Este sábado a las 14 horas se realiza una caravana desde la escuela La Llave hasta el centro cívico. Compartimos una crónica sobre La Tía Marilú, cantante de la cumbia trans y estrella indiscutible de la última marcha del orgullo en Bariloche.
La Tía Marilú confiesa a Al Margen el secreto de su éxito “Yo soy como soy: canto feo, tengo rollos y arrugas, pero hago bailar a todos con mi espectáculo”. El año pasado La Tía Marilú participó en la séptima marcha del orgullo donde cantó el hit Caramelo de limón: Te regalé un caramelo blanco de limón con ese gustito agridulce que siempre tiene el amor, y repartió caramelos ante un público hipnotizado por su alegría.
La Tía Marilú se despierta temprano, se queda en la cama un buen rato hasta que los pensamientos se acomodan en su cabeza. Se hace un mate y revisa su agenda. Hay días que cuida a su mamá o sino hace los mandados. Almuerza liviano, unas torrejitas de lechuga o zapallitos revueltos.
Esa mañana La Tía Marilú nos esperaba morocha, con una pollera larga, remera de algodón y sin maquillaje. La primera vez que la vi fue en una foto de WhatsApp: toda de dorado, con corona y chal de lentejuelas recortada sobre el lago Nahuel Huapi. La Tía estaba parando en la casa de una amiga en Neuquén y Onelli. Su amiga se había ido, así que nos quedamos a solas con La Tía en la pequeña mesa de la cocina. Su voz suave y profunda nos envolvió por dos horas.
Nos contó que su vida artística comenzó animando un cumpleaños de quince: “La chica no tenía plata para pagar un buen show y como yo era jodona en el barrio, me llamó a mí”. A cantar con su voz empezó en el 2014 porque tuvo problemas con la hija de Lía Crucet. En ese tiempo hacía el tributo a la reina de la música tropical – “como tengo un cuerpo parecido a Lía hacía playback de sus canciones”-, hasta que Karina Crucet la amenazó que iba a ir con su abogado a las bailantas donde ella cantaba. Cuando este conflicto trascendió en las redes sociales, los empresarios de la música la dejaron de llamar. “Yo homenajeaba a Lía con mucho respeto, es que la mayoría de los transformistas la hacen ridícula”, nos aclaró La Tía. “La misma Lía me dijo que si esto me daba de comer que lo haga, que para ella estaba todo bien.”
Ahora La Tía Marilú es una mini empresa. La vecina le hace los vestidos sensuales, el remisero la lleva a todos lados y actúa como su representante, la esposa del remisero le saca las fotos. También está su asistente que cumple un rol clave en el show: reparte los caramelos, la ayuda a levantarse después del meneadito y siempre está atento a que no se le escape el pezón. “Somos una gran familia, todos del barrio de Lanús”, nos comentó.
El Totí, la ex pareja de Gilda, y Luis Perrusi, el creador de la Nueva Luna y de Tambó Tambó le recomendaron que se dedicara a otra cosa. Pero ella nunca se quedó con un no, como Gilda. Cuando nombró a Gilda, acarició su brazo justo donde tenía tatuado el nombre de la cantante mítica en letra cursiva. Nos habló de cómo hizo Gilda para -con esa voz angelical- conquistar la movida tropical. Y nos contó cómo ella está luchando por hacerse un lugar en ese mundo, un lugar como ella quiere, no como otros quieren que sea. “Me dicen que tengo que buscar mi tono de voz, tengo mucha gente que se ofrece a ayudarme gratuitamente con clases de canto, pero a mí me gusta ser así”. Hace poco se volvió a encontrar con Luis Perrusi en un canal de cable, y nos dijo que él le pidió disculpas por haber sido tan crítico con ella y que valoraba que haya insistido y que si ahora estaba en escena era por algo que él no había visto en ese entonces. “Te imaginás, ¡yo estaba allá arriba!”, nos confesó La Tía mientras volvía a acariciar el rulo de la letra G.
Su show de cumbia es para mayores de veinticinco, pero ella canta en cualquier evento donde la inviten. Los domingos les canta a lxs abuelxs del centro de jubilados. En los eventos solidarios siempre está presente. También le piden que vaya a los jardines de infantes. Antes hacen una reunión para explicar que va a ir una mujer trans y después La Tía les hace bailar a todxs: niñes, profes y padres. Le preguntamos si se ponía los mismos vestidos para cantar en el jardín de infantes. “Los chicos quieren que Marilú venga rubia y con todos los brillos a la escuela” -nos comentó- “sino se pierde la magia”.
También nos contó sobre Sofía, una nena de cinco años, que conoció en un casamiento y le pidió a su mamá que quería hacer su cumpleaños en un salón y de noche, para que venga La Tía Marilú. El problema fue que la abuela de Sofía era evangélica y el día de la fiesta La Tía se sintió un poco intimidada por la mirada de la abuela. “Mucha gente nos tiene como quilomberas” -nos explicitó-. “Yo trabajé de prostituta por necesidad. A los 30 quise cambiar mi vida, dejé la droga porque me di cuenta que no tenía nada, que los que vendían droga tenían casas de tres pisos, cambiaban de auto todos los años, se iban de vacaciones y yo viajaba en colectivo. Ahora tengo una casita en el terreno de mi mamá.”
Cada vez que La Tía Marilú se sube al escenario lleva consigo la bandera de la diversidad y la cuelga en el micrófono. Ahora que quiere empezar a escribir sus propios temas sobre la vida de las mujeres trans. ¿Quién fue tu tía Marilú? le preguntamos queriendo saber quién había sido su musa inspiradora. Y ella nos contestó categórica: “Yo soy la tía Marilú. Tía me pusieron mis amigas peruanas porque soy más vieja que ellas. En la movida tropical ya teníamos a Nene Malo, Nena Mala, Tu Papá, Mi Cuñado… Solo faltaba una Tía”.
Por Verónica Battaglia
Fotos: Euge Neme
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen