Estela Raffaele resalta el valor de la divulgación del conocimiento ambiental como herramienta para la prevención de incendios.
Según el Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF) la superficie afectada por los incendios forestales en la primera parte del año alcanza los 74781 M2. Entre sus posibles consecuencias, según informes de la institución, sobresalen la merma de biomasa y de estructura vegetal, la fragmentación de los hábitats y la pérdida de especies endémicas de cada región afectada. En este contexto, Estela Raffaele, investigadora principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA) reflexiona sobre los últimos fuegos que ocurrieron en la Comarca Andina.
“Existen condiciones climáticas que aumentan la posibilidad de incendios, pero en muchos casos estos ocurren por negligencia humana, porque se han apagado mal los fuegos y porque hay mayor densidad de personas visitando o viviendo en la región”, señala Raffaele. Y agrega: “Eso también cambia el paisaje e influye en este tipo de problemas”. Para la investigadora, trabajar en la prevención con los habitantes de estas zonas es clave: “Se necesita mucha más planificación e información para que la población sepa qué significa vivir rodeados de pinos”.
Dado que el manejo del combustible es central en la aparición e intensidad de los incendios, existe mucha información sobre las especies leñosas que, según la científica, podría agregar valor a la hora de prevenir el fuego. Así, Raffaele, en conjunto con Melisa Blackhall y Jorgelina Franzese, investigadoras adjuntas del CONICET en el INIBIOMA, proponen la confección de un ranking de inflamabilidad que describa las especies que podrían incendiarse más rápidamente. Este tipo de trabajo tiene sus antecedentes en otras partes del mundo, por ejemplo en Estados Unidos. “Conocer este tipo de información es muy interesante ya que si se pudiera llegar a los sectores de gestión se podría prever qué especies no es recomendable plantar, sobre todo en los jardines con cercos vivos comunes en la Patagonia”, puntualiza la investigadora.
Los pinos y su relación con los incendios forestales
Un informe elaborado por integrantes del Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación (ONDTyD), del cual Raffaele forma parte, señala que existen especies de pino, en este caso pino radiata, que por sus características morfológicas, presentan una rápida adaptación a un ecosistema afectado por incendios. “Las especies exóticas con adaptaciones al fuego, como la serotinia, presentan una clara ventaja en relación con el resto de la comunidad nativa en condiciones de fuegos frecuentes”, sostiene el reporte del observatorio. Y continúa: “En los ecosistemas propensos al fuego puede ser posible un proceso de selección por el fuego, en el cual, en sucesivas generaciones post-fuego, aumentará la frecuencia de individuos altamente adaptados a esta perturbación; contribuyendo a retroalimentar positivamente el ciclo de invasión-fuego”. Dicha retroalimentación resulta en un nuevo tipo de disturbio que determinaría una degradación del hábitat y provocaría, además, consecuencias negativas sobre los medios de subsistencia de los pobladores.
Las plantaciones de pinos sin manutención constituyen otro aspecto de importancia en relación con este tipo de desastres naturales. Su influencia se debe a que algunas especies portan grandes cantidades de combustible seco, “es decir, que permanecen dentro de la planta ramas secas que al acumularse la convierten en una plantación altamente inflamable”, declara Raffaele. Informar a la población respecto de la necesidad del manejo de las plantaciones y aumentar el control de los organismos estatales pertinentes es fundamental para asegurar la limpieza de las mismas, que impactarán tarde o temprano en el alcance del fuego.
Ante este escenario, focalizar los esfuerzos en la prevención de incendios resulta una cuestión imperiosa. En resumen, reflexiona la investigadora, será necesario comenzar a pensar en crear paisajes menos inflamables en las zonas periurbanas.
Por Yasmín Noel Daus (Portal CONICET)
Fotos: Euge Neme
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen