Si dudas que lo más complejo de llegar hasta el refugio Colorado es conseguir una embarcación que nos cruce desde Villa La Angostura (preferentemente desde bahía Brava, donde nace el istmo de Quetrihue) hasta la población Chabol, donde nace la senda, consolidada y bien marcada que nos lleva hasta el refugio Diem.
Para conseguir esa embarcación que nos lleve, pero además que nos busque (a menos que hagamos la titánica travesía que nos lleva hasta puerto Blest) deberemos apelar a deudas de favores con algún familiar, a pedir “gauchadas” entre los amigos que cuenten con alguna lancha. Algunos intrépidos llegan en kayak, después de remar 11 km desde la zona del puerto. Sino tendremos que desembolsar unos 15.000 $ ida y vuelta, a alguno de los proveedores de la zona que si se prorratea entre las 5 personas que pueden entrar en un viaje, no se hace tan costoso. Y hace que la salida bien valga la pena.
Porque para empezar el lugar donde la familia Chabol tienen sus viviendas es de ensueño: playas de arena, aguas azules, y un camping agreste en esta bahía (al que solo se llega embarcado) que sirve para pernoctar la primera o la última noche de este periplo. A unos pocos minutos de caminata se llega al río Colorado, que tiene recodos y playas divinas que se alternan con paredes de piedra rojiza (que justifican el nombre del río) y vegetación típica de la selva valdiviana.
En tres horas de un ascenso constante y empinado se llega al refugio, que durante la pandemia estuvo cerrado, ya que no pertenece al Cavla (club Andino Villa La Angostura) sino a un privado quien administra la llave del refugio para poder pernoctar en su interior. Recubierto de orillas blancas y montado sobre pilotes, el Colorado es uno de los 2 refugios que tiene la villa: ambos del “otro” lado del lago, al menos para la inmensa mayoría de la población, lo que los hace muy pocos transitados.
Una vez en el refugio (donde todavía tenemos señal de celular) sube una senda marcada por pircas y marcas rojas en la lenga que nos lleva a la cumbre del pico Refugio donde se vislumbra buena parte de Villa La Angostura y los picos de la región. Esto se disfruta a solo una hora subiendo del refugio. Si el clima está despejado esta panorámica vale todo el esfuerzo que implicó la subida. Otra de las sendas, (que nace en el único lugar de acampe detrás del refugio) va por el pedrero y vira a la derecha rumbo a la travesía que nos lleva a un sinfín de lagunas de altura, picos y pedreros indómitos de esta zona agreste y natural que culmina unos 5 días de travesía más tarde en Puerto Blest.
Hay un dato fundamental para tener en cuenta antes de emprender este ascenso: en los últimos meses del verano no hay agua en todo el recorrido, ni en el refugio, ni en las cumbres cercanas. La cantidad de arena acumulada por la erupción del volcán Puyehue hace un terreno demasiado árido en sus filos, que tampoco conservan con facilidad nieve durante marzo y abril. Quién suscribe pasó momentos salados, y experiencias realmente secas, cuando ascendió a fin de abril y tuvo que descender el mismo día por falta de agua a las costas del Nahuel.
Allí arriba ratificamos lo indómito del lugar, y los pocos habitantes que persisten desde hace décadas en extensiones inabarcables que alberga este rincón de la Patagonia. Los mapas y los mates pasan a ser el centro de la escena cuando vemos el cordón que lleva a la laguna Monjes, Mellizas, Cox.
Esta es toda una zona que es posible atravesarla por sus filos, y que después de mil pedreros nos lleva finalmente a Puerto Blest, siempre y cuando sepamos interpretar las marcas, pircas y machetadas sobre la lenga que se nos presenten en los sucesivos días e indican el camino a los aventureros que se animen a esta travesía de largo aliento. Esta salida requiere una logística importante y una ventana de buen tiempo para poder concretarla. Es por eso que es la puerta de entrada a lugares desconocidos para la inmensa fauna de caminantes de la región.
La previa de cada salida
Sucede a mediados de la semana cuando la agenda que registra las cuestiones mundanas comienza a liberarse y se empiezan a divisar claros entre las ocupaciones familiares, las obligaciones laborales y los compromisos adquiridos previamente. Recién ahí es cuando uno se anima a mirar el pronóstico del clima.
SI estas variables mencionadas anteriormente lo permiten, se tiran (como si fueran anzuelos) los primeros mensajes de wasap tanteando “al equipo de cabras” que se tienen por amigos, que por lo general están en la misma que uno: mirando con ganas algún filo, con nostalgia por llegar a un valle perdido o con ganas de encontrar una vieja senda en alguna ladera de la montaña. Cada quién tiene su propia patología que socializamos al grupo.
Si se pudiera manejar el clima para obtener el mejor pronostico posible para emprender un trekking, se pediría que en verano no haga demasiado calor, que en otoño no llueva, que en invierno no nieve y que en primavera no sople el viento. Pero sería muy aburrido, así que casi siempre hay algún factor climático adverso que nos acompaña en cada aventura. Y si todo es demasiado increíble están los tábanos para recordarte que la perfección no existe.
Lo que sí existe es la motivación que empuja a salir a caminar y mantener ese fuego prendido, sin esperar condiciones meteorológicas impecables, pero también saber resguardarse y quedarse en casa, cuando el clima muestra los dientes para no exponerse en vano. Lo que prevalece frecuentemente es la necesidad de salir de nuestras rutinas cotidianas y lanzarse mochila en hombros a nuevas aventuras con finales inciertos. Así es como nacen muchas caminatas: durante la marcha.
Sobre todo si seguimos como devotos el dogma que nos marcó hace años, que es el de elegir aventurarnos a lugares nuevos, que no conozcamos. En estos periplos donde por lo general no hay senderos, marcas o carteles indicativos, se pone en juego el conocimiento de la montaña, la paciencia para saber “leer” los senderos que se presenten y llevan siempre a un paso (o una cumbre) más allá. También vocación por pelearse con los abrojos y la retama, por subir una cuesta que no tiene piedad, solo para sacarse quién sabe qué bronca del cuerpo.
En síntesis: la previa a la salida de montaña se arma primero sabiendo con cuánto tiempo en horas o días contamos. Después recopilando información certera sobre cómo nos va a tratar el versátil clima patagónico de la montaña. Y por último saber quiénes van a acompañarnos. Respecto a este último punto son todos bienvenidxs al vasto mundo del trekking, pero no tanto. Hay muchos filtros explícitos e invisibles para sumar caminantes a una travesía. Uno no quiere ser mala onda pero los primos lejanos o amigos porteños que vienen una semana al sur de vacaciones y se quieren prender “en alguna”, teniendo solo como antecedentes en su CV montañés haber subido a la terraza de su casa, no alcanzan como credenciales a la hora de encarar una picada compleja en distancia o dificultad. En ocasiones su falta de conocimiento, de equipo o de información respecto lo que insume llegar a una cumbre o encadenar dos montañas, hace que la salida sea infructuosa y no se llegue al destino previamente prefijado.
Igualmente los que se toman la vida con sentido zen, saben que lo que importa es el camino y no la llegada, lo que queda grabado son las situaciones que se viven hasta llegar y no la llegada en sí misma. Esto es tan cierto y tiene tantos argumentos como el sabor agridulce que le queda a un caminante no coronar un cerro, o no llegar a un lugar de acampe que nos habíamos puesto como meta después de mirar el mapa al derecho y al revés, durante días y meses previos a calzarnos la mochila.
Una vez confirmado quienes emprenden el periplo, viene la difícil tarea de decidir el destino y la ruta a seguir. ¿Nos tienta más una cumbre poco transitada de la región? ¿O un destino ya realizado pero encarándolo por otra ladera, otro valle u otro filo? ¿Contamos con logística propia para salir de un punto y llegar a otro punto varios días después y poder regresar a nuestros hogares? Como por lo general hay demasiados lugares nuevos dónde ir para los pocos días que contamos, se trazan jornadas largas de caminatas para alcanzar mayor recorrido y conocer más. Y para eso principalmente se necesitan buenas piernas y demasiadas ganas. Aunque no siempre van en ese orden.
La elección definitiva del destino a conocer se puede dar por múltiples factores, pero los que más pesan son los argumentos que cuenten con la información completa de la logística resuelta, la cantidad de veces al año que un amigo repitió como un mantra que quería llegar a tal lugar o la persuasión que usen los interesados para convencer al resto del grupo. Existen verdaderos especialistas en estas tres áreas mencionadas. Ustedes ya saben identificar quiénes son.
Una vez resuelto este punto, los grupos que tienen experiencia y mil salidas encima, realizan los preparativos necesarios con solo un par de mensajes de wasap claves dentro del grupo: definición de la carpa a utilizar, viandas colectivas y consensuadas, fijar el menú tanto de almuerzo o cena sin repetir el menú, y determinar quién lleva el calentador obligatorio del grupo. Los debates más interesantes y picantes se dan acerca de si llevar un tinto o no, o si llevar solo uno (sobre todo por el peso que implica, no por las ganas de tomarlos bajo un cielo de estrellas, claro está).
Cada grupo sostiene vehementemente sus argumentos y el debate puede ser eterno, contradictorio y etílico. Lo cierto es que cada gota de esta bebida espirituosa que se cargue, no vuelve nunca. Y que cada varietal que se lleve, a la hora del merecido descanso después de una caminata, va a sentirse más rico, más sabroso y único que si lo tomáramos en el mejor restaurante de la ciudad. Salud.
Frase invitada
Sebastián De La Cruz, Escalador.
“Para mí la montaña es una forma de vida. Es como los marinos y el mar. Hay mucha similitud entre los marineros y los que están mucho tiempo en la montaña. El contacto con el medio, muchos días ahí metido, y sobre todo estar muy atento de las condiciones climáticas”.
(2009, Revista Kooch, Espíritu de Montaña)
Por Sebastián “Pollo” Carapezza
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen