Asociaciones y cooperativas de la Patagonia se esfuerzan en recuperar los saberes de la apicultura local para desarrollar una producción amigable con el ambiente, que potencie la biodiversidad y genere espacios de trabajo basados en el respeto.
Al sur del país distintas asociaciones y cooperativas apícolas trabajan mancomunadamente con el objetivo de construir y fortalecer el desarrollo de una apicultura de base campesina y cooperativa. En ese camino, recientemente se reunieron en Aluminé, Neuquén, las tres organizaciones apícolas que integran la UTT Regional Patagonia: la Asociación Apícola de la Comarca Andina, Asociación Apícola de Aluminé y la Cooperativa Apícola de San Martín de Los Andes, para avanzar con un Proyecto Territorial Apícola en Norpatagonia.
En ese marco reafirmaron la importancia de la apicultura “como una actividad productora de biodiversidad, clave para el equilibrio del ambiente y la polinización de los bosques nativos, frutales y hortalizas”, pero también el valor agregado que brinda este hacer y los productos que de allí derivan como la miel, el polen, el propóleos y la cera de abejas.
Mariana Chávez, integrante de la Asociación Apícola de La Comarca, compartió el recorrido que vienen llevando adelante desde los distintos espacios a partir del encuentro en charlas, talleres y capacitaciones, donde pudieron reconocerse frente a problemáticas afines. “Al inicio de este año, tras los incendios de La Comarca, tuvimos posibilidad de encontrarnos con compañeros y compañeras de Neuquén para ver cómo dar respuesta a lo que está pasando en la zona”, desanda Chávez.
Justamente, algo que quedó expuesto en el reciente encuentro es la necesidad de escenarios naturales para la actividad apícola y los conflictos que se atraviesan debido al avance del modelo extractivista con sus distintos rostros: megamineria, hidrofractura, agroquimicos y negocios inmobiliarios, los cuales perjudican a las abejas y toda la biodiversidad en un escenario donde se multiplican los incendios, la quema, y la consecuente pérdida de espacios boscosos, campos, humedales y nacientes de agua. “Frente a todo esto nos acerca una mirada de trabajo cooperativa, asociativa y participativa que nos pone a trabajar en un mismo escenario”, retoma Chávez y señala las dificultades en el acceso a zonas naturales y protegidas.
Una salida sustentable
En este contexto es que toma impulso el Proyecto Territorial Apícola Norpatagonia que comienza a desarrollarse a partir de esta temporada en las provincias de Neuquén y Chubut trabajando de manera mancomunada con los Parques Nacionales de Norpatagonia. “Empezamos a articular un proyecto que tiene como base territorial el trabajo con pobladores y comunidades de la zona para poner a salvo colmenas y al mismo tiempo acercar a las familias lo que es la producción apícola. La región permite el desarrollo de la actividad de manera bastante intensa marcada por un calendario natural, eso nos aunó en la mirada de trabajar junto a otros en espacios agroecológicos para poder desarrollar la actividad y poder mantener a salvo las colmenas o parte de ellas”, continúa Chávez.
Como integrante de la UTT Regional Patagonia, las asociaciones y cooperativas que se conforman dentro de este proyecto –que alcanza en esta etapa a unas cien familias– entienden que la producción apícola tiene como primera instancia la polinización de los montes frutales, de las huertas, de los espacios de bosques y áreas nativas, considerando que el valor agregado es la producción de miel.
De esta forma, se piensa en entornos diversos para poder acercar a los interesados a la actividad en un trabajo cooperativo, que se puede desarrollar en grupos y avanzar a partir de una producción primaria que permita no solo fortalecer las economías familiares ligadas a la región, sino también poner al alcance de vecinos y comunidades cercanas alimentos derivados de la colmena de suma importancia desde una mirada de soberanía y justicia alimentaria. Así, comienza en una primera instancia la labor de montar apiarios asociativos y cooperativos para poder mostrar en qué consiste el desarrollo de la actividad.
