El científico de Conicet y Centro Atómico Bariloche Alberto Baruj aspira a que el proyecto de inversión privada extranjera para producir hidrógeno verde en Rio Negro, anunciado días atrás por el Gobierno argentino, incorpore la mayor cantidad disponible de tecnología y mano de obra nacionales, y que incluya también transferencia tecnológica.
El anuncio que hizo el Gobierno argentino sobre la inversión que realizará la empresa australiana Fortescue Metal Group para producir hidrógeno verde en Sierra Grande, Río Negro, exultó a la elite política. No es menor: se prevé un desembolso de 8400 millones de dólares (casi una quinta parte de las reservas del Banco Central) y la creación de 15 mil puestos de trabajo directos y 50 mil puestos indirectos.
Fortescue Metal Group construirá cientos de molinos eólicos, una planta de producción y un puerto de aguas profundas desde donde saldrá rumbo a otro continente el hidrógeno (un almacenador y transportador natural de energía). Ahora bien: ¿Argentina tiene un proyecto nacional de producción de hidrógeno para su autoabastecimiento o exportación?
Esta y otras preguntas son respondidas en diálogo con Al Margen por Alberto Baruj, doctor en Física, investigador principal del Conicet, especialista en Fisicoquímica de Materiales e integrante del Centro Atómico Bariloche.
– ¿Cómo recibió el anuncio del Gobierno sobre inversiones para la producción de hidrógeno verde?
-Esto se venía hablando en el ministerio de la Producción y en el Gobierno de Rio Negro, con lo cual no fue tan sorpresivo. Sí fue sorpresivo por el monto de la inversión y los plazos (ocho años), bastantes cortos.
– ¿Estos proyectos no suelen tener grandes inversiones?
-Los proyectos de energía, por lo general, tienen inversiones muy grandes. Una central nuclear cuesta más o menos el mismo dinero que este proyecto, y una central hidroeléctrica no debe estar lejos.
– ¿La Argentina tiene proyectos propios de producción de hidrógeno verde?
-Hace mucho que en la CoNEA, en el Conicet, en el Instituto Balseiro y en otros organismos de Ciencia y Técnica se está trabajando el desarrollo de este tipo de proyectos. INSA e INVAP, por ejemplo, encararon el desarrollo de aerogeneradores; hay un grupo de 70 empresas en la Argentina que tienen que ver con este desarrollo industrial; nosotros en el Centro Atómico trabajamos en el desarrollo de materiales para almacenar hidrógeno o separar el hidrógeno del agua (celdas de combustible).
Lo que no tenemos, son equipos de ese tipo a escala industrial. Estamos recién en etapa de investigación, de aplicación, de cierta escala en plantas piloto. Aspiro a que el proyecto anunciado incorpore la mayor cantidad disponible de tecnología, mano de obra nacional y algo en lo que estamos rezagados: algún tipo de transferencia de tecnología. Esa es una bandera de la CoNEA desde sus inicios: tiene que haber un componente de tecnología transferida en este tipo de inversiones, de manera tal que la Argentina dé los pasos necesarios para alcanzar a los países desarrollados.
– ¿Esta inversión prevé transferencia de tecnología?
-No conozco los términos del acuerdo, ni tampoco sé si es un acuerdo definitivo. Somos muchos, incluso dentro del ministerio de la Producción, los que apostamos a que haya participación de la industria nacional en todo esto.
– ¿Estas primeras experiencias nacionales relacionadas con la producción de hidrógeno están pensadas para su exportación o para el abastecimiento interno?
-El hidrógeno sirve para almacenar y transportar energía y, por otro lado, como insumo para la industria. Para el primer caso, no tenemos infraestructura. Entiendo, entonces, que buena parte de lo que se produce es para su exportación. Lo que resulta interesante, teniendo en cuenta que nuestra disponibilidad de divisas es siempre un problema, sobre todo si encaramos proyectos de desarrollo industrial.
– ¿El tipo de hidrógeno que producimos tiene efectos negativos en el ambiente?
-El hidrógeno es uno solo, la diferencia de tipo es cómo lo producís. En el caso del verde, la energía necesaria proviene de fuentes renovables. En el rosa, el origen es de fuente nuclear, que también es una manera limpia de producir energía, porque la producción nuclear limpia todos sus residuos. Ahora, cuando se produce hidrógeno a partir de hidrocarburos, el residuo resultante es dióxido de carbono, uno de los causantes del efecto invernadero. Si se acopla la producción de hidrógeno con la captura de dióxido de carbono, tenemos como resultado hidrógeno azul, que tampoco tiene impacto en el ambiente. ¿Otra posibilidad de producir hidrógeno? A partir de biomasa, que toma dióxido de carbono de la atmósfera y después ese dióxido de carbono se devuelve. Eso no agregaría más gases de efecto invernadero a la atmósfera de los que hay.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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