Hoy es el día mundial de la Tierra y se dan múltiples movilizaciones a nivel global y nacional para hacer foco en las problemáticas que implica el cambio global (o más popularmente conocido como cambio climático). Desde el norte nos legaron el Día de la Tierra, que surge a partir de movilizaciones masivas en los años 70 en EEUU, por la preocupación creciente de la sociedad por la destrucción del ambiente.
Esta preocupación fue creciendo a nivel global, reforzado por las más claras consecuencias del cambio global, hasta que por resolución de la ONU en 2009 quedó establecido este día, como una fecha mundial de toma de conciencia. También desde el norte global nos llegan análisis globales sobre la distinta responsabilidad de los países en el cambio global y por ende en las tareas de mitigación y restauración.
Curiosamente un sociólogo inglés, Jason Hickel, nos plantea en un reciente trabajo muy claramente que los países del norte global son los responsables máximos del cambio global y, por ello, deben ser los máximos responsables en financiar la mitigación, la restauración ambiental y la transición de las tecnologías en el sur global, es decir que el norte esta en deuda ambiental con el sur. Pero también desde el norte nos llega una agenda ambiental que nos exige no hacer con nuestros ambientes lo que hicieron y hacen ellos con los suyos y los nuestros con sus colonizaciones y multinacionales. Y, justamente, en base a esa riqueza de saqueo, es que hoy esos países tienen riqueza para el desarrollo de sociedades con gran accesibilidad a bienes y servicios, y recursos suficientes para recuperar mucho de sus bosques y ambientes y, principalmente, han desarrollado “tecnologías verdes” y limpias, que ahora nos quieren vender.
Muchas organizaciones políticas y sociales locales reciben financiamientos directos e indirectos de organizaciones de esos países, direccionados a atacar todas las alternativas soberanas de utilización de nuestros bienes naturales y el desarrollo de tecnologías soberanas para dicho uso. Esto no significa desmerecer la movilización popular legitima propia de nuestros territorios en torno a problemáticas ambientales, sino que la idea es hacer foco en poder construir nuestra propia agenda ambiental, con nuestros propias limitaciones, contradicciones y capacidades y tener claro cuales intereses nos quieren imponer desde afuera.
Dos puntos interesantes de estas movilizaciones globales a las que se suman organizaciones nacionales es que logran canalizar las preocupaciones de las nuevas generaciones por el cambio global y ponen cada vez más el tema ambiental como ineludible en la agenda pública. Otro punto interesante, que ya destacamos en notas previas, (https://almargen.org.ar/2021/09/30/deuda-externa-cambio-climatico-y-soberania/) es la paulatina politización en el buen sentido de las organizaciones convocantes a nivel local y que se empiecen a poner en debate nuestra agenda ambiental y nuestras posibles soluciones y no solo el uso de consignas vacuas.
Ahora es tiempo de profundizar en cuales son las posibilidades de acción de un país como el nuestro, semi periférico y sobre endeudado externa e internamente en lo financiero y en lo económico-social. Estamos ante una etapa histórica donde cobra nuevo impulso el uso de nuestros bienes naturales a gran escala. Es tan cierto que se necesita generar riqueza en base a nuestros bienes naturales para poder sacar de la pobreza a millones y para poder financiar la transición de los modos de producción actuales hacia otros más amigables con el entorno y con nosotros mismos, como que son válidas y fundadas las preocupaciones por la degradación ambiental y que no cualquier desarrollo nos va llevar a buen puerto.
Bajemos la reflexión, a un ejemplo provincial, el hidrogeno verde. La provincia utilizó la carta de tierras “disponibles” para el proyecto y fue lo que permitió imponerse a otras locaciones (por ejemplo Chubut). El proyecto cuenta con amplio respaldo del arco político, como se demostró en la votación de la legislatura, y se encamina a pasos acelerados hacia su concreción. Discutamos entonces como hacemos para que dicho proyecto deje en nuestro territorio la mayor cantidad de riqueza posible y el menor impacto posible. Discutamos como se va garantizar la escucha y el respeto de los intereses y demandas de las comunidades locales o, en su defecto, como se las va resarcir justamente. Discutamos si el proyecto va ser un trampolín para que ciertos sectores de nuestra ciencia, tecnología e industria crezcan incrementando las capacidades soberanas y permitiendo mayor desarrollo de nuestros territorios, fabricando aquí por ejemplo al menos una parte de los aerogeneradores u otras formas de agregado de valor local, o si solo vamos a vender el catering, las tierras y el viento.
Por Manuel de Paz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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