría de educación popular de Paulo Freire, pedagogo brasileño que opuso el intercambio de saberes a la educación formal -que él denominaba “bancaria” (porque uno deposita saberes en otro como un depósito bancario).
En otro tramo de la charla con Mariana, me dijo: “Logramos un intercambio y nos enseñaron quechua, crochet. Eso enriquece: quizás por la educación que uno tuvo, vive en una burbuja y no te das cuenta de que el aprendizaje viene de todos lados. Una persona puede enseñarte un montón.”
De acuerdo al censo de 2010, la tasa de analfabetismo en la Argentina es del 1,9%, una tendencia que viene desacelerándose durante los últimos 30 años. En Río Negro, por ejemplo, pasó del 3,7% en 2001 al 2,4% en 2010.
En nuestra ciudad hay muchas experiencias de alfabetización. Una funciona en el gimnasio del Soyem, Gallardo 1262. Allí asisten todos los días de 15 a 16.30 un grupo de alfabetizadores y alfabetizandos y está abierto el espacio para quienes quieran aprender y enseñar. Rubén Terrile, integrante de la CTA, nos contaba que decidieron realizar una convocatoria luego de ver el estrago que generó la pandemia en el sistema educativo de niños, pero también en el de adultos.
Algo similar nos contaba Rubén Lagrás, integrante de las Brigadas Educativas que impulsa el Frente Patria Grande en la sede de El Semillero – Vientos de Libertad en Nahuel Hue. Dice que la convocatoria fue muy exitosa en todo el país. De personas con ganas de enseñar y de personas con ganas de aprender.
Mirame ya, nombrame ahora / miedo no hay, ya no me toca / Puedo sentir que queda afuera / como un milagro la vergüenza., dice León Gieco en “Chispa de Luz”, el tema relata el encuentro de saberes. Felicidad al encontrarte / algo de mi voy a contarte / acumulé más palabras / noche oscura, que aclara.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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