Este sábado a partir de las 15:30 hs, el Espacio de Articulación Mapuche y Construcción Política, en un ejercicio de construcción de la Memoria y la Verdad convoca a un acto público en repudio a la mal llamada “Conquista del Desierto”. Compartimos una entrevista que mantuvimos con uno de sus integrantes, Gustavo Cayún Pichunlef y un manifiesto del Espacio al respecto.
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A 140 AÑOS DE SU LLEGADA AL NAWEL WAPI MAPU, REPUDIAMOS EL WINGKA-MALON.
Exigimos MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA ante el GENOCIDIO FUNDANTE de este Estado.
En octubre de 1880, Roca había asumido la presidencia de la Argentina, después de ahogar en sangre y fuego la oposición de Buenos Aires. Con las manos libres, dirigió su mirada una vez más hacia el sur, hacia el Waizufmapu (Territorio de la Cordillera) y el Willimapu (Territorio del Sur), donde todavía defendía su libertad el pueblo mapuche. Al mando de Conrado Villegas, sanguinario subalterno, tres brigadas salieron de Chos Malal y de la línea del río Negro en marzo de 1881, con órdenes de confluir en el Nahuel Huapi. Nunca antes los newen que habitan este mapu habían percibido el tintinear de las armas, el estampido de carabinas y fusiles, la estridencia de los clarines. Nunca antes había ondeado aquí la bandera que identificaba a los agresores, a los wingka. Porque si hay dignos poseedores de ese término, esos son los hombres y mujeres que compartían la ideología de Roca.
La 1era Brigada, al mando de Rufino Ortega tenía órdenes textuales de “reconocer y batir en su avance todos los lugares en que pudiera haber indios”. ¿Quién tiene necesidad de “reconocer” un territorio supuestamente propio? Sólo los recién llegados se ven forzados a llevar a cabo tareas de reconocimiento… La 2da Brigada tenía órdenes de acompañar el curso del río Limay por el norte hasta el Pichi Pikun Leufu para luego, torcer al oeste y atacar las ruka de Rewkekura y Sayweke, dos de los grandes longko que todavía perseveraban libres junto con sus guerreros y familias. Iba al mando de Lorenzo Vintter. La 3era marchó a las órdenes de Liborio Bernal por el interior de la actual provincia de Río Negro, para interceptar posibles fugas hacia el corazón del Willimapu. Pero como faltó coordinación entre las columnas, Sayweke y su gente pudieron ponerse transitoriamente a salvo, al sur del Limay.
En la cordillera hoy neuquina, esquivaron ataques y evitaron capturas los longko Keupü, Waikillan y Zúñiga, es decir, waizufche (gente de la cordillera) y pikunche (gente del norte) que jugaban juntos su suerte. En la zona de los lagos Aluminé y Moquehue, también resistían por entonces Namunkura y Alvarito Reumay, quienes fueran desalojados de sus ruka en 1878. Tres años después del desplazamiento forzado, encontraban refugio entre sus peñi y lamngen de la cordillera. Humaredas avisaron la aproximación wingka, cuando el verano de 1881 se aprestaba a finalizar.
Las tropas de Ortega acamparon en el mismo lugar donde habían florecido las incontables tolderías de Rewkekura. Una multitud de pehuenes y cipreses fue testigo de la usurpación. Con desesperación, los peñi desmoronaron grandes piedras para obstaculizar el avance del Ejército invasor e incendiaron potreros para que sus caballadas no tuvieran pasturas a disposición. La abundancia de manzanas y la calidad de los pastos asombró a los recién llegados, alrededor del río Pulmarí. Su valle entristecía, al abrigar todavía tolderías abandonadas.
Cuando la columna agresora siguió hacia el sur por el curso del río Aluminé, supo que hacia el oeste se levantaban las tolderías de Ñankucheo y Wirkaleo. El avance de las tropas poco tuvo que ver con el paseo que nos vende la historia oficial: mientras el grueso de los soldados se empeñaba en cruzar las aguas, weichafe atacaron. Opusieron facones, boleadoras, lanzas y unas pocas armas de fuego a los Remington con que Roca había dotado a todas sus fuerzas. Ninguno de los guerreros pensaba en un triunfo, simplemente buscaban demorar a los invasores para que sus compañeras, hijos e hijas, pudieran encontrar refugio en la cordillera o más allá. En el nacimiento del Kollon Kura, donde tenía su ruka el longko Wirkaleo, encontraron los soldados sembradíos de trigo y cebada. ¡Ningún desierto! Desierto quedó el mapu cuando las tropas se consagraron a quemar los toldos que encontraban a su paso…
A fines de marzo acampó la 1era Brigada en Quemquemtreu, antiguo emplazamiento de la ruka de Sayweke. Ya había pasado por allí la 2da Brigada, pero las dos columnas agresoras no pudieron ponerse en contacto. Días antes, los hombres al mando de Vintter habían atacado al gran longko, provocando muertos y heridos. También capturaron cuatro mil ovejas, 800 vacas y 800 caballos. Desde entonces, los mapuche no sólo tuvieron que evitar las balas de fusiles y carabinas, sino también el hambre. Durante la desesperada resistencia quedó herido Tacoman, uno de los hijos de Sayweke. Los partes militares no hablan de la prisión y el asesinato de mujeres, niños y niñas, pero esos “hazañas” del Ejército Argentino quedaron grabadas a fuego en las memorias mapuches, entre ellas, la de Katrülaf. Rufino Ortega se convirtió poco tiempo después en gobernador de Mendoza y se enriqueció personalmente, al utilizar mano de obra mapuche esclava en sus numerosas estancias.
El 2 de abril de 1881, las tres brigadas agresoras confluyeron “10 kilómetros al este del nacimiento del Limay”. Da escalofríos saber que aquellos que venían de matar y aprisionar a nuestros mayores, de saquear sus tolderías y de robar sus animales, acamparon aquí o muy cerca de aquí. Al día siguiente, 3 de abril de 1881, formaron, izaron su bandera, dispararon sus armas y profanaron un wingkul al que nombraron Nuestra Señora del Carmen de Villegas. 140 años atrás, es decir, unas cuatro generaciones. Trajeron conquista colonial, trajeron muerte, trajeron genocidio. A sacar del silencio esos crímenes contra el pueblo mapuche es que venimos.
Ese silencio no ha sido ajeno al accionar de distintas instituciones de esta ciudad. Por el contrario, fue creado desde escuelas, estamentos de gobierno e instituciones de la sociedad civil que se han encargado de dejar bien clara la historia para contar. Una historia oficial que, no tuvo reparo en generar cuanto evento pudo para reafirmar como gran acto nacional la gesta de la muerte que el Estado desplegó sobre el pueblo mapuche por estos lares.
Cuenta de ello son las innumerables conmemoraciones a la campaña de sangre -emprendida por los “Expedicionarios al Desierto”- que, desde los pioneros como Capraro o Anasagasti hasta la comunidad educativa de la Escuela nº 16 de los años treinta, se han llevado a cabo al pie de este Wingkul renombrado, mutilado en honor a la gesta patriótica. Este wingkul tuvo el destino, aunque bien podríamos llamarle la desgracia, de ser testigo de sucesivos homenajes a la muerte. Desde la instalación –un 3 de abril de 1927– de un monumento, hasta el adoctrinamiento de infancias en una historia que tapo el horror e invisibilizó un genocidio. Ha sido poco el reparo, si somos indios. Tal es el punto de desprecio que hasta una “Comisión Provincial de Homenaje al Centenario de la Campaña al Desierto” se creó hacia 1979 para conmemorar la hazaña de sangre.
Una mirada crítica e intercultural del pasado y el presente nos pueden proyectar un mañana diferente. Son ineludibles restituciones de todo tipo, materiales, discursivas, pero sobre todo nos debemos un espacio en donde nuestras convivencias no tengan al racismo, al odio y la historia de los perpetradores del genocidio como protagonistas. Para proponer otra convivencia es que levantamos nuestra voz aquí, en los antiguos dominios del longko Mankewenüy, luego ruka del longko Inakayal. Dina Wapi pi ta wingka, Nawel Wapi Mapu ñi ruf üy.
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