“Había una necesidad de pensar algo nuevo, que tenga a la juventud como sujeto político”, dice Mercedes Pombo (21), integrante de la agrupación Jóvenes por el Clima, un movimiento que nació en el 2019 como parte del Fridays for Future creado por la activista sueca Greta Thunberg y que Mercedes integra desde entonces.
“El espacio surge a partir de la inquietud de observar que en varias partes del mundo estaban surgiendo estas movilizaciones masivas contra el cambio climático y entender que en Argentina era necesario que exista una expresión de este movimiento”, repasa. A ella, como a varios de los integrantes, la interpelaban las problemáticas ambientales, muchas veces invisibilizadas y con efecto directo sobre los sectores históricamente postergados, pero hasta entonces no estaba militando en ninguna organización. “No encontrábamos ninguna que contenga lo que pensábamos acerca de qué implica lo ambiental, así que la creamos. Fue madurando con el tiempo, pero siempre con una perspectiva latinoamericana, anclada en los derechos humanos y la justicia social”, dice.
Para Jóvenes por el Clima los datos son bien concretos: “Si no reducimos nuestras emisiones en un 45% para el año 2030, vamos a llegar a un punto de no retorno”. Es así que este movimiento social y político “encabezado por la juventud del país que lucha por revertir los efectos de la crisis climática” se propone introducir la cuestión climática en la agenda pública de manera permanente, e instalar la problemática como un eje central de las políticas públicas tomadas por los gobiernos. “Somos la generación que más va a sufrir las consecuencias del abuso ambiental por parte de las grandes corporaciones contaminantes, y somos la última que puede hacer algo”, expresan.
-En la actualidad estamos atravesados por muchas situaciones ambientales, en un tejido complejo. ¿Qué ejes están abarcando puntualmente?
-Las problemáticas ambientales son muy abarcativas y es un movimiento sumamente diverso. Se genera esta intersección entre la planificación a largo plazo y lo urgente, con la crisis climática y ecológica y los problemas ambientales. Estamos trabajando esos dos ejes, por un lado con ciertas situaciones que emergen, como los incendios en todo el país a lo largo del año pasado y este o la cuestión de la megaminería que, a pesar de la parálisis de muchas cuestiones económicas durante la pandemia, siguió profundizándose a pesar del rechazo popular. Desde Jóvenes por el Clima asociamos estas problemáticas a otras mucho más amplias que tienen que ver con nuestro sistema agroalimentario y nuestro modelo productivo con un modelo de desarrollo, que se sustenta sobre actividades extractivas.
-A veces, incluso hacia adentro de los movimientos, se da esta cuestión que podemos simplificar -aunque es mucho más complejo- en desarrollo versus ecologismo. ¿Cómo lo atraviesan ustedes?
-Como organización tenemos en cuenta las problemáticas económicas que nos atraviesan como país y como región, y precisamente creo que muchos de los problemas tienen que ver con un modelo vetusto. Evidentemente la cuestión del modelo agroalimentario incluye otras complejidades, pero el futuro va a estar signado por la crisis climática y ecológica, y hay países que ya están poniendo restricciones ambientales. En este contexto, incluso desde una dimensión estratégica, es fundamental reorientar nuestro modelo, de dónde sacamos los recursos y las divisas. Entran muchos factores en juego, pero nuestro sistema agroalimentario actual no está orientado a la soberanía alimentaria, a satisfacer la necesidad de alimentar al pueblo argentino. Por otro lado, previendo la necesidad de mantener la sustentabilidad para las generaciones futuras, eso también es un problema, sobre todo porque, precisamente, es un sector muy gravitante para nuestro Producto Bruto Interno (PBI) que, sin embargo, es uno de los más vulnerables frente a la crisis climática.
-Es ineludible pensar en una transición.