“Tuvimos la posibilidad de diseñar este proyecto y presentar otro para alcanzar el financiamiento para su desarrollo. Eso nos pone a trabajar en equipo, que es la idea. También pensamos en utilizar recursos maderables de limpiezas de algunas zonas para poder hacer el material apícola con recursos del lugar y no tener que traer todo de otras regiones, lo cual hace que el costo demateria inerte sea mayor por el traslado, los fletes. Se trata de fortalecer el circuito: que con lo que hay en la zona se pueda desarrollar la actividad sumando a jóvenes, mujeres, pobladores que quieran conocer la actividad y trabajar en forma cooperativa”, dice.
Así, por estos días ya evalúan en qué lugares comenzar con los talleres de iniciación apícola, dónde con los de carpintería apícola y en programar el desarrollo de talleres para mostrar la industria de los productos apícolas. “Tenemos que concebir la producción primero para acercar alimentos al mercado interno, al mercado regional, y poder colaborar en esta crisis alimentaria que estamos sufriendo, en el marco de una economía que tiene más que ver con los cuidados, los respetos y el equilibrio con la naturaleza”, señala Chávez y explica que si bien hay apicultura que se hace en escala y de manera más extensiva, lo que buscan es cambiar ese paradigma: que la apicultura sea una de las producciones más que se integran en un modelo agroecológico, sustentable y que genera el beneficio de poder trabajar en armonía con el entorno.
“La polinización favorece el desarrollo de montes nativos, de montes frutales, y se abraza y se integra con las producciones frutícolas y hortícolas. El desafío es trabajar desde ese lugar, desde esa mirada y salir un poco de la búsqueda solo de un producto mercantilizado. No proponemos un modelo en base al desarrollo de un paquete tecnológico para acceder a un producto que se exporta, sino al contrario, con la intensión de favorecer el desarrollo de la producción agroecológica, bajo el paradigma de la biodiversidad, trabajando de forma cooperativa y solidaria, pudiendo fortalecernos como región dado que los desafíos que tenemos nos encuentran para poder solucionarlos desde el trabajo, la acción y la construcción conjunta”.
Manos a la obra
Las experiencias dentro de la Asociación son diversas, aunque muchos recorridos parten de la curiosidad, de un inicio que comienza paso a paso abriendo las puertas a un mundo nuevo, como es el apícola. En el caso de Mariela Guzmán Livingston, apicultora que hoy lleva adelante junto a su socio José Mozzi el proyecto Espino Negro en la zona de la Comarca Andina, todo empezó hace unos diez años. “Llegó un enjambre a mi casa y me entró la curiosidad. Justo esa semana se dictaba un curso del INTA en El Maitén y me anoté con una amiga. Las dos estábamos en la misma situación con un bebé de meses”, recuerda.
Cuando terminaron el curso compraron tres colmenas cada una. Fue el inicio. “Nos empezó a gustar mucho y comenzamos de apoco a trabajar juntas. Después también pensamos una etiqueta, un logo, como para vender un poco de miel y al menos mantener esas colmenas que teníamos. De a poco fuimos creciendo”.
Hoy Espino Negro tiene más de doscientas colmenas desde El Hoyo hasta Cholila y esperan duplicar prontamente el número. “Mi amiga en un momento se fue a vivir a Bariloche y ahí nos asociamos con Mozzi. Hacemos un poco de todo. Una colmena hoy no da tanta miel porque son periodos cortos de temperatura y floración, pero sí puede brindar otros productos como el propóleos, que es nuestro fuerte, cera, polen, jalea real. Además, hacemos otros subproductos como los paños ecológicos y mieles batidas potenciadas con canela, jengibre, polen”.
En este andar Mariela destaca el trabajo asociativo que permite llevar adelante los proyectos, como la sala asociativa gracias a la cual pueden sacar los productos etiquetados, con todas las habilitaciones correspondientes. “Encarar individualmente es imposible”, dice y también señala lo complejo de una actividad muy influenciada por factores externos como el clima, y también amenazada por otros relacionados a la actividad humana, como el uso de agrotóxicos. Así también, este año se vieron afectados por los incendios. “Se nos quemaron varias colmenas. Pero tomamos la decisión de armar otro apiario más en ese lugar para ayudar al medioambiente, a que la polinización sea lo más rápido posible, que las abejas estén ahí. Sabemos que no va a haber una gran producción de miel en la zona, porque hay poca floración, pero priorizamos ese acompañamiento al medioambiente. Cuántas más abejas haya mejor para todos, y para el mundo”.
Damian Daich reside en el faldeo del Cerro Pirque a orillas del Epuyén, al noroeste de la provincia de Chubut. Él también comenzó su acercamiento hace algunos años: cuenta que llegó a la zona en la primavera del 2000 y estuvo un buen tiempo construyendo, haciendo cercos, plantando frutales. “El primer motivo por el que busqué abejas fue la polinización. Estaba haciendo un curso de agricultura y la gente que manejaba frutales y hacía poda me decía que los árboles polinizados por abejas dan cuatro o cinco veces más que los que no tienen polinización masiva”.
Empezó con dos colmenas. “No sabía nada y no me fue bien: no las puse en el lugar correcto, no sabía hacer la cosecha. Después empecé a estudiar sobre la perma-apicultura, que es una apicultura de baja intervención y empecé con esa línea de trabajo, pero no les saqué rendimiento”. El recorrido de Damián da cuenta de todos los intentos del comienzo y si algo queda claro es que no se trata de poner una colmena y listo. La tarea lleva su tiempo, su complejidad, su aprendizaje. Los ritmos en cada zona son distintos, y cada experiencia va tejiendo el propio camino. Finalmente, hubo cosecha y también multiplicación de las colmenas. “En la asociación se creó un fondo rotativo, donde uno pedía colmenas a crédito y las pagaba con miel. Ese año crecí bastante”. En el 2019 envió la miel de su proyecto Paradesa al certamen Alumiel, en aquel momento el más importante de la Patagonia y ganó un premio. Así, comenzó a llegar a los paladares de la región la miel de flora nativa que crece al pie de la montaña: Maitenes, Radales, Maquis, frutales, Murra.
Como parte de la Asociación Apícola de la Comarca Andina, también destaca el proyecto que prevé poner colmenas en Parques Nacionales. “Se van a poner colmenas en zonas intangibles, es importante que se acepte la abeja como parte de la biodiversidad y que se la proteja”, dice y en ese sentido señala los efectos de ciertas prácticas, y pone el ejemplo de la utilización de insecticidas. “Uno no puede controlar adónde van las abejas y lo cierto es que si se empieza a hacer ese trabajo con insecticida, no es que esa persona deja de ser un productor orgánico, todos dejamos de serlo: cómo hacés para que lo bichos no lleven insecticida de un planta a la otra, que el insecticida no vaya al agua, al aire, es algo que tenemos que cuidar entre todos. Las abejas sobrevivieron a la extinción de un montón de especies, pero no pueden ir contra el insecticida. No esperan que les metan veneno en la comida”.
Por eso, poner a salvo abejas en áreas naturales, como propone el proyecto de la UTT regional Patagonia también es una posibilidad enorme para quienes habitan esos territorios. “Lo que estamos haciendo es tratar de recuperar los saberes tratando de anclarnos en el territorio, con una producción completamente benévola y amigable. Con esa perspectiva queremos proponer una forma de trabajo que toma las posibilidades y los saberes de cada una de las personas, porque quienes habitan el territorio lo conocen y quienes acercamos un desarrollo productivo nos encontramos primero con esas personas y vemos de qué manera ensamblar el trabajo para favorecer esta mirada sobre una apicultura que produce biodiversidad y que genera ámbitos y espacios de trabajo desde el respeto”, retoma Mariana Chávez y menciona la crisis que se está viviendo en torno al ambiente y sobre todo el detrimento en el acceso a alimentos saludables, lo cual genera grandes desafíos.
“Tanto en Neuquén como Chubut se propone el desarrollo a partir de políticas extractivistas que van saqueando el territorio, dejando sectores postergados y pobres, mostrando que el movimiento que se da en torno a esa producción extractivista termina favoreciendo a algunos pocos y dejando escenarios desbastados. Estamos yendo contra nosotros mismos de la mano de quemas y desmontes de grandes extensiones que se pierden ahora y para siempre. Son desafíos realmente muy grandes que necesitan que nos unifiquemos en líneas de trabajo que nos encuentren en un lugar de respeto. No podemos hablar de un desarrollo que genere pobreza y hambre”, concluye Chávez.
Por Violeta Moraga (para quiron.ar)
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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