La marea verde, que sacudió el espacio público, social y político argentino, también alcanzó a las desconocidas sociedades comunitarias indígenas en las que se juegan normas ancestrales, las cuales, de todos modos, son aplastadas por la violencia del racismo y la discriminación dominantes.
A la lista de reivindicaciones históricas tales como territorio, defensa de los montes, derecho a la salud, al acceso al agua y a la educación intercultural bilingüe, se incorporó ahora el reclamo de voz y voto de las mujeres originarias en asambleas y organismos de decisión comunitaria.
La novedad del feminismo no es algo uniforme ni se da de la misma manera en las 1.653 comunidades en las que habitan los 38 pueblos indígenas reconocidos por el Estado argentino.
La razón: lleva tiempo la aplicación de leyes y derechos, normalmente surgidas de luchas y movilizaciones y también lleva tiempo un nuevo relacionamiento al interior de los vínculos de pareja y familiares.
Bashe Nuhem, qom (antes referidos como tobas), comunicadora, documentalista y vecina de Juan José Castelli, en la entrada al mítico Impenetrable chaqueño dijo que en las comunidades indígenas “apuntamos a la descolonización y a la despatriarcalización”.
Y puso en cuestión la participación política y social de las mujeres al considerar que “estamos muy flojos en ese sentido. Tenemos que sacudirnos el machismo que llevamos dentro nosotras las mujeres”.
Las relaciones de poder entre hombres y mujeres dan cuenta de la construcción de un nuevo relacionamiento, pero en general, describe Bashe Nuhem (significa “espíritu del monte” en lengua qom), los vínculos siguen signados por la “supuesta superioridad masculina” o machismo.
“En las comunidades en el Impenetrable está todavía muy anclado el machismo que mata, debilita, desacredita y nosotras lo sufrimos constantemente. Es una lucha permanente, nos pasa en la radio cuando queremos tocar un tema y nos ponen caras. Con la despenalización del aborto, muchos hermanos, incluso mujeres empezaron a decir que nosotras estábamos incentivando que ¡las jóvenes se sometan a un aborto!”.
Desde Cushamen, noroeste de Chubut, Vanesa Martín (32 años), mapuche, referente de género e integrante de la comunidad Fofo-Cahuel (“caballo loco” en mapudungum), hizo hincapié en la situación de las pobladoras alejadas donde lo único que llega es Radio Nacional en una geografía esteparia, extensa, interminable.
“La realidad es que las mujeres que viven en la ruralidad están abandonadas a su suerte por parte de los Estados nacional y provincial. Ni hablar de los movimientos feministas. Y en los espacios comunitarios no se prioriza hablar sobre los derechos de las mujeres“, explicó a Télam la joven.
Lo hizo al resaltar el papel de la radio pública en las comunidades: “Por suerte hoy, en la radio, hay áreas de género y pasan pequeños segmentos de información así que podemos escuchar sobre algunos derechos y sobre muchos femicidios que se dan en otros lugares“.
Madre de tres niños, Vanesa exculpó a los movimientos feministas por “no llegar” a esos territorios “entiendo que estos espacios deben nacer desde cada lugar, cada localidad. Y desde cada mujer. Yo particularmente me creo feminista porque nací y crecí y sigo viviendo en una familia machista. Y me hice y me sigo construyendo por la lucha diaria de mis abuelas, de mi mamá, mis vecinas y cada una de las mujeres de mi comunidad“.
Las definiciones de esta mujer mapuche están atravesadas por la experiencia e historia de su pueblo “remarla por una igualdad de oportunidades con los hombres es difícil. Es así desde la llegada del winka. Arrancaron nuestros valores. Para el pueblo nación mapuche la mujer es la representación máxima porque somos las que traemos vidas al mundo y estamos unidas a la madre naturaleza por todo lo que nuestro cuerpo transforma de manera diaria”.
La economía, el acceso al dinero, también está en el debate de las mujeres originarias.
Vanesa, desde Cushamen, destacó como positiva “una salida desde el lado de los salarios. El Gobierno piensa en que estos derechos sean destinados a las mujeres desde la Asignación Familiar, la tarjeta Alimentar, el programa Potenciar que llega sólo a las mujeres y aunque los hombres se anotan no les sale“.
Bashe Nuhem se ríe al recordar una anécdota que muestra cuánto cuesta lograr el reconocimiento y respeto de los hombres en las comunidades: “hace un tiempo una compañera moqoit (mocoví) el marido, dirigente la mandó a preparar la comida para los asistentes a la asamblea. Nosotras nos miramos porque teníamos nuestras carpetas con propuestas para seguir con los procesos de lucha y la compañera entonces le respondió que no podía, o que podía pero no en ese momento porque nosotras las mujeres teníamos planteos para hacer“.
“Se quedaron mirándonos de reojo, mal, pero nos plantamos, dijimos que nosotras tenemos que estar en la asamblea. Eso fue por primera vez e hicimos que muchos nos observen, sobre todo los hombres. Algunos comprendieron otros no y esto es el feminismo, con el que apuntamos a lo mismo: la participación pero una real“, apuntó Bashe como síntesis de cualquier colectivo de mujeres indígenas.
Fuente Télam
Foto portada: Euge Neme
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular al Margen