-Tiene que haber un proyecto a mediano y largo plazo que de alguna manera transicione hacia otros sectores. Sobre todo entendiendo la variable y el concepto de transición. Nadie propone que esto sea de un día para el otro y que se deje de producir, pero hoy el 60% de lo que consumimos proviene de pequeños y medianos productores. Con respecto a la megaminería, ahí si la cuestión es mucho mas llana, sobre todo porque tenemos un marco legislativo perfectamente alineado a los intereses de las trasnacionales. Lo trato mucho desde la cuestión estratégica, porque es una de las cosas que muchas veces queda excluida del análisis cuando se refiere a las cuestiones ambientales. No se trata de una oposición entre la preservación de la naturaleza y un interés económico. Ese interés económico tampoco beneficia al país en la magnitud que se lo presenta. Hoy en día no se puede cobrar más de un 3% de regalías, por las leyes mineras sancionadas en los 90 y por nuestro código minero, que también le da beneficios impositivos a empresas trasnacionales mineras, es decir, hay una serie de cuestiones mucho más complejas que también refieren a lo económico.
-También se señala la necesidad de los minerales para la tecnología…
-Muchas veces se usa el argumento de “bueno, pero muchos objetos cotidianos tienen minerales y es utópico pensar el cese de muchas de esas actividades”, pero lo cierto es que en Argentina, si hablamos en términos de soberanía, nadie está pensando en abastecernos de los materiales que necesita EEUU para producir, entendiendo la producción local como país soberano. En Argentina no existen prácticamente cadenas de valor agregado que procese ese mineral, sino que las transnacionales se lo llevan directamente y acá queda prácticamente nada, así que tampoco va desde ese lado. Por otra parte, de los minerales que se extraen, en el caso del oro, por ejemplo, sirve para reservas bancarias, no para ningún elemento de la vida cotidiana. Algo que ahora se puso en marcha es el reciclaje de residuos electrónicos, que también es una de las cuestiones por las que se necesitan minerales, que en cierta medida se pueden reciclar, hay un montón de componentes. Pero vemos esta cuestión de poner la irracionalidad del lado de los reclamos socio ambientales, cuando en definitiva estamos enfrentándonos a una realidad que tiene que ver con lo que nos está diciendo la comunidad científica, que para mal o para bien, es donde depositamos como sociedad la capacidad de producir saber.
– ¿Qué respuestas tuvieron desde el sector político?
-Como organización desde el primer momento se impulsaron iniciativas parlamentarias. Se sancionó en 2019 la primera ley de cambio climático y la declaración de emergencia climática por pate del Senado, también la primera ley integral de cambio climático en la Argentina, que fue la ley de mitigación y adaptación al cambio climático y desde ese momento muchas otras iniciativas parlamentarias. Hubo igualmente un acompañamiento muy fuerte al proceso de la Ley de humedales. Como organización creemos que la incidencia política es una herramienta muy importante y por eso la tenemos en cuenta.
-Hay también una fuerte cuestión propositiva.
– Es muy necesario que existan iniciativas propositivas, que no son una respuesta mágica al contexto que estamos atravesando porque no creo que haya una solución ideal a un momento de crisis económica profunda producto del sobre endeudamiento y la parálisis que generó la pandemia. Como organización estamos haciendo un aporte al Plan de Desarrollo Humano Integral, que es un proyecto que surge desde la alianza de distintos sectores de la sociedad, sindicatos de diversas vertientes, organizaciones estudiantiles, ambientales, y distintas universidades. Realmente es un consenso muy diverso y amplio, junto a sectores de la economía popular y movimientos sociales, que es un poco desde donde surge la propuesta, sobre todo con la intención de dar respuesta a uno de los principales problemas que estamos atravesando en el país y que son los altos números de pobreza estructural, con un 42% de pobreza que evidentemente requiere no solo una planificación a corto plazo sino también a mediano y a largo plazo. Este proyecto jerarquiza esta capacidad de planificar y también incorpora la perspectiva ambiental, con ejes como esta cuestión de pensar otra demografía productiva, la conexión a través de otras formas de trasporte, la generación de puestos de trabajo. A esto se suma la dimensión que hay que incorporar que es la crisis climática y ecológica, que también nos atraviesa y pone en jaque cualquier previsión a futuro si no se la incorpora. Evidentemente necesitamos un horizonte y construir sobre algo concreto.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen