Río Negro, entre otras provincias, no exigirá un hisopado negativo ni cuarentena a los turistas que nos visiten. Conversamos con el profesor de historia y gerontólogo Iván Greppi Seveso sobre la situación de los adultos mayores frente a la apertura del turismo.
– ¿Considerás que están dadas las condiciones para la apertura del turismo?
-Desde la gerontología considero que es una decisión apresurada. Entiendo la fragilidad de muchos hogares que se sostienen gracias al turismo. Sé que muchas familias están trastocadas: perdieron a un familiar, estuvieron enfermos, aislados, se quedaron sin trabajo y sin las redes sociales de contención. Todo esto supone un cóctel horrible.
Como gerontólogo tengo que advertir que Bariloche es una ciudad envejecida.
Esto quiere decir que más del 20 por ciento de su población está conformada por adultos mayores o personas cercanas a serlo (+ de 50 años). Todas las ciudades turísticas tienen un gran porcentaje de esta franja etaria. Es un fenómeno demográfico ya estudiado que se relaciona con el deseo de vivir en el lugar que siempre anhelaron y una vez jubilados se trasladan a esa ciudad. Aunque Bariloche presenta ciertas dificultades: los desniveles, el hielo, aceras de lajas, escaleras en el centro, este fenómeno no deja de ocurrir. Otro factor tiene que ver con los adultos que trabajan en Bariloche y traen a sus padres por cuestiones de salud. El tercer factor es el de los exiliados chilenos de la década del 70. Muchos de esos jóvenes que fundaron el barrio El Frutillar ahora son adultos mayores.
– ¿Se naturaliza la muerte de los adultos mayores en este contexto de pandemia?
–La muerte se está invisibilizando. Al principio existía una preocupación más genuina, pero de todas maneras la sociedad solo veía cifras en lugar de procesos. No se registra todo lo que implica esa muerte, lo que significa esa pérdida para las familias, cuáles fueron las condiciones de vida en el último tiempo de la enfermedad, si tuvieron una muerte digna. En Bariloche se permitió cierto tipo de despedida protocolizada. En otros lugares no se permitió el contacto con los seres queridos.
– ¿En este sistema neoliberal la vida de los adultos mayores vale menos?
-Es verdad que en este sistema capitalista si no producís vales menos, tus derechos valen menos. De todos modos, los que nos dedicamos a la gerontología, no solo no coincidimos sino que relativizamos esta idea. Los adultos mayores no son productivos en términos industriales, de plusvalía, pero lo son en otros sentidos. Son el soporte del funcionamiento de muchas familias. Madres y padres pueden trabajar porque los chicos quedan a su cargo. Además, muchos jóvenes pueden llevar a cabo sus estudios universitarios gracias a los aportes de los adultos mayores y éstos suelen sostener económicamente los momentos de desocupación de sus hijos.
En la crisis del 2001, el análisis a nivel nacional evidenció que el mayor índice de jefes y jefas de familias correspondía a adultos mayores, es decir que representaban el mayor ingreso de la unidad hogar. Otro dato no menor, es que el sistema farmacéutico depende en gran medida del consumo de esta población. En estos sentidos los adultos mayores son productivos y mantienen al sistema y a la sociedad en movimiento.
Como asesor de la carrera de gerontología de la Untref colaboro con el Ministerio de Educación. Desarrollo estrategias de adaptación de contenidos en función de las particularidades etarias para todos los niveles (primario, secundario, terciario). A los adultos mayores se les ofrece cursos cortos porque se cree que es una etapa de la vida que pasa rápido y que solo hay que entretenerlos, pero el derecho a la educación es universal y no caduca con la edad. Hoy día se sabe que la vejez puede ser la etapa más larga de la vida contemporánea.
– ¿Qué pensás de la vacuna?
-La vida del personal de salud está interceptada hace 9 meses. La vacuna puede ser una posibilidad de recuperar cierta experiencia de cotidianeidad que perdimos. El Covid desarticuló las redes sociales y familiares. Muchas familias están desconcertadas no solo por la pérdida de un familiar y la crisis económica sino también porque su día a día está trastocado. Muchas casas tienen que albergar a sus familiares enfermos -que en otro momento hubieran sido internados en sanatorios-. Ahora tienen que acompañarlos sin saber muy bien cómo, conviviendo con el personal de salud que viene a visitarlos.
– ¿Cómo afectó la pandemia a tu trabajo?
-Además de profesor, trabajo como agente sanitario en una entidad pública dedicada a la atención de adultos mayores. Desde el principio fui catalogado como trabajador esencial. Esto significó seguir un protocolo de comportamiento muy estricto en el contexto laboral y en mi hogar. Pasé momentos de mucha tensión cuando todavía no se sabía de qué se trataba esta enfermedad, con cambios constantes de mis rutinas, cubriendo a los compañeros/as que se contagiaban y manteniendo la distancia física con mi compañera e hija. Fue importante sentirme apoyado por mis colegas. Lo que todavía me conmueve es el compromiso de los y las enfermeras y médicos del Hospital y de los sanatorios, de los trabajadores de la Municipalidad, de Desarrollo Social, de Viviendas tuteladas que lo han dado todo y lo siguen dando.
Por Verónica Battaglia
Fotos: Euge Neme
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen