Nahuel Salvatierra, Luciano Nahuel Arruga y Rafael Nahuel, son ejemplos de abuso de las fuerzas de seguridad hacia los pibes de los márgenes. Tres casos emblemáticos que se enlazan por su nombre Nahuel, tigre en lengua Mapuche.
Una realidad latente recorre el territorio de norte a sur y resulta una de las grandes deudas del periodo democrático: la violencia de las fuerzas de seguridad hacia los pibes que conforman los márgenes, conurbanos o periferias de las ciudades.
Algunos de estos casos terminan en asesinatos que ponen en tapa una realidad que se intenta ocultar. Pibes y pibas conviven cotidianamente con abusos de autoridad y poder, donde resultan escasas las posibilidades de denunciarlas y visibilizarlas.
La CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) lleva adelante la recopilación de personas asesinadas por el aparato represivo del Estado, un relevamiento que comenzó en 1992. Los informes anuales que la Coordinadora emite, confirman una selectividad dirigida a la edad de las victimas además de un claro recorte de clase.
Entre 1983 y 2020 se contabilizaron 7587 casos, siendo la franja etarea hasta 25 años la mas afectada, ya que conforma un 44.5%. Si a esto se le agrega la porción hasta 35 años, se llega al 64% del total de situaciones recabadas en democracia.
Sergio “Cherco” Smietniansky es abogado especialista en DDHH. Fue militante de CORREPI y hoy integra CADeP, Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo. Su experiencia en la lucha junto a causas sociales le permite hacer una semblanza del carácter discrecional de la represión: “Así como en la dictadura la represión no era masiva, sino que era direccionada básicamente a las organizaciones y militantes que planteaban el cambio social, con el advenimiento de la institucionalidad, ese enemigo real se va a desplazar al enemigo potencial (…) La represión policial tiene una direccionalidad, ¿Cuál es esa direccionalidad? los pobres en general y los jóvenes en particular”, afirma Smietniansky y continúa: “Esos jóvenes son el enemigo potencial, aquella mano de obra que sobra y que potencialmente es el sector con más posibilidades de rebelarse. Esto explica porque cuando uno agarra los listados, son pibes jóvenes de barrios humildes”.
En el Norte
Nehemías Nahuel Salvatierra tenía 17 años. Vivía en el barrio Solidaridad, periferia de la ciudad de Salta. La noche del 3 de enero de 2018 se encontraba en la esquina de su casa junto a unos amigos cuando una moto de la policía irrumpe en la escena. Dobla en U y comienza a dispersar un supuesto entredicho de bandas opuestas. Las amenazas de los policías, arma en mano, son enfrentadas verbalmente por los pibes. Uno de los uniformados acciona el gatillo y termina con la vida de Salvatierra.
Norma Santillán es vecina de la familia y resultó una figura clave en la organización por el pedido de justicia. Aquel día fue una de las primeras personas que se hizo presente en la escena. No podía creer lo que veía, pero pudo sacar algunas conclusiones: “La rivalidad de los pibes con la policía es porque la policía busca a los pibes (…) Cuando ellos están en la esquina, viene la policía y, como tienen una pistola, se creen que tienen el derecho a basurear“. Santillán se indigna ante el cotidiano hostigamiento. Afirma que el espiral de violencia crece día a día y reconoce en las fuerzas de seguridad gran responsabilidad a la hora de pensar posibles soluciones.
Cuando el asesinato de Salvatierra, Norma personalmente fue a hablar a la comisaría para que haya una tregua. Ni siquiera en el momento de mayor dolor se logró una pausa, “cuando fuimos al cementerio a enterrarlo la policía estaba muy agresiva (…) inclusive al regreso tuvimos que trabar la puerta de la casa porque la policía quería entrar. Tenían rencor hacia los chicos porque nosotros pedimos justicia”.
Norma conoce cabalmente la realidad de los márgenes de la ciudad de Salta, donde cotidianamente pone el pecho a la realidad. Lleva adelante, junto a su hijo, un comedor y merendero llamado la “La ranchada“, nombre del grupo al que pertenecía Nahuel.
En el centro
A escasas cuadras de la Capital Federal, en el barrio de Lomas del Mirador, creció Luciano Nahuel Arruga. Nacido un 29 de febrero de 1992 pasó sus días en el barrio 12 de octubre mientras jugaba y soñaba a la par de sus amigos en la plaza República Argentina.
De familia humilde, sufrió la matriz patriarcal y machista de la sociedad cuando su padre abandona el hogar dejando a Mónica, mamá de Luciano, al frente de la familia. Desde temprana edad el joven Arruga tuvo que asumir grandes responsabilidades.
Un día en que Luciano se encontraba en la plaza del barrio, es tentado por el sistema policial para ser reclutado y robar para ellos. “Con su sabiduría popular y con su ética villera dice que no, que no va a robar, que va a seguir ‘cartoneando’ para que no le falte un plato de comida a sus hermanitos”, comenta Pablo Pimentel, abogado referente de Derechos Humanos que acompaña a la familia de Luciano desde un primer momento.
“La adolescencia es una etapa en que a todos nos cuesta ir asomando la cabeza a un mundo en el cual vemos si tenemos lugar o no. Algunos podemos estudiar el secundario o en la universidad, otros cuando asoman la cabeza, se la cortan. Luciano es producto de esa marginalidad que viven los adolescentes de barrios populares de los distintos conurbanos de la argentina“, afirma Pimentel.
Arruga fue visto por última vez el 31 de enero de 2009 y permaneció desaparecido por mas de 5 años por negarse a robar para la policía. Su cuerpo fue encontrado enterrado como NN el 17 de octubre de 2014. La aparición solo fue posible gracias al incansable trabajo del autodenominado grupo “Familiares y Amigos de Luciano Arruga”, que nunca cesaron en la búsqueda y el reclamo.
“El caso de Luciano Arruga marcó un antes y un después en la vida del joven villero de la Argentina”, sentencia Pimentel y agrega: “Lo de Luciano quedó como un hecho histórico. Sirve para las academias a estudiar desde el punto de vista sociológico y antropológico lo que sucede con los chicos pobres, pero no sirvió para producir políticas que cambien la cultura represiva de las fuerzas de seguridad”
En el Sur
El 25 de noviembre de 2017, Rafael Nahuel Salvo era asesinado por un efectivo del grupo Albatros, fuerza especial de Gendarmería Nacional. Rafita, como lo conocían en el barrio, tenía 21 años y se encontraba en una recuperación territorial Mapuche, raíz ancestral que llevaba en las venas y venía resurgiendo en él hace años.
Su anhelo en la recuperación, les contaba a sus amigos, era tener una pequeña casa, conejos y, si era posible, un caballo. Amaba los animales y deseaba poder cumplir su sueño en aquellas tierras habitadas ancestralmente por su pueblo.
Al mismo tiempo, Rafa veía en la recuperación territorial una manera de escapar al destino de sueños cortos que pareciera marcado para los pibes y las pibas de los barrios “altos” de Bariloche.
Rubén Marigo es presidente de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos) de Bariloche. Forma parte de la querella en la causa por el asesinato de Rafael Nahuel y acompaña a la familia. Hace un relato de la realidad barilochense que pocos observan: “El 40% de la gente que vive en Bariloche vive en los barrios altos, en los barrios marginados, y siempre han sido carne de cañón de la represión y la violencia policial“. Realidad oculta de una ciudad que apunta al turismo de los lagos y la nieve, dando la espalda a los habitantes originarios, en muchos casos migrantes internos de la provincia, que sirven como mano de obra barata.
Los pibes de los márgenes ocupan el lugar de chivo expiatorio, la válvula de escape de una sociedad polarizada. “Por portación de cara y de clase, los chicos de los barrios altos no pueden bajar al centro. No son los rubios de ojos claros los que están en las cárceles de Bariloche, hay una clara diferencia. Y lo mismo pasa en las calles: a quien se para, a quien se le pide documentos, a quien se los considera sospechoso“, y Rafa era parte de aquellos pibes.
Marigo hace énfasis en lo que podrían a llegar a ser soluciones de aquel problema: “Hay algunas cuestiones fundamentales que discutir: la violencia institucional, la reforma de las leyes de seguridad, cambiar una policía de represión por una prevención discutiendo seriamente que es la seguridad y por último, el 40 % de pobreza. Son deudas muy grandes de la democracia”
Como tigres
La visibilización de cada uno de estos casos no fue casual, sino que obedeció a las redes de organización que lograron sostener el pedido de justicia y esclarecimiento. No solo los medios independientes cubrieron las noticias, sino que inclusive se lograron instalar en los medios hegemónicos durante un tiempo sostenido. Cada uno de estos hechos, con sus particularidades y regionalidades, no dejó de sufrir (y sigue sufriendo) estigmatizaciones, falsedades y tergiversaciones de todo tipo.
Sergio Smietniansky recuerda a León “Toto” Zimerman, quien fuera referente ineludible en materia de defensa contra la violencia de los aparatos represivos: “León viene a escupir el sueño ochentista del Nunca Más, porque plantea que en el periodo institucional se siguen violando los DDHH“. El mismo Zimerman es quien acuña el término “Gatillo fácil”, frase que viene resonando hace tiempo en las barriadas y continua con peligrosa vigencia.
El “detrás de cada gorra, hay un pibe con su historia“, no es solo una afirmación de quienes se organizan para pelear a diario contra la violencia de clase ejercida desde las fuerzas de seguridad y los estamentos judiciales. Aquella frase sintetiza el reclamo ante la mirada esquiva de una sociedad que excluye en sus prácticas a una gran porción de la población, en particular, a los jóvenes de los márgenes.
El nombre Nahuel atraviesa transversalmente las vidas de estos tres pibes, y sus historias cruzan de norte a sur el territorio. Como tigres, despiertan y rugen para sacudir a la sociedad del letargo.
Por Facundo Sinatra Soukoyan
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen