Cuenta que cruza el campo y llega hasta una piedra buscando señal. Pero no alcanza con estar en ese punto. Una vez ahí, y escrito el texto, hay que tirar el celular hacia el cielo y esperar que algo en alguna parte del éter conecte. Que ocurra el portento. Que lo inexplicable suceda. Con el aparato en sus manos nuevamente comprueba: sí, el mensaje se envió.
Los artilugios que hay que hacer en algunas partes del territorio patagónico para comunicarse son muchos. Para quienes vivimos en la ciudad, conectados a toda hora, es casi como si ocurriera en otra dimensión. Pero las situaciones que se tejen y destejen para conectar con un otro allí donde “no hay señal”, donde la antena más cerca queda a muchísimos kilómetros, son de lo más diversas.
Por eso, no es extraño que una de las tantas voces que recopila el libro de Juan Ignacio Revestido “Los mensajes al poblador. Entre Nacional Esquel y la comunicación rural“, señale con total franqueza: sin la radio no somos nada.
Interrumpir el silencio
Cuando Juan Ignacio Revestido salió en el 2015 de la ciudad de Buenos Aires para recorrer la Patagonia en una casa rodante y se encontró en medio de la meseta chubutense sintonizando los mensajes al poblador quedó impactado. La pregunta vino enseguida: cómo es que esto funciona, así, de esta manera, en pleno siglo XXI. Cómo es que estoy escuchando mensajes de dos personas a la que no conozco que están conversando en una emisión que se sostiene durante 15 minutos.
Por la ventana el paisaje que se extendía desolado hasta tocar el horizonte traía algunas respuestas con sus ecos repetidos. Después, cuando llegó a Esquel y se instaló en el lugar que lo cobija hasta la actualidad, siguió escuchando. “Me parecía curioso”, dice ahora en charla con Al Margen minutos antes de presentar su libro en nuestra ciudad. “Ahí pensé que en algún momento iba a producir algo al respecto, porque para las personas de la zona está muy naturalizado, pero para quienes venimos de afuera no, ni siquiera lo vemos en la facultad de comunicación como un fenómeno que existe”.
Junto al interés que le proporcionaban los “menajes al poblador” sobre los que empezó a trabajar se sumó el hecho de que Radio Nacional Esquel cumpliera 60 años de existencia, y es ahí que la investigación fue entrelazando lo que de algún modo estaba entrelazado pero sobre lo que no había mucho registro.
“A medida que fui investigando me di cuenta que no había nada escrito sobre esos 60 años, y había muy poco sobre los mensajes al poblador, si bien está el trabajo de Jorge Piccini y un documental de Gabriela Salamida, no hay mucho mas”. Es así que a partir de entrevistas a trabajadores y ex trabajadores de la radio pudo reconstruir esos 60 años de historia, complementado con diez entrevistas en profundidad a pobladores en la ruralidad. “Pudimos meternos y conocer de primera mano qué es lo que estaba sucediendo, cómo lo vivían ellos, como se sentían en relación a la radio en general y la excusa eran los mensajes al poblador, que para ellos es algo imprescindible. No se pueden pensar por fuera de la existencia de la radio, es su principal compañía”.
La voz de estas personas fue mostrando que tenían mucho para compartir, para contar y que para eso hacía falta que tengan el espacio, el tiempo, el momento. Es así que el libro no se ancla solo en los mensajes al poblador, sino en tratar de pensar una emisora patagónica como Radio Nacional Esquel, en un contexto como la zona de frontera, la meseta, las dificultades de las telecomunicaciones y el servicio que la AM puede brindar. “Creo que ahí está el foco de estas emisoras, como Nacional Bariloche, Nacional Bolsón, Nacional Esquel. Son emisoras de servicios, principalmente, distintas de otras radios porque tienen un alcance, una estructura que gracias a los equipos de AM pueden llegar a donde no llegan otros servicios. Al charlar con trabajadores de la radio ellos mismos terminan entendiendo que no se pueden limitar a una agenda urbana. Si bien la dinámica de la información, las noticas, se concentran ahí, después las mismas poblaciones de la ruralidad te presionan para que vos amplíes la mirada y puedas prestar atención a lo que está pasando”.
– ¿Qué dejó el recorrido por este trabajo en vos?
-Esto que está acá publicado es mucho más de lo que me esperaba. Empezó preguntándose qué hay detrás de los mensajes al poblador, y no pensé que había tanto. Me encontré con que había un montón de elementos para analizar. El tercer eje del libro tiene que ver con la comunicación rural y de algún modo traza la importancia de cómo un medio de comunicación tiene que dar respuesta a las necesidades de sus públicos concretos. Creo que el gran desafío que tienen los medios de comunicación es salir del escritorio, de la computadora, del estudio e ir al terreno a generar ese ida y vuelta.
Problematizar la comunicación
La presentación que hizo Juan del libro en Bariloche tuvo lugar en la Biblioteca Carilafquen de Los Coihues. En ese espacio, Luciana Avilés periodista de Radio Nacional Bariloche (y compañera de Al Margen), acompañó el encuentro a partir de las experiencias de esta histórica emisora, que tiene un alcance de 300 kilómetros a la redonda. “Llega a muchos lugares donde no llega otro medio de comunicación que no sea la radio. Tenemos conectadas tres provincias a través de esta radio”, relata.
Luciana cuenta que los mensajes al poblador han ido variando, así como la forma en que se nutren esos mensajes. “Antes venía la gente con el papelito, alguien los recepcionaba y ahí se producía el servicio que ahora sale cuatro veces por día”. Mucho de eso se terminó de diluir con la pandemia, y hoy mucho llega vía whatsapp o mensaje de texto.
“Una no se da cuenta realmente de la funcionalidad hasta que recorre la región. Hay lugares donde no hay nada, incluso tenemos parajes donde hay gente que solo cuenta con su radio a pilas, y guarda esas pilas para poder escuchar el servicio. No podés retrasarte, por ahí te demoras y se queda sin batería”, dice sobre el trabajo diario. También reflexiona: “No hay que romantizarlo. Es un servicio fundamental, muy importante para la gente que no tiene otra manera de comunicarse, se enteran de nacimientos, de fallecimientos, de que tienen que dejar abiertas las tranqueras porque van a llegan a vacunar a sus animales. Si ese servicio no sale, si ese mensaje no llegó a destino, le complicaste la vida a esa persona. Por eso está bueno tener en cuenta esta función social que cumple, pero también problematizar esto, porque implica que todavía hay un montón de gente que está desconectada, que hay caminos que no están arreglados, que para poder salir tienen que pagar remises carísimos, que no hay internet, que están totalmente desconectados y no tienen otra forma de comunicación que no sea la radio, si eso falla esa persona queda en pampa y la vía”.
Ese rol trascendental también quedó expuesto en situaciones extremas, como fue la explosión del volcán en el 2011 y donde no solo se constituyó como el único medio de comunicación que estaba funcionando, sino incluso como lugar de acopio y organización frente a las necesidades. Así también pasó durante la pandemia, donde incluso trasmitió programas educativos. “Hay mucho compromiso porque entendemos le rol que cumple la radio. No solo por la posibilidad de llegar con la información, sino porque también somos compañía. Cuando una está frente a un micrófono hay que darlo todo. Reivindicamos la radio pública y la importancia de seguir sosteniéndola”, concluye Avilés.
Mensajes que vienen y van
“Sin la radio no somos nada”, dicen alguna de las voces protagonistas recolectadas en el libro y las apreciaciones siguen reafirmando ese lugar central: “Prendés la radio y ya no estás más solo”, “Siempre alguien te manda un saludo y uno se siente contento, es como de la familia”, “La radio siempre fue la compañía de la gente de campo, porque era la única forma de enterarse como está tu familia”, siguen. Los relatos son muy puntuales: “Cuando voy a ver a mis hijos a Esquel mi mamá desde el momento en que yo salgo se queda preocupada. Por eso cuando llego a Esquel urgente le hago un mensaje por la radio y ya se queda tranquila”. Lo mismo cuando hay un familiar enfermo o una situación urgente para resolver. “La radio te tiene así. Más si uno está solo. Estas con la radio prendida haciendo cosas y estas escuchando”.
Todo esto y más recopila el libro de Juan donde los que opinan de la vida en la ruralidad es la misma gente de la ruralidad. No se trata de lo que uno crea, sino lo que ellos expresan. “La comunicación rural implica estar en el territorio con la gente real. Para eso el gran desafío es salir del estudio y llegar al territorio. No se puede concebir la ruralidad sin conocer la ruralidad”, retoma Juan invitando a seguir repensar el lugar de la radio como medio de comunicación, en torno a la participación y a la inmensa posibilidad de fomentar las distintas articulaciones y redes, muchas de las cuales ya existen pero de manera desencontrada, para seguir garantizando la comunicación.
Por Violeta Moraga
Foto Portada: Euge Neme
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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