Detrás del ligero tratamiento mediático sobre la toma de tierras, hay historias de vida que desmitifican ciertos imaginarios. En esta nota, la voz de vecinos del barrio 29 de Septiembre.
Una buena manera de corroborar información y opiniones, es ir a las fuentes. Allí podrá el lector contrastar el contenido de editoriales de diarios y notas “calientes”, posteos en redes y audios virales. ¿Quién está detrás de la ocupación de tierras? ¿Hay organizaciones sociales? ¿Son narcos? ¿Punteros? ¿Es gente con necesidades alentada por organizaciones sociales, narcos y punteros?
A la vera derecha de la Ruta 40, desde la bajada del hipermercado Diarco hacia el vertedero municipal de Bariloche, se extiende el Barrio 29 de Septiembre, donde están asentadas cerca de 300 familias sobre tres lotes cuya propiedad se adjudicaron alguna vez tres personas que nunca lo pudieron comprobar.
“Siempre nuestra propuesta al Instituto de Tierras y Viviendas fue pagar los terrenos”, dice a Al Margen Octavio Montiglio, 49 años, vecino del barrio 29 de Septiembre, uno de los primeros ocupantes. “Nosotros los tomamos, ustedes mídanlos y hagan la mensura, pongámosle luego un precio social”, cuenta que les dijeron a las autoridades.
Para tener luz, los vecinos acordaron con la CEB y el municipio realizar un tendido desde un poste a mil metros, cuya distribución interna estuvo a cargo de las familias.
“La conexión no es buena: en algunas casas, no arranca la heladera”, relata a Al Margen Tania Meza, 22 años, vecina del barrio. “Hace unos días hubo un robo de cables y fuimos los vecinos quienes tuvimos que comprarlos”, agrega.
El acceso al agua también es infructuoso. De un tubo principal, tuvieron que realizar una pinchadura y tender mangueras que en invierno se desentierran y se congelan, y tienen pérdidas. No todos los rincones del 29 de Septiembre tienen agua en todo momento.
De gas, ni hablar.
Antes de mudarse en 2011, Octavio Montiglio vivía de changas y pagaba el alquiler por una casa. “El que labura de changa o sueldo bajo no tiene paz: se levanta pensando en que tiene que hacer plata”, dice.
Agobiado, decidió ocupar tierras horas antes de anoticiarse que el precio del alquiler de su vivienda se incrementaría por encima del 50%. Se trasladó entonces con una pequeña casa rodante, siguió trabajando, juntó plata, compró materiales y fue construyendo. Así durante cuatro años y medios, sin más calefacción que un mameluco térmico.
“¿Hay narcos en el barrio? ¿Hay punteros?”, le preguntamos.
“Si hay, es porque hay una necesidad anterior”, responde.
Tania Meza, en cambio, se trasladó al 29 de Septiembre luego del ofrecimiento que le hizo un compañero de trabajo, poseedor de un espacio en el barrio. Meza vivía con su hermana y dos personas más en una casilla de tres por seis en el barrio 2 de Abril. Construyó la platea, cercó y levantó una casa que un temporal de viento voló en minutos. Demoró un año en reconstruirla.
“En mi barrio el 80 por ciento son obreros y obreras”, dice Montiglio. “Suponiendo que haya punteros y narcos: ¿son las tomas los orígenes de todos los males? ¿Acaso en Arelauquen no puede haber ladrones de guantes blancos, narcos y punteros?”, se pregunta.
Montiglio recuerda que Laura Zannoni, ex titular del Instituto de Tierra y Vivienda durante la primera gestión del intendente Gustavo Gennuso, los amenazaba a cada rato con el desalojo. Y que una vecina suya, lloraba por miedo.
Además, cuenta que la municipalidad continúa dilatando la regularización dominial. Entiende que, de otra manera, el Ejecutivo estaría avalando ocupaciones. “Pero si no empieza por atender el déficit habitacional”, dice, “siempre habrá tomas”.
Por Pablo Bassi
Equipo de Comunicación Popular Colectivo a Margen