El carnaval es un evento disruptivo. Una vez al año, durante cuatro días, los barrios bajan al centro de la ciudad. Todos los cuerpos son aptos para participar. Una mirada de esta fiesta popular en clave de diversidad, resistencia cultural y perspectiva de género.
Me siento extraña. Algo no encaja. Parada en Mitre y Villegas me siento interpelada por lo que contemplo. Otros colores, otros cuerpos, otras voces, otras identidades, otra Bariloche. Al fin la otredad, se adueñó de lo que en realidad le es propio.
En efecto el carnaval es un evento disruptivo. Una vez al año, durante cuatro días, los barrios bajan al centro de la ciudad. Las calles que usualmente son recorridas por turistas y ciertos sectores sociales más pudientes, pasan a ser copados- en un acto inconsciente de justicia- por las, los, les vecines de los barrios. “Yo creo que el carnaval es una fiesta de todos y para todos lo bailo invitando a los demás a ser felices. El caporal para mi es parte de una cultura que no me pertenece pero que es tan rica, que me hace disfrutar y sacar de mi mucha alegría”, afirma Juana, integrante de la agrupación de danzas Jallalla Andina.
El carnaval a su vez contribuye a romper con los cánones de belleza impuestos. Mujeres de todas las edades desfilan al ritmo de las batucadas con sus rollos, celulitis, estrías, flacideces. Todos los cuerpos son aptos para participar. “Es algo re lindo, porque te podés vestir extravagante y todos te miran”, dice con entusiasmo Melanie antes de recorrer la Mitre con su comparsa Samba Total. Pero cuesta, la mirada se tiene que acostumbrar a lo diverso, a cuerpos que son muy diferentes a lo que nos proponen en publicidades y medios de comunicación, y con los que además nos podemos identificar (al fin).
Por otra parte el carnaval también viene a romper con ciertos estereotipos de género. Los varones bailan. Mueven las caderas. Se visten con plumas y brillos. Bailan sin vergüenza de mostrarse gozando lo que, según lo establecido, pertenece únicamente al “terreno femenino”.
Recordemos que “es una fiesta recuperada- aclara Bárbara directora de la murga de mujeres Pura Chachara- en Bariloche hubo muchos años, que el carnaval estuvo prohibido, toda una generación más chica que no pudo disfrutar del carnaval. Recuperar ese ánimo festivo, esa identidad, del arte popular, de la calle, de salir a expresarse libremente con la cara llena de colores, cantar, la música. Encontrarse con otres vecines. Una gran fiesta bien de pueblo, bien de calle”. No es casual que las diversas expresiones del carnaval fueran prohibidas y perseguidas por el terrorismo de Estado. Y resistieron.
¿Resistieron en tiempo pasado? Tanto las comunidades bolivianas con sus coloridos trajes de lentejuelas, como las comparsas con esas vistosas plumas y las murgas con sus caras pintadas nos enseñan a resistir con alegría a una cultura de exclusión y discriminación. “Es alegría que viene a nuestra ciudad en esta época del año”, comenta Ailín de Samba Total. Es que los pueblos tristes, nunca vencen.
Por Inka
Fotografía: Verónica Moyano
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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