A los gobiernos populares se le exige, desde su propia base electoral, que aborde y solucione injusticias históricas. Está bien, porque estos gobiernos son, con sus buenas y malas, la herramienta que nos damos los sectores populares para disputar poder con el poder real, para poder hacer un país más justo. El problema siempre es canalizar esas demandas para mejorar las políticas públicas, como encauzar las broncas por las injusticias acumuladas y profundizadas en el tiempo. Una humilde propuesta: encontrarles el sabor a los grises.
En las últimas dos semanas el gobierno nacional terminó de encarrilar una parte de la herencia de la gestión anterior, la deuda externa con bonistas privados. Esto que muchas veces nos parece lejano, implica que el Estado se ahorró de pagar 49 mil millones de dólares en los próximos 5 años. Esto no significa que tenga esa plata para otras cosas, porque justamente se reestructuró esa deuda porque no se tenía con que pagarla sin sumir más en la miseria a todo el pueblo. Significa que, al no tener ese condicionamiento, el Gobierno podrá tener independencia a la hora de decidir dónde invertir el presupuesto nacional. Esto que suena abstracto se puede simplificar en que no se le va tener que pedir permiso a nadie para invertir en más hospitales, escuelas, en ciencia, en viviendas, créditos productivos, IFE, AUH, etc. Ojo, todavía queda el otro capítulo de la deuda, el FMI. Eso sí, podemos ser optimistas por el reciente logro del arreglo de la parte de la deuda y el “reconocimiento” del Fondo que el préstamo a la Argentina estuvo medio flojo de papeles, por no decir que fue la campaña presidencial (fallida de Macri) más cara de la historia de la humanidad. Como suele suceder el alto empresariado local trató de dinamitar el arreglo, aunque le permita a futuro acomodar también sus cuentas. No solo no les gusta que un gobierno popular tenga logros y más margen de acción. Sino que eran parte interesada, varios de ellos tienen bonos de deuda argentina y vieron disminuidas sus ganancias. Como siempre angurria.
El tema como siempre no es solo que pasa, sino como se cuenta. Todos estos meses, pandemia de por medio, los medios del poder real tiraron munición gruesa contra el posible arreglo y una vez solucionado, se ningunea. ¿Como? Hablando de temas que son más cercanos a la realidad cotidiana de la gente de a pie: seguridad, flexibilización de la cuarentena y toma de tierras. Para estos grandes medios la verdad dejó de ser importante hace mucho tiempo y apelan a su gran poder de manipulación para instalar los temas que quieren y lo logran. ¿Porque lo logran? Por un lado, es innegable su poder comunicacional, casi todos los canales, radios y diarios obedecen al poder real (el poder de las grandes empresas). Además, su penetración en las redes, está maximizado por la pandemia, y abordan problemáticas que apelan al sentido común, el cual vienen moldeando ellos hace décadas. Por último, cuentan con el favor de nuestro discurso para retroalimentar los prejuicios instalados sobre todo lo que huela a popular.
Hundidos en el barro, algunos no nos escuchan
¿A qué me refiero? Un ejemplo: el tema de tierras que instalaron recientemente como novedad, cuando todos sabemos que no lo es. Tal como dice Juan Grabois, las tomas de terrenos no son bien vistas en los barrios por mucha gente y no es solo por prejuicio. Sino también porque muchos lo ven como una “avivada”, el camino fácil para sortear la meritocracia bien entendida, de ganarse las cosas laburando. Por más que pensemos que cada quien debería poder acceder a un pedazo de tierra donde hacer su casa, tenemos que reconocer que la tierra como una mercancía está más que instalado en el pensar de todos. Si a esto se le suman las estigmatizaciones, racismos y otros odios, es obvio que la gente se escandalice más por algunas ocupaciones que por otras y que se mezclen los tantos con otras problemáticas. No es la misma reacción con la situación en Wincul o con las tomas en el Alto, que con ocupaciones en la Península. Ni que hablar de la no reacción de muchos sectores cuando alguna inmobiliaria u otra empresa se queda con decenas de terrenos o un centro de esquí por chirolas. La base del enojo hacia las tomas está en que el que con esfuerzo sideral se compró un terreno, o el que alquila hace décadas o muchos etcéteras, ve mal que otro al que ve cercano tenga un terreno “gratis”. Obvio que nada es gratis, todos saben las tranzas que suele haber en las tomas de terrenos, donde algunos pocos vivos se ganan la vida aprovechándose de las necesidades de otros. Sí, eso ocurre, pero como dice Juan Grabois, nadie que se meta en una toma lo hace sin tener necesidad. ¿Quién se anima a meterse en un lugar donde hay patotas y mafias disputándose pedazos de tierra, donde no hay agua ni luz? Evidentemente hay que estar en situación complicada para bancar esa parada. Los vivos que aprovechan son los menos, pero son los que recuerdan los vecinos para reafirmar ese prejuicio tan arraigado. Ante estas circunstancias militantes y políticos del palo salen en malón a dar los mil y un argumentos re contra válidos para hacer entender a la población sobre el derecho de la gente que ocupa a un pedazo de tierra. El problema es que eso se hace hacia una población que tiene una porción importante que ve con malos ojos las tomas. Y en eso sale la ministra de seguridad de la Nación y el de la provincia de Buenos Aires a decir que las tomas son ilegales. ¡Qué horror! Fachos, elmismodiscursoquemacri, etc., se escucha al instante de muchos otros referentes del palo popular. Combo completo, acabamos de reafirmar uno de los prejuicios instalados por el poder real. Somos sacapresos, garantistas que defienden a los presos y no a las víctimas, defienden al ocupa y no al que se gana las cosas laburando, y tantos, etc. Cualquier idea política para poder llegar a la población tiene que explicarse teniendo en cuenta sobre que manto de ideas y prejuicios de la sociedad tiene que actuar. Entonces, si hacemos el esfuerzo de aunar miradas podemos decir que es tan cierto que cada quien debería tener acceso a un pedazo de tierra, como dice Grabois, como que el Estado no puede permitir las tomas como dice Berni, como que es un problema de seguridad, pero que debe ser especialmente abordado en conjunto con políticas integrales de accesibilidad a tierras y mejoramientos habitacionales como dice Federic.
Limpiando un poco el terreno
Entonces, lo importante es lo de fondo, esta es otra deuda que tiene que pagar un gobierno popular ¿Por qué? Porque los gobiernos neoliberales vienen a crear deudas e inequidades. Los gobiernos populares vienen siempre a intentar a sanar esas heridas. Entonces, al gobierno popular se le exige, su propia base electoral le exige. Y está bien, porque estos gobiernos son con sus luces y sombras, la herramienta que nos damos los sectores populares para disputar poder con el poder real, para poder hacer un país más justo. Pero evidentemente no es algo sencillo y rápido de solucionar. Evidentemente, no es casual que nos metan en este berenjenal, en este tema tan problemático y profundo y de larga data. Sabe el poder real que es difícil implementar políticas adecuadas en tiempo y forma, y que la sociedad en su conjunto valore dichas políticas. Mientras tanto, distraemos la mirada de discutir otros problemas de fondo y perdemos de celebrar logros que impactan en nuestra vida cotidiana. El mejor ejemplo es hace pocos días que internet, los celulares y el cable son ahora servicios esenciales con tarifas reguladas por el Estado y no nos dimos tiempo ni para celebrarlo
En medio del berenjenal, no queda otra que encarar el problema en toda su profundidad o se incrementa. ¿Cómo? Son necesarios programas de accesibilidad de la tierra y urbanización de barrios populares, también hay que llegar a sectores que tampoco pueden acceder a tierras ni créditos ni planes de viviendas gubernamentales. Y entonces necesitamos PROCREAR, urbanización de villas y barrios populares, obras de red de gas, luz, tierras para producción agrícola familiar periurbana y todo eso junto y ya. ¿Sencillo, vió? Lo loco que todo eso está en carpeta del actual gobierno, con varias ya marcha. El tema como siempre son los cuándo y cómo. ¿Cómo se pagan deudas históricas sociales sin equivocarse y rápido? ¿Cómo no cometer pequeñas injusticias por privilegiar a tal o cual por tener un poco menos o un poco más? Sencillo, es imposible. Lo mismo ocurre con otros problemas de larga data como las falencias educativas de salud, de precarización laboral, de seguridad democrática, de redistribución de la riqueza de cuidado de nuestro medio, alimentación suficiente y sana y tantos etc. Entonces, son necesarios los aportes para ir corrigiendo el rumbo y dar elementos a toda la población para analizar las vicisitudes de ese camino complejo. Elementos de análisis que nunca va escuchar en los grandes medios.
El sabor de los grises
Para que ese análisis desde lo popular llegue se precisa hacer un esfuerzo por encontrarle sabor a los grises. No por bajar banderas, sino para poder llegar al otro con nuestras ideas y construir juntos. Un ejemplo: en la construcción del SAOCOM 1B recientemente lanzado al espacio participaron 900 personas (otro logro reciente del país que casi ni festejamos). Es probable que entre esas personas encontremos cristianos y ateos, de River, Boca o Chacarita, a favor y en contra de la ILE, peronistas, neoliberales, trotskistas, etc. Seguramente esas diferencias habrán condimentado debates y charlas diarias, pero no impidieron que todos aporten a concretar el objetivo de todos, el satélite. Estamos en una región donde están de nuevo de moda golpes de Estado y proscripciones. Estamos bombardeados todo el tiempo con impulsos para llevar al máximo nuestros debates y diferencias, para que veamos al enemigo al que tenemos al lado, para romper todo. Ese anti todo que describí hace unas semanas (https://almargen.org.ar/2020/08/18/anti-todo-el-arte-de-correr-el-arco/) , va alzando banderas de odio que se nos van permeando a todos en las conversaciones. Nos acostumbramos a lo pro algo y anti algo. Es obvio que por ese camino no vamos a poder construir un país justo para todos. Sabiendo entonces que es una minoría poderosa la que no quiere un proyecto de país, sino de colonia, tenemos que empezar a encontrar los puntos de encuentro entre distintos sectores. Tenemos que escuchar al laburante que no llega a fin de mes y que si labura sin protecciones se enferma, pero también al empresario que se está fundiendo. Y entonces pensemos entre todos en protocolos de cuidado, en líneas de financiamiento para la Pyme, pero también hay que darle la mano al que quedó afuera. No digo apostar a consensos vacíos, sino a saber encontrar los puntos de encuentro para poder seguir avanzando hacia un país más justo. ¿Cómo se hace? No sé. Es parte de la tarea y lucha colectiva responderlo. Las incertidumbres e injusticias aumentaron con la pandemia y el panorama de la región y el mundo no aportan nada bueno. Entonces sepamos valorar lo que tenemos y mejorarlo en base a críticas que tengan en cuenta todo el panorama y las herramientas a mano. El poder real, ya eligió su estrategia de odio, de anti todo y hasta golpista. Nosotros no caigamos en la trampa, sumemos voluntades y no bajemos las banderas.
Por Manu de Paz
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen