Con un índice inflacionario que en alimentos rozó el diez por ciento sólo en febrero, el horizonte de lo que viene preocupa cada vez más. ¿Qué hay que hacer? La Unión de Trabajadores de la Tierra aporta dos recetas para que el Gobierno adopte: fortalecer a cooperativas y federaciones que no conciben la comida como un mero negocio; y estimular la agroecología para que las familias productoras eviten los costos dolarizados.
La gran concentración en la producción, sobre todo en la industrialización, logística y comercialización de los alimentos, tiene una consecuencia directa en Argentina: los precios nunca paran de subir. Lo vemos en la yerba, en la harina y los fideos, en los lácteos y en todas las mediciones mensuales de la canasta básica, cada vez más preocupantes (en febrero, según el ISEPSi, el incremento fue del ¡9,8 por ciento!).
En un país donde el 30 por ciento de las familias son pobres y apenas puede comer; y en el que un alto porcentaje de la clase media aumenta su preocupación porque cada vez es más caro llevar un plato a la mesa, tenemos la obligación –y la necesidad– de atacar este problema de raíz, no con remiendos.
Sostenemos que una de las maneras de abordar este drama social de la inflación de los alimentos es fortaleciendo, a través de políticas públicas, a cooperativas, federaciones y organizaciones de productores. Si el Estado respalda a estos sectores que producen alimentos, la discusión del precio, logística y comercialización se desmarcaría de la actual. No es algo romántico, es algo de lo que damos pruebas día a día: al ser parte del pueblo, entendemos a los alimentos como un derecho y no como una mera mercancía y ganancia.
¿Quieren un ejemplo para dimensionar cómo incide la concentración (y también la extranjerización) de la tierra en la producción y en el precio de los alimentos? En el cinturón hortícola santafesino, la especulación inmobiliaria atenta contra la histórica producción de tomates. Atados por contratos precarios y por relaciones desiguales, los productores y las productoras nunca saben cuánto van a durar en la tierra en la que producen.
La UTT reúne a 130 familias en las cinco bases en la ciudad de Santa Fe (Monte Vera, Campo Crespo, Chaco Chico, Paraje La Costa y Recreo), en Helvecia y otra en General Alvear, al sur de Rosario. De esas 130 familias, ninguna es propietaria de la tierra en la que trabaja y produce alimentos. Esa incertidumbre muchas veces se refleja en los volúmenes de producción. Como el mercado privado se maneja bajo la lógica de la especulación según un criterio de cantidades y de consumo en las grandes ciudades, eso termina incidiendo en el precio de cada verdulería, de cada almacén, de cada supermercado.
Por eso, para ganarle a la inflación hay que avanzar con la Ley de Acceso a la Tierra y garantizar que las familias productoras, además de ingresos dignos, tengan la posibilidad de acceder o renovar las herramientas y maquinarias para la producción y también para llevar a cabo la logística de distribución. Esto se viene haciendo, y no solo lo viene haciendo la UTT: distintos espacios que conforman la Mesa Agroalimentaria Argentina se trazaron este mismo objetivo, incluso con el peso de cuatro años de macrismo en nuestros hombros.
Por otro lado, leemos en casi todos los medios que una de las causales de la inflación es el precio del dólar, un problema para todos los gobiernos y ahora bajo la lupa del Fondo Monetario Internacional. Pero no leemos que profundizar el desarrollo de la agroecología nos beneficiaría en el precio final de los alimentos. ¿Por qué? Porque nos descalza del precio del dólar y por lo tanto se logra una independencia de los costos de producción atados a la moneda estadounidense. Si pesificamos estos costos de producción, lógicamente vamos a eludir los aumentos de precios.
No podemos especular con la comida de nuestro pueblo. No podemos sostener la incertidumbre de no saber cuánto sale nuestra comida porque todas las semanas se dispara. No podemos aceptar que cinco o seis empresas regulen los precios a su antojo.
Por eso venimos construyendo este camino desde hace una década. Las 22 mil familias productoras de la UTT, con presencia en 18 provincias, fijamos el precio de una fruta o verdura cada seis meses. No existe, en este ámbito, la escalada inflacionaria de una semana a la otra.
Por eso queremos profundizar la democratización y empoderamiento de las cooperativas y federaciones: porque queremos ampliar la producción de las colonias agroecológicas como estrategia para desmarcarnos del dólar y de los precios internacionales. Son distintas maneras de contener la inflación, todas desde abajo: fortaleciendo a quienes producen los alimentos y no especulan con eso.
Por Agustín Suárez (Referente nacional de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra – UTT.)
Fotos: Vicky Cuomo y Juan Pablo Barrientos
Publicado en revista Cítrica
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen