El MTE inauguró cerca de Chos Malal la primera de sus casas comunitarias de convivencia fuera del AMBA. Gratuitas y abiertas, más de 700 jóvenes con consumos problemáticos de sustancias en todo el país buscan apoderarse de la palabra.
Se trata de un nuevo espacio para construir una nueva vida, más cerca de la agroecología, la carpintería y el trabajo en general, y más lejos de los atajos que colonizan a los jóvenes de las barriadas patagónicas.
En El Cholar, a 60 kilómetros de Chos Malal, en el norte de Neuquén, funciona desde septiembre una “casa comunitaria de convivencia”, donde viven nueve jóvenes con consumos problemáticos de sustancias. Fue construida por Vientos de Libertad, una de las ramas de la organización social MTE. Es la séptima en todo el país y la primera fuera del AMBA.
Santiago Arizio, referente de la organización social en Chos Malal, cuenta a Al Margen que, a diferencia de otros dispositivos estatales o privados, estas casas comunitarias son abiertas, los jóvenes ingresan por voluntad propia, y el proyecto intenta recuperar la palabra lejos de los procesos de medicalización.
“Los servicios públicos del Estado funcionan como internaciones con medicación psiquiátrica. Te suplantan una droga por otra”, dice. “Y en las comunidades terapéuticas privadas hacen muy buenos billetes: te cobran entre 40 y 50 mil pesos y hasta reciben asistencia del Sedronar”.
Las casas comunitarias de convivencia también reciben asistencia del Sedronar, pero se sostienen con la militancia de coordinadores que atravesaron por experiencias similares a la de estos jóvenes. Hay también psicólogos y trabajadores sociales externos que acompañan sus procesos.
En la Argentina son alrededor de 700 los chicos distribuidos en las siete casas del MTE, donde todos hablan de todo: de salud y también de los derechos cercenados.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen