Cuando nos acercamos al 12 de octubre las instituciones educativas, y las bibliotecas barriales nos llaman a les antropologues para que “hablemos sobre la fecha”. Esto suele ponernos frente a un dilema, es el mito del eterno retorno, una y otra vez volvemos a recordar una fecha que tiene múltiples significados según quien la recuerde.
Por un lado, porque nos volvemos a dar cuenta de que los pisos de discusión que consideramos ganados por ser construidos cotidianamente con compañeres, colegas, y comunidades indígenas se nos derrumban al recoger los supuestos de nuevos destinatarios. Y por otro lado, porque “hablar sobre el tema” propiamente dicho sería limitarnos al encuentro entre Cristóbal Colón y el continente que habitamos. Y en este punto es donde la incomodidad se vuelve insostenible. La idea de que Colón haya llegado a América ha operado en la sociedad como una suerte de pensamiento mágico.
Colón y todos sus tripulantes no pudieron abarcar el continente entero en un solo día. De hecho la imagen más popular (promovida desde revistas infantiles) de ese encuentro es un Colón rodeado de Palmeras y mar turquesa con un grupo de indígenas inclinados recibiéndolo. Sería interesante descubrir una playa con esas características en la zona andina del sur argentino. Sin embargo, son pocas las personas que se cuestionan las fechas establecidas desde la historia oficial. De nuevo la idea de un Colón abarcando todo el 12 de octubre de 1492 opera con tanta fuerza que nos resignamos desde pequeñes a la falsa certeza de que el territorio que habitamos haya perdido la soberanía desde esos años. Claro que esto es peligroso en muchos sentidos pero el peligro que cobra mayor agencia en el contexto actual de nuestra región es aquel que avala el desconocimiento e invisibilización de todos los años en que los pueblos originarios vivieron soberana y autónomamente en este territorio conocido hoy como América.
La construcción de este tipo de narrativa (remarcando el proceso histórico de la conquista y dando cuenta de una suerte de inevitabilidad en el hecho y sus nefastas consecuencias) inaugura una forma no sólo de construir la historia, sino de seleccionar elementos para una crónica fundacional que logre el efecto buscado por ciertos sectores de la sociedad, empeñados en invisibilizar agencias y localidades anteriores a la conquista y a los proyectos de Estado -Nación.
Esta forma de construir un relato homogeneizante ha sufrido embates de los pueblos y grupos activistas. De hecho se ha producido desde el Estado-Nación una inversión hegemónica (algo así como tomar las discusiones que circulan y poner en agenda las que le convengan al poder de turno para que nadie diga que no se “está teniendo en cuenta el tema de los pueblos originarios”) y así fue que en 2010 el feriado del 12 de octubre dejó de llamarse Día de la Raza para llamarse Día del Respeto a la Diversidad Cultural Americana. Saldar algunas discusiones (la idea de racialización por ejemplo y la introducción de nociones como diversidad y respeto) allana el terreno para poder comenzar a “hablar sobre el 12 de octubre” sin dejar de decir que muchos de los pueblos indígenas fueron soberanos en el territorio en el que vivimos hasta hace apenas 150 años.
El famoso “descubrimiento” llegó hasta ciertos puntos del territorio que no abarcan la Patagonia. Pero entonces, ¿por qué cobra vigencia esta fecha para hablar sobre mecanismos de despojos actuales que se siguen perpetuando desde las campañas militares del siglo XIX?
Porque es hora de que la construcción histórica del 12 de octubre sirva como ejercicio para ver cómo las formas del poder operan en el sentido común y en la creación de mecanismos de invisibilización y silenciamiento a lo largo de la historia. Esta forma de contar los hechos aberrantes de la historia embestidos en generalizaciones y escenificaciones de “encuentros” o “pacificación” o “desierto” desdibuja ciertas prácticas aún vigentes que generaron el etnocidio, genocidio y la explotación sufrida por los pueblos originarios.
No es casualidad entonces la similitud entre la formación del relato de “El descubrimiento de América”-que logra la idea de atemporalidad, abarcando todo de una vez y para siempre-. Y la idea de una “Conquista del desierto” que pasó por querer desertificar las miles de personas que vivían soberanamente en este territorio y al no conseguirlo haya optado por crear la idea de un aniquilamiento total de los pueblos preexistentes al proyecto de Estado-Nación.
Es importante entonces mantener desde los distintos ámbitos que recorremos una alerta epistemológica en cómo llevar la palabra de quienes aún recuerdan y narran “las contadas” de lo que fueron las campañas militares en la Patagonia. De cómo las abuelitas han ido volviendo a los territorios escapando de los campos de concentración para reencontrarse con sus territorios y las fuerzas que allí viven. Son estos relatos y esos trabajos de memoria las que están “sacando su voz” en los territorios y luchando desde hace 150 años para seguir contando su historia como pueblo soberano y no como parte extinta de un relato oficial y racista.
“Hablar sobre el 12 de octubre” puede volverse un acto de coherencia y desobediencia si sirve para dar cuenta la forma en la que se estructuran las narrativas de la historia oficial. Pero sobre todo recordar esta fecha y pensarla en clave como se propone, da lugar a visibilizar la cantidad de expresiones y construcciones cargadas de sentido, respeto y resistencia que siguen naciendo y venciendo en territorios indígenas en general y mapuche en particular.
Por Mariel Bleger
Foto Portada: Ale Fau
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen