La historia de Germán Bonanni y Adriana Bassano puede ser contada como la historia de un ex combatiente y su novia durante la guerra, una historia sobre la posguerra o la historia de un reencuentro 25 años después. Una historia, atravesada por Malvinas.
Durante el último mes entrevisté a varias esposas, novias, parejas de ex combatientes argentinos en Malvinas. Quería conocer cómo vivió el entorno familiar la posguerra. ¿Habría un tenor épico o trágico en su relato? ¿Qué sería Malvinas hoy para ellas? Y en esa búsqueda me encontré con una historia de desencuentro y encuentros, una historia de amor, la de Adriana Bassano y Germán Bonanni.
Adriana y Germán se conocieron en 1978, en el tercer año de la secundaria. Vivían en la provincia de Buenos Aires, ella en Wilde y él en Quilmes, poco más de ocho kilómetros uno del otro. Pasaban juntos todo su día de novios, hasta que el 4 de abril de 1982 Germán –un conscripto aquellos días- fue convocado a la guerra, y por algunas semanas Adriana no supo más de él.
En la fábrica de Kolynos donde trabajaba, sintonizaba una de las pocas radios que traspasó el cerco informativo: Radio Carve, de Montevideo. Transcribió uno por uno los comunicados del ejército en un cuaderno, aferrándose a Germán con lo poco que tenía. Le escribió cartas, todos los días. La dictadura no brindó información oficial sobre el destino ni la vida o muerte de cada soldado, pero Adriana recibió tres señales.
En un papel verde con letra desprolija que llegó a sus manos, Germán le contó que estaba en Monte Longdon, donde se libraría luego la batalla más cruenta de la guerra. Otra vez recibió un llamado de Nicolás Kasanzew, el corresponsal de la ATC pública en las islas, a quien Germán le había pedido en un encuentro casual que le dijera que estaba bien. Otro día el que llamó fue Germán, desde Puerto Madryn. Su regreso era inminente.
“Los días de posguerra fueron espantosos: Germán no conciliaba el sueño, comía voraz”, dice Adriana Bassano. “Su alma quedó en Malvinas, al continente sólo llegó el cuerpo”.
Por entonces circulaba en la calle una caracterización curiosa, un mote: “los loquitos de la guerra”. “Los loquitos de la guerra” eran ex soldados que no recibían ayuda psicológica del Estado ni cobraban aún la pensión nacional. Buscaban trabajo, vendían estampitas, medias, lapiceras.
“¿A nadie se le ocurrió pensar que necesitaban terapia?”, se pregunta Adriana. Algunos pudieron soportarlo, otros no.
Germán volvió a irse, repentinamente, sin dejar rastro y, esta vez, sin dar explicación. Estuvieron casi 25 años separados, sabiendo muy poco uno del otro, hasta que en 2009 en redes sociales Adriana le preguntó: “¿Dónde estuviste amor de mi vida, que no te podía encontrar”, parafraseando la película argentina de Juan Jusid. Desde entonces, viven juntos.
“Lo primero que me dijo cuando nos vimos fue que había podido viajar a Malvinas dos años antes”, dice Adriana. “Yo creo que en las islas se reencontró con su alma, creo que Malvinas nos desunió y nos volvió a unir.”
Germán integra el CECIM (Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas) de La Plata: una organización que acompaña humanamente a los soldados e impulsa la causa que investiga presuntas violaciones a los derechos humanos que ejercieron superiores sobre los conscriptos.
En 2018 volvió junto a sus hijos y Adriana a Malvinas, un lugar, dice ella, que sintió vivo.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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