En la estancia de Miguel Soriani cercana a Bariloche, que tomó protagonismo en los medios nacionales por un reclamo territorial de la comunidad mapuche Gallardo Calfú, hace dos años no hay rastros de un peón que trabajaba allí. Cobertura colaborativa con revista Cítrica.
El Establecimiento Santa Lucía propiedad de Miguel Soriani en El Foyel, 70 kilómetros al sur de Bariloche, captó la atención de los medios de Buenos Aires tras ser ocupado a mediados de octubre por la comunidad mapuche Gallardo Calfú y horas después desalojado. Sin embargo, Santa Lucía no captó la misma atención por ser escenario de un hecho macabro: la desaparición sin rastro de José Alvarado, alias Toto, un peón de campo visto con vida la última vez por Soriani, el 22 de febrero de 2018.
Soriani, 77 años, muy conocido en El Foyel, un paraje con cientos de habitantes, trabajó de joven en un aserradero de la zona, y a fines de los ’70 adquirió el campo donde ahora hace forestación para venta de leña. Además, ahí cría vacunos, ovinos, caballos y gallinas de corral. Su hijo Martín vende grúas en Bariloche, y está casado con Débora Maier, la protagonista silenciosa del video viral en que su hermano Pablo denuncia estar secuestrado por un grupo pseudo mapuche.
¿Qué se sabe sobre las últimas horas de Toto Alvarado? Soriani relata en una entrevista que puede verse en Youtube, que el martes 20 de febrero de 2018, alrededor de las 15, levantó a Alvarado en la ruta 40, en uno de los barrios del Alto de Bariloche donde vivía. Era la primera vez que Alvarado trabajaría para él y, como a todos los peones, Soriani lo alojaría en una cabaña dentro de la estancia.
Soriani cuenta que el miércoles Alvarado tosió y transpiró mucho cortando madera. Que el jueves, después de la siesta, el peón manifestó dolor de cabeza y por eso mandó a una empleada a comprar Migral. Que a la noche le acercó la cena hasta la cabaña, pero como estaban las luces apagadas, prefirió no molestar. Y que el viernes a la mañana, ya no estaba.
Soriani dice que lo fue a buscar río arriba, siguiendo el curso del Foyel, y que también buscó su rastro en el sendero de seis kilómetros que va desde la tranquera hacia la ruta. Dice que aún no le había pagado y que dentro de la cabaña no había quedado ninguna pertenencia suya. Pero el lunes, la Policía encontró ropa doblada en un aparador y una mochila con un teléfono.
El territorio
Cuando los Gallardo Calfú fueron desalojados del Establecimieto Santa Lucía, en realidad ya no estaban dentro del terreno sino en el lote lindero donde vive Elías Gallardo Calfú, hijo de Sixto, a quien en 1969 la Dirección de Tierras y Colonias –revela Susana Lara en El Cohete a la Luna– le reconoció 600 hectáreas sobre las que hoy se asienta (en parte) el campo de Soriani.
Blanca Rosa Gallardo Calfú explica que su padre Sixto, ya viudo y con sus hijos en Bariloche, fue engañado por Soriani en 1979. Cuenta que una noche, en un asado de amigos, Sixto apoyó emborrachado el pulgar derecho del dedo sobre un boleto de compra-venta que después una escribana certificó sólo con la presencia de supuestos testigos.
Los Gallardo Calfú presentaron por ello una queja ante el Consejo de Desarrollo de Comunidades Indígenas (CODECI), un órgano dependiente del Estado de Río Negro creado por la ley provincial. Además, según Rosa, desde 2013 la comunidad reclama la actuación de la Comisión Investigadora para el relevamiento de transferencia de tierras rurales, creado a partir de otra ley provincial.
“Soriani me ofreció 20 hectáreas para que no joda, pero nunca las quise”, dice Rosa. “Siempre amenazó con que iba a matarme. Yo sólo tengo miedo por mi hermano Elías”.
En 1985, Soriani deslindó su campo del lote donde vive hoy Elías. “Es un buen vecino”, dice Soriani en conversación telefónica desde la estancia que, del otro lado, linda con la de Hideen Lake SA, la empresa cuyo socio mayoritario es Joe Lewis.
Está acreditado en el expediente que Alvarado no salió de la Estancia Santa Lucía.
Soriani refuta la versión de Rosa Blanca Gallardo Calfú. Dice que la operación de compra de las hectáreas se realizó con la presencia de la escribana, Sixto y testigos. Y que la Justicia ordinaria falló a favor suyo en dos oportunidades.
“Agradezco a Dios que no estaba en el momento en que nos ocuparon la estancia, si no hubiese pasado cualquier cosa”, confiesa.
La desaparición
“Soñé que a Toto se lo comieron los perros, y otra noche que se lo comieron los chanchos”, dice Margarita, mamá de Alvarado, el peón de 40 años desaparecido. “No es la primera vez que salía a trabajar a un campo, pero como vivíamos juntos, siempre andábamos comunicados”.
Margarita vive a la vuelta de la casa de Verónica, su hija, en un barrio obrero de Bariloche. Durante mes y medio, hasta la desaparición de Toto, trabajó cuidando a la suegra de Soriani, en su casa del centro de la ciudad. A través suyo y de Gelves –amigo de la familia y peón de Soriani–, Alvarado consiguió la changa.
Margarita recuerda: “Toto se fue a trabajar por diez días y después se iría a Chile, donde está mi familia. Se dejó el bolso preparado y todo”.
¿Cómo se enteró la familia de la desaparición? El viernes 23 de febrero de 2018 por la tarde, horas después de que Soriani dice haberse anoticiado de la desaparición, Gelves comunica la noticia a Verónica. Esa misma noche, denuncian el caso en la comisaría 28 de Bariloche.
Al día siguiente, Verónica Pereyra viaja con una amiga hacia El Foyel. En la comisaría, le dicen que Soriani avisó de la desaparición sin radicar denuncia. Personal policial se acerca a la tranquera de Santa Lucía, donde Martín Soriani informa que no había novedades.
El domingo 25, Verónica y otro hermano viajan hasta El Bolsón. Demoran horas en tomarles la denuncia. Logran hablar por teléfono con el fiscal Francisco Arrien.
El lunes, sin la presencia del fiscal Arrien, la Policía rastrilla el campo con una gorra que no era de Alvarado. La familia se entera de este error semanas después. La búsqueda no arrojará resultados, excepto que dan con la ropa y la mochila con dos chips telefónicos que estaban desactivados.
Durante los siguientes meses, sobrevolarán sobre el Establecimiento Santa Lucía drones y helicópteros, y la familia indagará sobre el paradero de Toto entre los vecinos. Uno de ellos –cuenta Verónica– dijo que el jueves 23 de febrero a la noche no escuchó ladridos ni ruidos de tranquera.
También hablaron con gente del pueblo y algunos peones, que describieron a Soriani como un patrón de trato áspero y reticente a pagar cargas sociales. Esa misma descripción le hicieron a este cronista algunas personas que han trabajado para Soriani, cuyas identidades conviene preservar.
“Agradezco a Dios que no estaba en el momento en que nos ocuparon la estancia, si no hubiese pasado cualquier cosa”, confiesa Soriani.
La causa
Disconformes con la tarea de Arrien, los Alvarado solicitaron un cambio de fiscal. En abril de 2019, la causa pasó a manos de Betiana Cendón, flamante jefa de los fiscales por la tercera circunscripción provincial, quien también lleva adelante las denuncias contra la comunidad mapuche Winkul Mapu en Villa Mascardi, por la posible comisión de delitos.
La causa que tramita la desaparición de Alvarado está caratulada aún como “Averiguación de paradero”. Según fuentes oficiales consultadas, el Ministerio Público Fiscal cuenta con una importante carga probatoria y varias hipótesis sobre lo sucedido en El Foyel. Afirman que, durante las últimas semanas, a partir del desalojo de la comunidad Gallardo Calfú, la Brigada de Investigaciones Judiciales tomó nuevas declaraciones testimoniales.
El Ministerio Público Fiscal realizó, durante el último año, rastrillajes con perros traídos de Córdoba y Buenos Aires que buscan personas vivas y muertas. Está acreditado en el expediente, dicen en el MPF, que Alvarado no salió de la Estancia Santa Lucía.
Por Pablo Bassi
Fotografías: Euge Neme y “Chino” Leiva
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen